Restaurante Miramón Arbelaitz (Donostia). Comida estelar, servicio estrellado
Bilbao. 11 de enero de 2013. 23:23 horas. Estoy en San Mamés, contemplando la descomposición de mi Athletic. El árbitro pita el final del partido. Gana el Rayo Vallecano, 1-2. Mi equipo acaba de igualar su peor registro de goles encajados en la primera vuelta de la Liga. No me inmuto demasiado; me he distraído, me he pasado de largo la estación del escepticismo y me encuentro ya en la del desencanto futbolístico. Además, me consuelo, la camarera del Miramón Arbelaitz se habrá alegrado.
No hace mucho acudimos mi hermana sister, mi cuñado, mi esposa y yo mismo al referido restaurante, a probar un menú tasado en 80 euros, incluida bodega, cerveza, agua y café. El que esto suscribe tenía ganas de probar la cocina de Hilario Arbelaitz, un cocinero que se confiesa «enamorado» de la ostra y que, por decisión personal, está más próximo a la tradición que a la vanguardia. Y, sí, esa misma mañana caí en la cuenta de mi error: Miramón Arbelaitz es el restaurante regentado por Joxe Mari Arbelaitz, Premio Euskadi de Gastronomía 2010 al Mejor Restaurador. Hermano de Hilario, se curtió en el Zuberoa (Oiartzun) y, la verdad, el hombre dejó muestra de su talento.
La comida en sí comenzó con un par de aperitivos: sopa fría de melón y taco de txitxarro con emulsión de tomate. La una fina, bien delicada. El otro, acertada preparación que tardarían seis meses en idear, en sesudas sesiones y brainstormings con delantal y cucharón, y apenas duró diez segundos en el plato. A continuación se sirvió una crema fría de tomate a la menta, con sorbete de frambuesa y costrones, que pronto me empujó a escribir lo siguiente en mi bloc de notas: «buenísima», referida a la impresión general; gamba, señalando uno de sus ingredientes.
La cosa se puso ya bien sería con el huevo escalfado a baja temperatura, guisantes y consomé de ajo fresco. Rico el huevo, sí, pero brutal la crema de guisante. Hubiera comido un barril entero con la especie de pala de pescado que nos procuraron. Original herramienta, juzgó Bego. «Ya, pero para diestros», apostilló Urko.
Siguió un arroz cremoso de hongos y, a continuación, se sirvió atún a la plancha. Bien. Poco hecho. Fino. Refinado. Dando la razón a los hermanos Arbelaitz cuando han dicho que se alinean más con Santi Santamaría que con Ferrán Adria, que apuestan por el producto de temporada, por su sabor, por la mínima manipulación del alimento principal. Y lo mismo pasó con el taco de ternera asada a baja temperatura con zanahorias tiernas glaseadas, una especie de tierna carrillera con la que el humilde tinto creció.
De postre, una buena combinación; ya imaginarán que el sorbete de piña liga con la leche de coco y el polvo de naranja. Y que refresca lo suyo. Y unas tejas acompañaron a los cafés.
Hasta aquí el rosario de parabienes, todos dedicados al contenido de los platos. Un buen hacer que actualmente Arbelaitz también ofrece a la carta; en un menú degustación más largo que el reseñado (70 euros, más IVA, sin bodega); y en formato «de negocio», consistente en un aperitivo, tres medios platos, postre, vino de la casa y café (entre semana, a mediodía, por 32,40 €, IVA incluido).
A continuación, toca señalar aquello que chirrió durante nuestra visita, algunas cosas realmente sorprendentes, inesperadas en un restaurante de postín, como el que nos ocupa. Una sucesión de comportamientos que nos hizo añorar la falsa sensación de coherencia, la ilusión de secuencia que Robert Scholes atribuye hoy a la narración, y es exigible en un restorán que presume de estrella Michelin. Vitola que mantiene abiertas algunas expectativas que aquí se vieron defraudadas.
¿La causa de nuestra perplejidad? El trato excesivamente jatorra del servicio. Nada de descripciones. Nada de pausa. Todo al borde del atropello, con una aparente escasez de atención que, realmente, no esperaba. Jo, parecía qué estábamos en una cervecera… Incluso de entrada hubo ya un episodio realmente desconcertante. Nuestra reserva incluía «maridaje» y todo lo que los propuso una de las camareras fue lo siguiente: ¿Quieren vino tinto o blanco? … Bueno, hemos reservado un menú con maridaje … Bien, ¿con qué quieren empezar? … No sé, con una copa de lo que consideren que acompaña mejor cada plato, lo que crean que marida mejor en cada caso, ustedes sabrán … Bueno, algunos prefieren tinto y otros blanco … (!!!!!!) Mire, saque una botella de tinto y otra de verdejo. Y así hizo, la tía. Una de Finca de Marquesado crianza (un rioja 95% tempranillo y 5% graciano), otra de Camino de Castilla, y a correr. Allá se las compongan con el maridaje.
