Pastelería Casa Otaegui (Donostia). Una de cal y otra de arena
Supongo que el 6 de enero se habrá convertido en un ritual para muchos desayunar o degustar con los cafés el tradicional rosco de reyes. Al menos para aquellos que cuentan con ilusionados niños en sus hogares. En mi caso, lo dejamos para el postre de una comida que cada año me toca organizar en casa para la familia, cosa que me agrada bastante.
Del postre no me encargo yo, es de lo único, y siempre llaman a mi puerta con la versión con nata y la sin, que mis gustos son más clásicos. El roncón es un pastel que me gusta, por el toque de agua de azahar y porque no resulta demasiado pesado tras una copiosa -y sin duda deliciosa- comida.
En celebraciones anteriores, habíamos catado ejemplares de distintas pastelerías donostiarras y, dependiendo de quién se ocupase del dulce, optaba por un establecimiento u otro. Este año el responsable del encargo nos sorprendió con dos lucidos roscos de la afamada Casa Otaegui. Se ve que intuía que iba a ser agasajado con docena de ostras al limón, que yo había adquirido especialmente para él, aunque compartiría inevitablemente conmigo…
Quizás mis expectativas eran demasiado elevadas teniendo en cuenta la procedencia de dichas tartas… Y no es que no me gustase, no, simplemente es que esperaba algo más especial. Ni siquiera contaba con la tradicional fruta escarchada en la superficie. Podía compararlo tranquilamente con otros roscones adquiridos en despachos más industriales y a un precio sensiblemente inferior. Cierto que no es un producto que admita demasiada originalidad, ni pueda incorporar altos niveles de I+D en su elaboración. Pero es que el precio que se paga por este bollo de leche con forma de corona no va en concordancia. No quiso el patriarca, tras el deleite de las ostras, confesarme el importe abonado; era condición sine qua non que la menda localizase el “haba” escondido para hacerme cargo del pago. Nada más lejos de mi intención, qué va; simplemente mi propósito era emitir un juicio razonable. Intentaré que cante.
Y es que Casa Otaegui (desde 1886) es símbolo de tradición y calidad en la capital guipuzcoana. Destaca en su dulce repertorio un producto estrella de gran reconocimiento, la panchineta. No he probado otra igual, y en este caso sí puedo afirmar rotundamente que no hay comparación con otras versiones ofertadas en pastelerías alternativas. A temperatura ambiente o ligeramente pasada por el horno, como manda la tradición, este postre de hojaldre, crema y almendra es sencillamente delicioso. La crema es fina y no empalaga, el hojaldre se rompe en mil láminas al partirlo y la almendra está tostada en su punto. No se puede pedir más.
Quizás por este exceso de calidad del también llamado franchipán, pequé de optimismo al degustar el pastelito real. Es, en cualquier caso, una opinión personal. Para gustos los colores.
(Uve)
Narrica, 15; Donostia-San Sebastián (Gipuzkoa)
Es de números y tiene un secreto para conservar su línea. Sus amigos se preguntan por la clase de alimento, Uve sonríe coqueta y se guarda su secreto. Aporta el #mistery a Lo Que Coma Don Manuel. Amiga del anonimato, viste de negro, escucha a Roy Orbison para alegrarse, le parece que Iván Ferreiro grita, estudió en colegio de monjas, le chiflan las ostras, ofrece cerveza a los gremios y trajo el TeleMadre a Euskadi. Siempre de aquí para allá, pasa la noche mirando la Luna, esperando que pase un cometa o baje un platillo volante. Lo normal, al conocerle, es preguntarle: “de qué planeta viniste?”.
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- Pista: sobresaliente la pantxineta de Casa Otaegui (Donostia) | Lo Que Coma Don Manuel - […] el hojaldre se rompe en mil láminas al partirlo y la almendra está tostada en su punto”. Lo escribió…
He pagado 42€ por un roscón insípido, mazacote y sin frutas, vamos, una mierda. Ya me han visto en esa pastelería.
En una buena pastelería, Perro Labrador, es más o menos lo que hay que pagar por un pastel de 1 ración.
Coincido con Uve, las pastelerías con el asunto del roscón de reyes se han subido a la parra de una manera exagerada. Además, creo que el precio de los productos de pastelería en el País Vasco es , en comparación con los del resto de España bastante caro. Hay calidad pero pagar tres euros por un pastel, como me han llegado a cobrar en una ocasión en un pastelería de centro de Bilbao, es una barbaridad