Grande Onda (Carcavelos). Ambiente playero
Tras patear Lisboa pasamos unos días en la playa de Carcavelos, en el corner oriental del municipio de Cascais. La Txurri se aburre y me quiere llevar a Sintra de excursión, pero me niego. No soy un turista. A mí me mola ir a sitios de playa y sólo pido un paseo marítimo con muchos bares con terrazas al océano. Ahí, en Carcavelos, no hay de esto y, sin embargo, no me aburro. Me relajo. Eso sí, me duermo superpronto y me despierto bastante tarde. Desde el primer día frecuentamos el que parece el mejor local del arenal, el restaurante Grande Onda, con su terraza a la playa que se estrecha con la marea alta. En la playa hay teens delgadas de patricia belleza y maneras hiperpijas, madres de tres hijos con los pechos operados (en Portugal no hacen top less, parece), la epidemia de rusos que lo invaden todo, tíos forjados en el gimnasio (algunos gays), muchos surferos y los policías a la sombra, claro.
El Grande Onda es un garito playero con muchos camareros. Tiene un ambiente de día y otro de noche. La noche empieza a las ocho, cuando los precios suben (una botella de cerveza Superbock pasa de 2 a 2,5 euros) y cuando también sube el volumen de la música, con un DJ animando a la peña que consume en pie al aire libre, en medio del paseo, interrumpiendo a los paseantes. Nosotros solemos ir al mediodía. Una noche intentamos cenar, pero hay demasiado ruido y bullicio. La primera vez que nos sentamos probamos el arroz. Te lo preparan en unos 20 minutos y, mientras llega, probamos el queso curado (2,5) del aperitivo: marca ‘Montiqueijo’, cremoso, de pasta blanda, levemente ácido por el cuajo, sabroso y gozoso.
Detrás de mí un tipo viril con novia come una hamburguesa de oferta (4,5) y me da envidia. Otro día. Barcos surcan el mar saliendo de la desembocadura del Tajo y más cerca pasean hembras en bikini (con las nalgas muy desnudas y tremolantes) a las que ya no miraré cuando coma (son placeres distintos). Sopla un viento molesto y llega el arroz con marisco (25 euros, dos personas). Por Dios, pedazo cazuela. Quitamos la tapa y hay papeo para un pelotón. Humea el condumio y se mezclan el verde del cilantro y el naranja del caldo y de los muchos mariscos. Los mejillones tienen un pase, las almejas mucho sabor (hay por todos los lados) y los langostinos, sobresalientes, están medio pelados. Me sirvo un montón de veces, seguro que hasta los tres platos, de la cazuela que conserva el calor. Recuerdo el arroz que probamos en el Astuy, que no le llega a este ni a los talones. Comemos sin prisa pero sin pausa el arroz, bastante caldoso, con lo cual entra fácil. Al acabar no me siento pesado tras la pitanza. Tampoco por la tarde. Susana asegura que repetiría. Nos proporcionan toallitas de limón para limpiarnos y pago con tarjeta 33,50 euros: 25 del arroz, 2,5 del quesito rico, más 6 de tres botellas de cerveza Superbock, negra / stout / preta para ella. Lo digo de memoria pues, misteriosamente, el ticket que lo especifica desaparece.
Otro medio día volvemos en plan más informal al Grande Onda. Sopla viento, pero mucho menos. Suena por los altavoces ‘La chica de Ipamena’ y se queja mi esposa: «Aquí siempre falla algo. Ayer el viento, hoy la música demasiado alta…». No está tan alta y seguro que mañana ella se queja del calor, o de que ahí hay demasiados negros, o que ya les vale a los padres de los niños chillones. Al acabar pago con dinero 13,50 lereles por esto: 4 euros por dos birras Superbock, negra para ella y rubia de ‘sabor autentico’ para mí (me encanta esta); 4,50 por la hamburguesa con queso (muy aparente, con pan de molde -que lo prefiero en contra de la opinión de mi hermano- y sus bolsitas de mayonesa, kétchup y mostaza); y 5 por una tosta de atún (se trata de un gran sándwich a la plancha, ahí en forma de corazón, con patatas paja de adorno que no aportan nada; en el medio va una pasta de atún con tomate en rodaja que a Susana le encanta pero a mí me aburre, me parece un poco árida la tosta, aunque se me ocurre que puedes pedir lo mismo para cuatro personas con una birra y te sirve de tentempié, o de montadito, o de bocadito, o de aperitivito, o de lo que cojones se os ocurra). Al abonar veo la factura pero, tachán, vuelve a desaparecer como en un chistera de mago en el pequeño balde que usan los camareros, en el momento del pago, para que no vuelen billetes ni se pierdan monedas.
