La Venta de Castañeda (Pomaluengo). Comida casera para la clase obrera
Cuando esquivando Santander viajamos hacia Occidente (Suances, Llanes, Comillas…), recorriendo la Nacional 634 entre Solares y Torrelavega solemos ver a la vera derecha el restaurante de carretera La Venta de Castañeda. Se halla en un tramo de velocidad reducida, en una plazoleta de su propiedad (ahí hay un amplio parking), y su fachada de madera con toldos y tal da la sensación de ser un atractivo para domingueros. Mi sexto sentido siempre me advirtió que comería ahí. Y un día, de regreso a Oriente, se le ocurrió a La Txurri y acepté de inmediato. Aparcó en el parking, al sol, y como no estaba expuesto el posible menú del día, entró a preguntar. Yo me quedé fuera, viendo los sanfermines en la tele, mientras me observaban dos comensales del comedor elegante y moderno, con buena cristalería presta para los caldos. Me fijé que en el comedor de la derecha, casi cerrado, un cartel indicaba: ‘se puede fumar’. El típico truco de terraza falsa, imagino.
Salió Susana de la venta diciendo que había conejo estofado y no recordaba qué más, y que sólo valía 9 euros, y dije OK, pues a mí el conejo es de lo que más me mola. Últimamente me obsesiona. Entramos, cruzamos el bar con paisanos de charleta pegados a la barra, y llegamos al comedor. Pintoresco, amplio y cutrín. No lo enseñan en su página web y las imágenes que tomé con el móvil hicieron plof (o chof, no sé). Era un refectorio enorme, las mesas estaban preparadas con manteles y servilletas de papel, y las persianas muy bajadas debido al sol que pegaba duro ese día. Me fijé en que había mucha peña con pinta de currela. Y varios comensales solos. Menos mi esposa y una tipa con pinta de turista, todos los clientes eran varones. Sonaba música hortera. Luego la presentó el locutor: Los 40 Principales. El aire acondicionado soplaba fuerte, como el de la casa de Pablo Milanés, el cantautor rojeras con pecados de nuevorrico. Decía La Txurri que era un local triste. No, es pintoresco y un poco opaco, observé yo.
Oímos a la amable camarera/encargada contar a unos clientes: «De 1 a 2 servimos 60 ó 70 menús para los obreros. De lunes a viernes. Los fines de semana no, pero sin ellos no abriríamos entre semana». Las mesas se ocupan varias ocasiones por tanda, nos fijamos. Y la señora encargada le contó a no sé quién, a algún comensal no habitual: «Se paga fuera, en la barra, y ahí toma el café. Que está incluido en el precio. Algunos lo prefieren tomar en el comedor y se lo cobramos aparte, a 1,10 creo que es. A mí me da igual. Pero hay quien no entiende que se trata de acelerar los menús para no tener las mesas ocupadas».
Nosotros no teníamos prisa y llegamos a las 2 y pico, tras el mogollón obreril. Ese día, jueves, había de primero paella, ensalada mixta, macarrones y marmitako. Susana pidió macarrones, y eran caseros, con un chorizo bueno que le encantó, cebolla suficiente y bastante salsa de tomate, levemente picante, que mantuvieron el punto atractivo. Yo pedí marmitako, o sea patatas con bonito, y me sorprendió por la calidad del plato, la cantidad de bonito, los pimientos rojos… La gocé. La señora me sirvió un platazo que casi me congestiona. Pero aguanté con un titán, bebiendo poco morapio, Cerro de la Cruz, 11º de alcohol, temperatura de servicio entre 14-18, qué optimistas (es el mismo vino del menú del día del Casa Vasca de Deusto, del que pronto trataremos). Había también casera que rechacé (la próxima vez la pido) y mi esposa, la que me conduce, bebió Aquabona, muy fresca.
De segundo ese jueves había bocartes, callos, carne guisada (con patatas fritas, buena pinta vi que tenían las que pidieron los otros dos turistas, no currelas), conejo estofado. La Su dijo que los bocartes (anchoas) estaban demasiado hechos y encima los guarnicionaron con patatas, pues se les había acabado la ensalada, se excusó sin pedírselo la encargada. Yo pedí conejo estofado, of course. Con patatas ricas, salsa con mucha zanahoria, y piezas tiernas y sápidas. No tenía prisa. Lo chupé todo y no dejé ni una patatita. Cuando el camarero se llevo los huesos, miraba el plato incrédulo. Hace mucho que no me felicita ningún camarero por comerlo todo. ¡Cómo está el servicio!
De postre había tarta, helado, arroz con leche, yogur y melón. Yo tomé un helado, un cornete marca Somosierra, rico; ella un yogur Nestlé, natural, ‘más suave, menos ácido’, como indicaba el recipiente. Salimos a pagar en la barra del bar y a tomar el café incluido en este menú estupendo y currela de 9 lereles. El café estaba rico y la camarera, una morenita tipo Cleopatra, tenía unas perolas tales que esa misma tarde de jueves, primer día del 8º Festival BBK Live, le recomendé al experto Pato: «Pato, cuando vayas mañana a Reinosa párate en La Venta de Castañeda, a la derecha de la carretera, aunque sea para tomar una cocacola o para comprar tabaco, aunque no fumes. Para y flipa con las perolas de la camarera». Y el pobre Pato objetó: «Ya sé dónde es. Nunca he estado pero mañana no me da tiempo. Otro día». Otro día dice La Txurri que quiere ir a La Venta a comer a la carta en los comedores elegantes, a los platos chéveres con precios ajustados: cordero y merluza a unos 15. A mí, si me lleva… Soy capaz de tomar el café en la barra, para despejar el comedor más que nada.
(se sintió en el paraíso de los currelas Óscar Cubillo)
ver ubicación
Barrio Pomaluengo; 39660 Pomaluengo (Cantabria)
942 59 21 40
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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Mira que hemos parado veces a tomar el vermú en la terracita y nunca hemos sabido de:
– el menú
– la camarera
Por lo tanto es un post doblemente útil. WINWIN. ¡Gracias Óscar!
Cuántos recuerdos: tú eres más rápido en la carretera, pero yo beso antes a las camareras… Te conoceré por las botas de montar, me conocerás por el negro Cadillac, y esta sonrisa de pandillero juvenil… Ayayayaaaay!!
PD: con la de kilómetros que median, espero que el café esté bien bueno.