El presidente del Athletic aquí no es bienvenido
La confusión creció rápidamente, pues solicitamos la cerveza que se incluía como aperitivo en el menú contratado y, al hilo del pretendido maridaje, nos topamos con esto: «La verdad es que la cerveza no pega con nada», confesó una camarera, la más joven y menos discreta. La que se ganó a pulso un hueco en mi maltrecha memoria con el siguiente comentario: «el presidente del Athletic aquí no es bienvenido «. Acabáramos. Estábamos comiendo y vimos entrar a un reservado a Jokin Aperribay, presidente de la Real Sociedad, acompañado de otros señores trajeados. ¿Está en ese grupo el presidente del Athletic?, preguntamos, y la mesera nos deleitó con la perla citada.
No contenta con el desprecio, con mi hermana a punto de saltarle a la yugular y yo diciéndole «no se preocupe, que nosotros somos de Osasuna», la mujer se soltó y nos contó, jocosa y patética, la siguiente anécdota. «Estuvo por aquí un directivo de la Real (es que vienen mucho), cuando el Athletic había llegado a dos finales, y nos dijo: ‘he ido a Bilbao y hasta las cabinas del peaje están hinchadas; casi no pasan los coches». No sé, podían pagar sus frustraciones como Alicia Keys, llamando Egipto a su vástago, pero prefirieron liberar un latente complejo de inferioridad. Un hecho grave cuando el trabajo cara al público precisa prudencia, tacto, mesura, moderación, reserva, sagacidad, sensatez, tino.
Y yo me pregunto: ¿será de la misma opinión Joxe Mari? ¿Realmente no es bienvenido el presidente del Athletic en su restaurante? Permitan que lo dude. Eup!
(lleva 31 años acudiendo a San Mamés, Igor Cubillo)
Paseo de Mikeletegi, 53, 20009 Donostia-San Sebastián (Gipuzkoa)
943 30 82 20
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
6 Comentarios
Trackbacks/Pingbacks
- Orio Gastronomía Vasca (Madrid). O la eterna paradoja « LO QUE COMA DON MANUEL - [...] afectuoso a la camarera que nos atendió que, al contrario de lo que he podido leer aquí sobre Arbelaitz…
Estimada Olga, le ruego que no ponga en duda mi credibilidad. Son más de 22 años dedicados al periodismo, y no he faltado nunca a la verdad.
Todo lo relatado es cierto, no hay ninguna «mentira», como se atreve a escribir.
No tengo ninguna necesidad de inventar absolutamente nada. La comida la encontré realmente buena, y el servicio… como lo describo. Ponga usted el calificativo.
Gracias por contarse entre nuestras lectoras.
Un saludo.
Mi atrevimiento a responderle,porque yo se,como trabajamos las camareras,y no me creo,las respuestas que dice haber dado la supuesta camarera,en Arbelaitz! yo tambien llevo años trabajando en mi oficio.Saludos
Estimada Olga.
Lo único que tenemos (que nos queda) a los periodistas es nuestra credibilidad y nuestra profesionalidad. Aquí, entre otros, escriben (escribimos) gente de este oficio. Conozco desde hace años al señor Cubillo y me apuesto una parte (sensible) de mi anatomía a que el diálogo descrito se corresponde fielmente con la realidad. Y es que una cosa es el periodismo y otra la ficción narrativa; aquí se perpetra lo primero.
Otra cosa es que a veces la verdad duela o que escueza. Pero esa es la función del (buen) periodismo: ser fiel a la realidad y resultar incomodo. Por cierto, su grado de implicación este post me hace sospechar cierta relación digamos, ejem, personal, con el restaurante. ¿Acierto?
Un saludo.
Alucinada me dejas. Uno, haberle dicho que eres directivo del Athletic, a ver qué cara se le queda. Dos, NO estamos como para descuidar al cliente, y menos estos restaurantes con estrella Michelín, los cuales son los primeros a los que la clase media dejará de acudir, y a los que la clase alta empezará a acudir menos frecuentemene. (Ni qué decir que las comidas de empresa empiezan a hacerse en La Mary, no te digo mas). Y tres, tiene gracia, el menú es maravilloso, la cocina igual, pero yo soy el cocinero, leo esto, y saco a escobazos a la camarera, por tirar por tierra mi trabajo, y la experiencia del cliente por comentarios fuera de lugar, escaso (nulo) tacto, y encima con poca profesionalidad.
(B, que se está volviendo quisquillosa)
Blackie, a mí ya no me sorprende nada del paupérrimo servicio prestado, cada vez con mayor frecuencia, en la hostelería donostiarra. Detrás de usted se arremolinan diez franceses poco o nada exigentes y ávidos por consumir. No tan manirrotos como los bilbaínos, pero sí mucho más numerosos.
Y, así, el descuido y la relajación de modales y atención al cliente es flagrante.
Lástima. Tiran piedras contra su propio tejado.
No obstante, creo justo señalar excepciones, que las hay en Donostia. Recientemente, el trato en el restaurante Kokotxa fue muy bueno. Y en el Mirador de Ulía, excepcional, un servicio de 10.
Es mentira ,todo lo comentado arriba sobre la camarera,no se ,como se pueden escribir tantas mentira.Solo para dejar en mal lugar al servicio del restaurante,que es muy respetuoso con el cliente.y ninguna camarera hace esos comentarios,dsscriptos!!