Cervecera La Duna (Vitoria). Razones para no volver
Mariví, Eider e Igor no eran especialmente exigentes con la comida. Sí, les gustaba comer bien, pero estaban costumbrados al rancho de la empresa y sabían que no se le pueden pedir peras a un olmo. Por eso no hacían críticas gratuitas y eran una garantía a la hora de aconsejar dónde comer bien. Y dónde no.
Ese había sido un invierno duro, como correspondía a un enloquecido ciclo estacional que el 1 de julio resquebrajó el cielo de la ciudad, que se desplomó en enormes pelotas de granizo que arrasaron automóviles, techumbres y cristaleras. Cuatro nevadas habían puesto en jaque a la sede de las instituciones comunes y el frío había sido severo. Por eso las primeras bocanadas de aire africano fueron recibidas con alborozo, y nuestro trío protagonista no resistió la tentación de comer en una terraza, al aire libre. Pero el destino, que a veces juega malas pasadas, le llevó hasta la cervecera La Duna.
El tráfico acosaba con rugidos y polvaredas a quienes osaban pasear al otro lado de la valla. El calor desenfocaba el asfalto en la lejanía, y colocaba una losa sobre los sudorosos viandanes. Y el edificio era poco agraciado, arquitectónicamente hablando. Aún así, los tres amigos se sentían afortunados por la oportunidad de romper la rutina. «A qué sitios más chulos os llevo, ¿eh?», inquirió Igor, desconocedor de que minutos más tarde tendría de tragarse sus palabras.
«¿Menú del día o pollo?», vino a preguntar con desdén una camarera malencarada cuya edad, y consecuente experiencia, hacía presagiar mayor diligencia y amabilidad. Tendrá un mal día, pensaron los tres, y optaron por el pollo, una ensalada ilustrada, pimientos verdes, morcilla, patatas fritas y cerveza. Todo un clásico. Un valor seguro, en apariencia. Y es sabido que, en ocasiones, las apariencias engañan…
Ya se relamían y apuraban los primeros tragos de cebada, agua y lúpulo, entre animados comentarios referidos a vestimentas propias de boda y cuestiones políticas, cuando apareció ante sus ojos un pollo de tamaño reducido y reseco. Animalico.
¿Alguien concibe una ensalada para tres comensales con sólo medio huevo cocido y un escuálido espárrago que, por supuesto, no había visto Navarra ni por la TDT? Decepción.
Los pimientos (¿media docena?) eran enormes, nada atractivos a la vista y poco al paladar, por pasados. Otro chasco.
Los tubérculos, creo recordar que congelados, tampoco mejoraban lo presente. ¿Quién nos mandó venir aquí?
«Señora, ha olvidado traer la morcilla», señaló Mariví. «Yo no he apuntado morcilla», se excusó sin atisbo de pena la agria mesera. Qué alivio.
Lo peor de todo es que hubo que pagar, que no se trató de una cámara oculta y del consiguiente convite de la productora de turno. Y, además, hubo que abonar del orden de 50 euros. ¿Qué has roto, Eider? Increíble, sí. Otro motivo para no volver a La Duna.
(sufrido por Igor, con la compañía referida)
Portal de Vergara, 3 – 5; Vitoria
945 281 295
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
«Ahora lo llevan otros», me dijo una amigo decepcionado después de la poca gracia de la comida, totalmente pasable: pollo, nos sacaron para 5 más, patatas acartonadas. nos tuvimos que poner nosotros mismos la mesa, mantel, cubiertos y vasos. La calidad/precio, mejor comer en casa.
Hoy he vuelto a llamar para reservar comida para recoger. El hombre me ha atendido con desdén y pocas ganas.
No lo recomiendo.
Reservamos con 20 días de antelación parara 12 personas perdieron la reserva y no nos guardaron mesa . Al final conseguimos por nuestros medios . Al pedir que nos atendieran nos dijeron que no nos servirán por que la mesa estaba muy alejada
Solo puedo decir que si en lugar del pollo asado, hubieseis elegido el menu del dia, probablemente el chasco hubiera sido aún más grande. Estuve ahí este verano con 2 amigas y el menu del dia era simplemente espantoso, tanto, que no he podido comer nada más que el pan. Desde luego, el peor sitio donde he comido (mejor dicho, no comido) en mi vida!
Estuve comiendo hace dos semanas ensalada, pollo, postre y café, con la correspondiente jarra de cerveza, y quedé ( quedamos los que fuimos) plenamente satisfechos con calidad, cantidad y atención.
Creo que ahora lo lleva otra gente, pero cuando estaba en manos de la dueña, María Jesús, era un lugar con buena atención y un riquísimo pollo asado, la especialidad de la casa, que junto con una ensalada y una jarra de cerveza (hecha en la propia cervecería) salía por un precio asequible.
Eso suele ocurrir con muchos lugares, que cambian mucho cuando lo dejan los dueños de la mano. De hecho, en aquellos veranos era imposible conseguir mesa en La Duna. Saludos.
Pues la verdad que es un local un poco agrio, algunas veces a última hora de la noche hemos visto que permitian a gente quedarse fumando, y gatos entrando y saliendo del amacen y la cocina. la cosa no ha cambiado mucho desde entonces, uno se da cuenta de todas esas cosas dejadas por parte de quien lo lleve. Yo no aconsejaria tampoco ir por alli y eso que a mi marido y a mis hijos les gustaba mucho hace años.
Pues mi experiencia en Vitoria con la morcilla hasta ahora no ha sido para echar cohetes, o sea que igual tuvisteis suerte y os ahorrasteis unos 7 eurazos por un piececita requemada, sosa y caducada. Eurp!