La Taberna del Gourmet (Alicante). Caro y pijo, sí, pero imprescindible
Este año las vacaciones han sido lo que se dice «de ir al pueblo», que la cosa está achuchá. Pero bueno, no me quejo, ya que soy bastante suertuda en este aspecto y mis pueblos son Alicante capital (el mío) y San Roque, provincia de Cádiz (el de gananciales). Que con todos los respetos para los que tengan pueblo de interior y, sin ánimo de dar envidia, molan bastante para el mes de agosto.
Y cuando voy a Alicante, además de disfrutar de la gente que no tengo a mano el resto del año, me gusta hacer lo típico… Una horchata de Peret, una ensaladilla rusa bien cubierta de mayonesa por encima, unos montaditos del Capri… Esas cosas. Y de unos años a esta parte, si se puede, intento escaparme un día a La Taberna de Gourmet, en la calle San Fernando, al ladito de la célebre Explanada azul y roja.
La Taberna no deja de ser un ‘gastrobar’ de estos tan de moda últimamente que, con incluir los términos gourmet, gastro, vinoteca, o similares en el nombre, ya se sienten con el derecho de clavártela (pero bien) en la cuenta. Y, ¿qué tengo que decir por mi parte sobre este tema? Pues que algunos lo valen y otros muchos, pues no. La Taberna, para mí, es de los que lo valen.
Con la cocina a la vista nada más entrar, destaca el mega surtido de quesos. Si es que mira que son listos los jodíos… Yo, que soy de la opinión de «para qué pedir queso o jamón en un restaurante, si no requiere preparación alguna (salvo un buen corte) y te lo puedes comprar tú mismo y comértelo en tu casa tranquilamente por un precio mucho más barato?», caí cual ratón en la ratonera… El mejor de todos, el Stilton (Inglaterra). Pese a la fama del Roquefort, para mí, el azul inglés le gana por goleada. Muy buenos también los «acompañamientos» para el queso, aunque se podrían haber estirado con las uvas, que ya se sabe eso de que «la uva con queso sabe a beso».
Seguimos con unos calamarcitos de la bahía de Santa Pola a la plancha, con su tinta y todo, y una pipeta para salsearlos con aceite, ajo y perejil. Una pijadita, sí, pero quedaba chulo y cumplía su función. Bien ricos y bien hechos, que parece fácil pero no lo será, cuando es más que habitual que el calamar (o sepia) te lo sirvan más tieso y chicloso que la mojama.
Se me antojaron unos canelones de carne, foie y trufa que, la verdad, ahora que lo pienso y con el calor que hacía, no eran lo más apropiado para meterse en el cuerpo. Sin tomate, como la receta tradicional catalana, y, aunque con menos foie del que me hubiera gustado (tonta que soy!), no tenían nada que envidiar a los de un buen ristorante. Y, además, ración generosa para compartir entre dos. Muy bien.
Para terminar, pedimos unas mollejitas de lechazo con ajos tiernos, con la mala suerte de que se habían terminado. ¡Qué disgusto! Las mollejas son de esos platos viejunos que me encantan, aunque a la gente de mi generación suelen echar pa’trás. No tardamos mucho en encontrar sustituto, no… El huevo a baja temperatura (65º dice la carta, que queda mucho más chic) con crema de patata, espárragos verdes, setas variadas y trufa negra. Una maravilla que ya pedimos el año pasado y de la que guardábamos muy buen recuerdo. Los espárragos perfectos, las setas crujientitas y la trufa en su justa medida, sin escatimar. Un gustazo.
Y, para beber, unas cañitas corrientes y molientes, que es lo que más nos gusta en verano, aunque vayamos a gastrobares.
La cuenta se acercó a los 50 euros, IVA incluido, sólo dos personas. Carito, sí, pero la culpa la tuvo el huevo famoso, que, como es uno de los platos estrella y la trufa se cotiza cara, se ofrece al cliente al módico precio de 18€ la ración.
Un día es un día, oye. Por lo que nos hemos ahorrado durmiendo «de prestao» en casa de la familia.
(salió de la Taberna del Gourmet con el mismo buen recuerdo que años anteriores, María Mora)
Soy María. Alicantina de nacimiento, baracaldesa de adopción y economista sin mucha vocación. Siempre he sido bastante glotona, la verdad, pero al buen comer y a los fogones me he aficionado en la veintena (esa que está casi terminando). Disfruto como una enana descubriendo sitios nuevos, casi tanto como pidiendo lo más raro que veo en una carta. No tengo blog propio, así que los Manueles me acogen cual cachorrillo sin hogar. Eso sí, tengo Facebook y Twitter, por si queréis cotillear algo sobre mí.
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