Una ruta especial de bares y pintxos dominical por el Casco Viejo de Bilbao
Una ruta de poteo por el Casco Viejo de Bilbao es lo más parecido en recorridos al Rayuela de Cortazar. Depende de tu estado de ánimo, de la gente con la que la pasees, del tiempo meteorológico, del tiempo cronológico, de si tomas vino o vas a zuritos. Como diría Mariano Primero de Eh!spaña: depende.
El caso es que la ruta reflejada en este post es nuestra ruta de un domingo claro y luminoso, casi primaveral, de un Bilbao recién conquistado a la “normalidad” (sea la que sea, lo que usted quiera) y petado de turistas con lo que el paisaje y el paisanaje cambian y la experiencia es diferente. Otro depende.
Potear es el caos, el azar y la vida tamizada por un interesante trasiego de alcohol que va generando una diferente percepción de las cosas y un aggiornamento humano. El poteo debiera ser contemplado como una de las vías para alcanzar el Nirvana, con un desprendimiento sutil de las asperezas cotidianas, de los anhelos.
La ruta que pasamos a describir comienza en las escaleras de la añorada estación de la Naja, y desde allí, tras irnos de naja, perdón por el chiste facil, nos desplazamos a una de las calles más desconocidas por propios y extraños: próxima parada calle Esperanza (a.k.a. Itxaropen kalea). Allí descubrimos a unos animosos jóvenes que, por aquello del marketing, comenzaron a poner docenas de gambas al imbatible precio de 2 euros. En el bar Cris, primera cerveza, ratito de tertulia al sol y, animados por la camarera que quiere rentabilizar al máximo su terraza, levantada del culo del asiento y en marcha.
Así que nos decidimos por el Plan B. Los txampis del bar Motrikes, en la calle Somera 41. Unos txampiñones que creo que saben tan buenos por la solera de su plancha y por el unte secreto que sus dueños atesoran. Allí también tenemos anécdotas. Y es que cuando había manifas por el Casco sus antiguos dueños, al parecer no afectos a la Causa, solían ser hostigados por la alegre y combativa muchachada borroquera. En una ocasión nos tuvimos que refugiar de las hostias mientras tratábamos de que no se nos desplazara la vertical del pintxo. Eso demuestra que cualquier tiempo pasado no fue mejor y que, en ocasiones, la nostalgia te demuestra que lo vivido fue una puta mierda (con perdón). Y por aquello de que los posibles turistas que lean esto no se nos acongojen, diremos que estas kermesses pertenecen a otras épocas. Vengan tranquilos: Euskadi saboreála.
Y tras el txampi, como con el trasiego de Rioja (alavesa, por supuesto) comenzábamos a tener hambre, nos tentaron unas porciones de pizza del Pizza Vía, una de las mejores pizzerias de Bilbao y situada enfrente del bar anterior.
Más bares. Nuestra calle favorita es Santa María. Allí simpáticas irakasles del Bilbo Zaharra Euskaltegia trataron de introducir en nuestro duro coco los rudimentos de la Linguae Vascorum. Allí están el Txiriboga y sus fabulosas croquetas. Como dice Antonio, el dueño, cuando sale el género: ¡croquetas, croquetas, croquetas! El caso es que el domingo concreto no había croquetas (nuestra segunda desilusión), y la cosa se compensó con una rabas muy buen resultas. En esta calle otro must es el Irrintzi, un bar que el domingo reúne a gente cool y que tiene una excelente carta de pintxos.
Y tras esto, la taberna Basaras, en la calle Pelota, remozada, añorando su cutrerío anterior. Con nueva gerencia, pero con sus pintxos de merluza rebozada de toda la vida.
Y a partir de ahí la cosa se complica. Y eso es lo bueno del poteo. Que conforme va avanzando la hora y la gente de bien se va a sus casas ocurre lo interesante. En nuestro caso adoptamos a unos simpáticos extremeños de Jerez de los Caballeros a los que, viéndolos solos, incorporamos a nuestra cuadrilla y no dejamos pagar las rondas y creo que la cosa siguió por los bares de la Plaza Nueva. Pero, si quieren que les diga la verdad, el recuerdo comienza a ser nebuloso.
El asunto acaba a las ocho de la noche, entre abrazos y loas a la amistad y emplazamientos de visitas a Extremadura y, satisfechos, achispados y ligeramente desenfocados, nos desparramamos en el sofá de nuestra casa tras un tipycal poteo al estilo de Bilbao. No acepte imitaciones.
(le gusta adoptar extremeños/as y el poteo de domingo al dicky)
Periodista, con especialización en nuevas tecnologías de la información, redes sociales, relaciones públicas, gabinetes de comunicación, Internet y vídeo.
Licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco. Postgrado en Mecanización de la Información promovido por la Unión Europea. Estudios de Filología Inglesa.
Formación en multimedia, diseño web y gestión de empresas.
Radio Euskadi: redactor de informativos y director del programa especializado en nuevas tecnologías «Frontera Azul», galardonado con el premio MTV.
Radio Nacional de España: director de «A primera hora». Corresponsal de las revistas del grupo editorial Heres.
Euskal Telebista: redactor del magazine cultural «Vasta con Uve». Responsable del departamento de Publicidad de la televisión local Tele Donosti.
Sección de Internet y Multimedia de grupo audiovisual vasco Desarrollo de proyectos: deusto.tv , sitio web de la Fundación Buesa y otros.
Asesor de prensa en cosas. ¿Qué cosas? ¿cosas de gobierno? Sí, Peter, cosas del gobierno.
Orgulloso miembro (con perdón) del club de remo Kaiku (cuando ganaba). Hago karate (Shotokan) y subo montes y montañas y cojo olas. In the mood for love.
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Seguiremos vuestros consejos la proxima ocasión que vayamos al frontón de Mirivilla, que es la excusa que ultimamente nos lleva a los riojanitos a Bilbao, eso sí,dejando por si acaso un bocata de jamón en el coche. Y es que ya estamos «escaldaos» de no acertar con los pinchos en el casco viejo, que es a donde sabemos ir…La ultima vez nos salvó el estómago un «pastel» que compramos en una panadería enfrente de un Berton creo: barato, pero del tamaño del fronton y muy bueno, que creo que llamaban persiana…je, je..Un saludo
Fe de erratas:
Las redes sociales están que hierven con este post y todos nuestros interlocutores coinciden en que hay un error de bulto en el mismo. Antonio el de Txiriboga, cántabro por más señas, no dice ¡croquetas, croquetas, croquetas! cuando saca el género sino «cocretaaa» así con la a larga.
Dicho queda y gracias a todos y a todas, vascos y vascas, por las precisiones.