Pizzería La Foca Nicanora (Bilbao). No es lo que era
Sábado tarde, acudimos al Museo Guggenheim Bilbao. La familia. Los críos se fotografían con Puppy, el perrito de Jeff Koons, y, ya dentro, se lo pasan en grande simulando que se zambullen en el agua cuando los diodos luminosos de Jenny Holzer emiten su luz azul y corriendo emocionados entre las esculturas transitables de Richard Serra que integran ‘La materia del tiempo’. El resto no les divierte tanto. Es hora de explicarles que aquí, más que el contenido, lo que mola es el continente, la obra maestra arquitectónica que Frank Gehry recubrió con escamas de titanio.
Son las ocho. Salimos, con Mandi, Rmrls y su descendencia, y tomamos un Viña Real (1,60 euros) en el Abando Y Barra. Nos gusta ese bar; aguantas un poco y te ponen algo, una pequeña tapa a base de frutos secos o encurtidos. Puede parecer poco, pero eso en Bilbao es mucho. También cae una Amstel Oro en la taberna Museo Artean. Nos gusta esa cerveza. Repetimos en Abando Y Barra y enfilamos hacia la Foca Nicanora, “American Pizza House”. Aunque está en juego el Madrid – Barça, y se podría pensar que todo el mundo está frente a un televisor, ha habido que esperar 15 minutos antes de sentarse.
Les contaré la experiencia. La Foca Nicanora estuvo considerada durante años una buena pizzería. Superior. Muy superior a franquicias como Telepizza, Pizza Hut y Domino’s, por supuesto. Incluso las suyas fueron señaladas con frecuencia como las mejores pizzas de la villa. Ahora no sé qué fama le acompaña, pero me temo que no es lo que era. En sus servilletas se anuncia como despacho de nachos y pizzas, éstas son sus especialidades, de hecho prácticamente su única oferta (al margen de “ensaladillas” de cangrejo, de pasta y rusas), y probamos ambas cosas. ¿Regadas con cerveza, agua y Coca-Cola? “Sólo hay Pepsi“, nos dijo el camarero. Mal empezamos…
En este sitio el pedido se coloca directamente sobre el cristal, nada de tapetes o manteles. Tras la bebida (cañas y Pepsi a 2,10 euros, y un litro de agua a 3,10 euros), lo primero en llegar fueron un par de raciones de nachos (a 6,20 euros la unidad). Sin un triste tenedor o pincho para rascar la cazuela de barro, algo que lamentablemente precisamos, pues los triángulos de maiz se sirvieron reblandecidos, hechos puré. Como si hubieran sido recalentados al microondas. Fatal. ¡Mi reino por unos nachos Frank Sinatra de La Terraza!En cuanto a las pizzas, decir que la Tío Tom estuvo bien. Grande, de masa gruesa, tirando a esponjosa, en contraposición a la tendencia actual de valorar las finas y crujientes. Sus ingredientes: ternera, pimiento verde, ajo y piña alegrando el conjunto, de sabor profundo. Estaba bien, repito, pero tengan en cuenta que costó 22,60 euros. Casi 4.000 pesetas.
Más floja estaba la pequeña (16,20 euros) que zamparon los críos, mitad Florida (jamón, champiñones), mitad Milwaukee (atún, cebolla, aceituna). ¿Quieren mi opinión? El local carece de atractivo estético, nunca he comido peores nachos y los precios son demasiado elevados. En nuestro caso, 60,60 euros en total, unos 9 euros cada adulto por comer un puñadito de nachos, dos porciones de pizza y un vaso de agua o cerveza. Precio de delicatessen para comida del montón, nada extraordinaria.
(cuchillo)
Calle Iparraguirre 3; 48009 Bilbao (Bizkaia)
94 423 77 60
Es el pequeño de los Cubillo Brothers. Nació en 1991, en el mismo Bilbao, es más de salado que de dulce y acostumbra a disociar, con lo cual cambia de apariencia física con frecuencia. Como Robert de Niro antes de rodar Toro Salvaje, pero a lo tonto, por la cara. Él es más de toro tataki. Aprendió pronto que Dow Jones no es un cantante, le incomoda la fama de criticón, pues siempre ha sentido simpatía por el débil, y una máxima guía su proceder: «más vale que zozobre, que no que zofarte…». Católico practicante, que no celebrante, en su bautizo el párroco ofició vestido de Elvis, cantó himnos y salmos, y entonó el ‘Burning Love’. Vio la luz el día que se fotografió con Ferran Adrià y el de L’Hospitalet de Llobregat le puso una mano sobre el hombro al tiempo que decía: «Cuchillo, la gastronomía es el nuevo rock and roll». Amén.
luego se quejan de que no tienen trabajo .
Nos acercamos a cenar a la terraza de la foca nicanora y como en la mesa tenian colocadas pocas sillas y nosotros eramos 9 personas nos invitaron a que nos fuesemos y no nos permitieron colocar ninguna silla mas. Con esta profesionalidad vamos a llegar muy lejos .
Yo suscribo la crítica palabra por palabra. Este local ya no está a la altura de lo que fue. Y es una lástima. Me consuelo pensando en que siempre nos quedará el Xurrut de Gorliz para comer una buena pizza.
Hace mil años (en tiempos pre-guggenheim) íbamos mucho a la Foca, era caro para nuestra economía de estudiante pero siempre había ocasión para darse este capricho, nos encantaba. El otro día me gustó volver con los niños, es cierto que los nachos fueron una decepción, pero la pizza estuvo bien. No está mal para un local que, con el efecto guggenheim, no tiene que currarselo mucho para estar lleno a diario.
¿por qué siempre se acaba? ¿por qué ese empeño en currarse la fama y echarse a dormir? la foca nicanora siempre había tenido unos de los mejores nachos de Bilbao. Caros, sí, pero deliciosos. Con un queso pelín graso pero generoso y bien gratinado. Los triangulos crujientitos… Una lástima