Porras Maeso. Ideas para carnaval
Ya tengo ganas de que llegue carnaval. Me disfrazaré de policía, bajaré al bar e impondré mi ley a porrazo limpio. Con mi porra de Maeso, por supuesto. Decidí la indumentaria escuchando ‘Morir en primavera’ mientras esperaba que los referidos «churros XXL» terminaran de hacerse al horno (12-14 minutos), sobre papel vegetal, tal y como se indica en el envase.
Cuando Loquillo cantaba eso de «Alguien está sufriendo una confusión, entre inspirar respeto y crear terror», sonó la alarma, abrí la puerta del electrodoméstico, llamé a la chavalería, espolvoreé con azúcar las nueve porras (adquiridas por unos 2 euros en la sección de congelados de supermercados BM), llené las tazas de chocolate y mordí el anzuelo, que se anuncia tierno y crujiente. Buah, me río de la defensa de los antidisturbios. Aquello era como hincar el diente a un trozo de pan que hubiera quedado olvidado hace varios días. Seco como el desierto de Atacama. Duro como la carne de pescuezo.
Ya tengo ganas de que llegue carnaval.
Es el pequeño de los Cubillo Brothers. Nació en 1991, en el mismo Bilbao, es más de salado que de dulce y acostumbra a disociar, con lo cual cambia de apariencia física con frecuencia. Como Robert de Niro antes de rodar Toro Salvaje, pero a lo tonto, por la cara. Él es más de toro tataki. Aprendió pronto que Dow Jones no es un cantante, le incomoda la fama de criticón, pues siempre ha sentido simpatía por el débil, y una máxima guía su proceder: «más vale que zozobre, que no que zofarte…». Católico practicante, que no celebrante, en su bautizo el párroco ofició vestido de Elvis, cantó himnos y salmos, y entonó el ‘Burning Love’. Vio la luz el día que se fotografió con Ferran Adrià y el de L’Hospitalet de Llobregat le puso una mano sobre el hombro al tiempo que decía: «Cuchillo, la gastronomía es el nuevo rock and roll». Amén.
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