El último día que nos sentamos en el Grande Onda, donde ya nos conocen algunos de los muchos camareros, casi nos vamos por culpa del solazo sobre algunas mesas, de la congestión de la terraza y de la música alta (esta vez sí: se oyen muchos graves, no a demasiado volumen, pero el aparato es muy potente). In extremis, nos ubicamos por nuestra cuenta en la parte ancha de un extremo, sin música, en una mesa cojeante (parece que ahí ninguna está equilibrada), con vistas a Setubal, a los barquitos y a las nalgas de las chicas paseantes. Nos damos un modesto homenaje culinario. A pesar de los peros de mi esposa, empezamos con camaroes piri piri (9,50), o sea, langostinos al ajillo y con picantín. No pica mucho, advierte el camarero, y están estupendos, sin cilantro, un poco sositos quizá, muy aromáticos. El ajillo es muy válido y chupo las cabezas de los decápodos. Les exprimo limón y sube el sabor. La gozo y mi esposa también, que se alegra de la elección.
Los disfruto con una cerveza Superbock rubia (ella negra) y pido una botella de vino para el plato principal. Dudo entre media de tinto Vinha do Monte (que me gusta mucho) o de Periquita (8 me cobran los 37,5 centilitros en el restorán, a 3,99 veo la botella entera, de 75, otro día en el supermercado Pingo Doce), y el camarero me recomienda éste. No acierta: está flojito. Es de la Península de Setúbal, 13º, cosecha 2010. Según su etiqueta, desde 1850 es el primer vino embotellado de Portugal. Es muy suave y floral. Me ayuda a ingerir mi cerdo a la alentejana (12), que va con patatas y almejas y casi me salto una muela al primer bocado, y al segundo también, con sendos trocitos de concha. Buf… Luego no habrá más peligros. Las patatas fritas en taquitos están muy ricas, el cilantro no atosiga y el lomo en trocitos de la carne porcino es jugoso y sabroso, así como las almejas. El fondo del plato es aceitoso, demasiado. Esta es la única pega que le pongo al plato, además de que hay tanta cantidad que puede parecer reiterativo.
Susana pide bife a la portuguesa (14), o sea, ternera con patatas redondas menos apetitosas y un huevo frito de remate. La carne se posa sobre una salsa de vino y hay jamón debajo. Lo compara con el del restaurante Martinho da Arcada y comenta que la carne de ahí era más delicada, pero que éste le gusta mucho también. 18,50 vale el de la Arcada. De postre, para acabar yo el tinto, pedimos un quesito curado (2,50), el consabido Montiqueijo, sabroso y cremoso, suave y sápido. Por todo esto, más el necesario cesto de pan (1,60), pago en total 51,60 euros con la tarjeta. Reclamo la factura y a la segunda me hace caso el flaco camarero. Si no es a la tercera, claro.
(cuando come, ni mira a las mujeres Óscar Cubillo)
web de Grande Onda
Avenida Marginal; 2775-604 Carcavelos (Portugal)
+351 21 456 5926
El autor: ÓSCAR CUBILLO
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
2 Comentarios
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- LQCDM: Restaurante Grande Onda (Carcavelos). Ambiente playero | bilbaoenvivo - […] días comiendo desde cazuelas de arroz a hamburguesas, y bebiendo desde cerveza hasta vino: Grande Onda (Carcavelos). …
Ejem… Paloma, gracias por tus elogios. Lo que intento es narrar lo que disfruto al comer, aunque me alargue en el texto. Gracias otra vez.
Disfruto un monton con tus relatos,tu los vives y se los haces vivir a tus lectores…..me encantan,hasta saboreo los platos