Restaurante URbare (Bilbao). Ni tanto, ¿ni tal calvo?
Es curioso. Ya hemos visitado un par de veces el restaurante URbare, junto a la pasarela Zubizuri (la pista de patinaje que diseñó Santiago Calatrava para atravesar la ría), siempre en buena compañía y tenemos una conclusión unánime. El servicio es muy bueno, el jefe de sala te hace sentir como un señor, pero sin agobios; sabe buscar un punto de complicidad con el cliente y siempre tiene una respuesta y/o explicación a las dudas y/o preguntas que se le plantean. El local se encuentra a un paso del centro de Bilbao, frente a las torres de Arata Isozaki, pero, paradójicamente, y pese a la ausencia de rincones o reservados en su distribución, parece un lugar indicado para citas discretas. Las mesas servirían para jugar al dominó en una tasca de pueblo, pero se visten de modo clásico y cobran presencia en un punto donde la ranciedad se confunde con la elegancia. Uno se encuentra a gusto, relajado, con la ambientación musical, entre soul y smooth jazz (ya sabéis, jazz para gente a la que no le gusta el jazz)… Bien, ¿y la conclusión unánime? Que la propuesta gastronómica no está a la altura del servicio, la ubicación, la selección musical.
La deducción se extrae del que llaman menú URbare, una propuesta que consta de tres platos, postre casero y bebidas, crianza de Rioja (Solar de Becquer, de Pradejón él) incluido. Todo por 19,80 euros, más IVA. En nuestra primera visita ya comprobamos los altibajos. La ensalada de pasta y pavo asado estaba bien rica, suficientemente sustanciosa pero nada cargante; un ejercicio de sencillez y eficiencia, sin tacha. El pastel de morcilla con salsa de puerro y cebolla fue un intrascendente timbal. Bien consistente, mas no tan tierna, era la carrillera de ternera con pastel de boniato. Y Aitorsky calificó de deplorable la guarnición de su porción de rodaballo. Qué carácter.
Durante la última visita volvimos a sentir la sensación de que el trabajo de cocina es muy mejorable. Las ensaladas (salmón con aliño de yogur y ensalada de pasta y piña natural) no pasaron de correctas. El plato de alubias con sacramentos resultó de lo más corriente y moliente. Mediocre era el pisto a la bilbaína, una potencial exquisitez que yo mismo preparo muchísimo mejor; para qué negarlo. Será porque soy bilbaíno. Y el rodaballo nos gusta tanto que no vamos a poner pegas, no nos arrepentimos de haber descartado el confit de pato a la naranja y el goulash de cordero. Rico estaba el hojaldre con manzana y para bueno bueno, el puding con salsa de frutos rojos que escogí de postre. Lo mejor. Un halago no especialmente conveniente, siendo yo un comensal que prefiere de largo el salado al dulce.
Tras tomar un café y una “infusión especial” (té negro con pétalos de rosa), y sumar los correspondientes impuestos, la factura ascendió a 47,30 euros (4.000 pesetas por persona). Nos volvimos a sentir a gusto en sus sillas/butacas (nos hubiéramos tirado allí un buen rato más), nuevamente contamos como un plus la labor de los camareros (pese a tener que pagar en la pequeña barra de la entrada) y lamentamos no haber comido un poco mejor. En esa ubicación, en ese ambiente entre moderno y decadente, con esa atención, con esa tranquilidad, se espera y desea algo más. Y resulta que lo que se encuentra en los platos no es para tanto. Ni tanto, ¿ni tan calvo?
(espera un poco más igor cubillo)
Campo Volantín, 23; 48007 Bilbao (Bizkaia)
94 441 82 02
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Estimado D. Manuel… eskerrik asko por colocar mi blog dentro de su lista de enlaces sobre el comer!!!
Alucinada estoy con que un blog de referencia para mí, me coloque a mí como referencia. Muchísimas gracias, un saludo, y a seguir comiendo 🙂
Por lo que veo, este restaurante está ubicado en el sitio donde la presentadora Patricia Gaztañaga abrió un elegante italiano que duró dos telediarios. Parece un lugar maldito para los proyectos de hostelería, veremos si este tiene más fortuna