Cafetería-Restaurante El Mordisco (Las Palmas). ¿Por ocho euros?
Veraneando en Gran Canaria pillamos el autobús y subimos a Las Palmas de G. C. con ánimo de ver el casco viejo con los rastros de Colón, consumir textiles y papear en el mejor restorán capitalino. A la postre, pasamos del previsto Restaurante Chacalote que recomendaban en Internet (estaba muy lejos, a la entrada de la urbe, y con pena debí decir adiós a sus mariscos), del Amaiur vasco que descubrí en la publicidad de un plano urbano (no me apetecía comer merluza), del entonces ignoto Ribera del Río Miño (a la vuelta a la Península me enteré de la existencia de este restorán gallego cercano a la playa de Las Canteras) y del Ar Muggarnon (éste lo descubrí paseando por la calle Triana -la tradicional columna vertebral de las compras en la ciudad- y me sedujo su carta de cocina moderna con gracia en los bautismos de los platos; no obstante, lo desprecié por el alto volumen de la música), y nos decantamos por ingerir un menú diario, a 8 euros de nada, en el Restaurante El Mordisco, anejo al Ar-Muggarán (el uno tenía todas las mesas llenas, también las de la terraza, el otro todas vacías y al menos tres personas acudieron a currar para nada).
Así que, tras descartar unas decenas de metros antes el también concurrido pub irlandés McCarthy’s (tiene un menú diario a 10 euros y varía cada día de la semana; ese lunes había entrecot), nos acomodamos en la fea calle que converge en la Triana, en los asientos con cojines naranjas del Mordisco, y esperamos pacientes a que nos atendieran los camareros, Said y Mohamed creo que se llamaban. En el cartel del menú, con una oferta corta pero excitadora de las papilas gustativas, se ofrecía de primero ensalada y ‘potage’ de lentejas (sí, esta es una falta de ortografía habitual ahí, pero potaje se escribe con jota de co… raje), y de segundo berenjena rellena de marisco (ñam-ñam) y albóndigas. La Txurri pidió agua, oh, sí, cómo no, y yo dudé: ni refrescos, ni caña, ni agua, ni copa de vino (tinto o blanco de Alicante)… Ante mi zozobra el elegante camarero moruno me ofreció una botellita de Faustino VII, y yo encantado.
Lento servicio en cafetería restaurante El Mordisco
El lento servicio primero trajo unas cestillas con cubiertos, servilletas de papel y un par de trozos de barra de pan, luego los mantelitos, y depués el agua Lanjarón, botellín de Sierra Nevada de 33 cl., y la botellita de Faustino VII, 18,7 cl. de rioja áspero y con contentina.
Al de un rato largo llegaron los primeros platos en cubertería de diseño: para mí el potaje de lentejas, sositas, sin tropiezos de carne (ni morcilla, ni chorizo, ni tocino, ni costilla), o sea nada grasas, pero con patatitas, zanahoria… Soso y sano el cuenco cuadriculado, pero la Su lo cató y le sulivelló. Ella escogió ensalada que ni fu ni fa, con maíz y pepino que apartó, claro, más atún normalito y tal.
De segundo, como se acabó la berenjena (vaya chasco: menudo menú más redondo hubiera catado por ochito lereles), nos ofrecieron pescado pero preferí pollo a la plancha: una pechuga sosa y dura, guarnicionada con arroz con verduritas artificial y patatas fritas tediosas, un plato aparente para salir del paso. Susana pidió albóndigas, cuatro pelotas muy picadas sumergidas en una salsa con verduras ricas, cebolla perceptible y patatas sápidas. Muy bien lo suyo. Flipante, vamos.
El postre lo sincronizamos con cafés pagados aparte: yo un carajillo de Baileys, muy cargado, y ella un notable café con leche en vaso grande de desayuno. Ella tomó tarta de chocolate, buenísima y suavísima, y yo tarta de manzana, industrial pero con clase. En total, los dos menús (a 8 cada uno, IGIC incluido) más los dos cafés me salieron a 18,20. Una ganga. ¿En qué terraza se puede comer tres platos con vino y tal, por ocho euros, y no aberrar? En Las Palmas capital, donde hay más locales similares que de menú diario ponen pollo asado, papas y tal.
(Apenas se creyó el precio Óscar Cubillo)
Pasaje San Pedro, 9; Las Palmas de Gran Canaria
928 361 127
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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