Hostería San Emeterio (Isla). Otro popular y competente local cántabro
Por cercanía espacial y baratura hotelera, a veces voy a Isla (y, de camino, acostumbro a parar en los bares o la playa de Santoña). En Isla hay un par de miniplayas, bastantes bares que no me matan (aunque cada vez pillo más el gusto a varios), algún paseo rústico por lo verde de las marismas y de los montes, y hasta sobre los acantilados (prometo explorarlos), y muchos hoteles. Hay muchísimos hoteles y hotelitos. Ya he pernoctado en estos seis: Astuy, Alfar, Isla Bella, El Marinero, Olimpo y Pelayo. Y, aunque no duerma en el Olimpo, me agrada ir a este cuatro estrellas ochentero a leer el periódico mientras bebo una birra o a tomarme un gin-tonic mientras dan los partidos del Real Madrid (es que me he hecho del Madrid por Cristiano, quién me lo iba a decir).
Isla en verano se llena y fuera de temporada se despuebla. Su día a día depende de si hace sol y de las mareas: si solea y está la marea baja, la masa vadea la ría hasta Noja en plan desembarco de Normandía. Noja es un rollo, pero tiene una playa chévere, una playa muy chula y grande. Isla apenas tiene playa, pero hay más ambientillo. Por ejemplo de mariscadas, bastantes ofrecidas por hoteles que presumen de viveros propios. También hay ofertas de menús del día baratucos y recuerdo que hace poco por diez lereles comí un rico pollo al ajillo y bebí clarete Tremendus, de Honorio Rubio, uno riojano que vi de oferta en Laguardia a cuatro eurazos.
Uno de mis nuevos sitios favoritos de Isla es la Hostería San Emeterio. Se alza en una bocacalle y tiene árboles, parque infantil, terracitas para el bar y las comidas, salón de estar de madera y con butacones, un barito sin pinchos llamado El Gorrión, la recepción del hotelito y su amplísimo comedor. Ah, y un molesto futbolín. Tiene carta larga y se puede comer de raciones, de marisco, o de menú: del día o especiales, éstos últimos largas degustaciones con vino y a un precio engañoso, pues parece por persona pero es por pareja.
La primera vez que comimos en el San Emeterio optamos por el menú del día de 12 euros. Con pan de barra y regado con una caña servida en el bar y abonada aparte (1,60 euros) más vino La Cotera, de mesa y cántabro, con corcho que abrió a la vista la joven camarera; un caldo potable, caliente pero aparente, con 12,5º de alcohol (6,5 sobre 10 le puntué en ese momento). De primero en el menú había pulpo a la plancha (después vi el tentáculo y lo habría pedido), morcilla, espaghetti, ensalada de ventresca y lo que pedimos nosotros: yo alubias con almejas, blancas y suavísimas, cremosas, con verde perejil y ricas almejas poco hechas y muy sabrosas… Me serví tres platos y Susana las probó (7 sobre 10 puntos les puse). Susana, en contra de mis recomendaciones, pidió ensalada, con boquerones avinagrados que le encantaron, claro, y maíz que apartó, por supuesto, en una combinación «sin más» según sus palabras (pero la puntuó con un 6 sobre 10).
De segundo había chipirones a la plancha, escalope de ternera, solomillo ibérico, hamburguesa y lo nuestro: yo bacalao a la plancha, una ración grande de pescado poco hechito por dentro, sabroso y gelatinoso, muy superior a cualquier bacalao de los que probé en Portugal (8 puntos sobre 10 le adjudiqué), y mi esposa montadito de pechuga de pollo al queso en base de calabacín, muy rico (8 sobre 10). De postre había tartas de coco, a los tres chocolates y contesa, helado, o lo que pedimos nosotros: tarta de queso muy dulce y potente, pero que no empalagaba, a 4,10 en carta (6 sobre 10) y yo tarta helada al guïsqui, poco helada pero aparente, a 3,50 en carta (6 sobre 10). Pagué con tarjeta 25,60 euros (dos menús más la caña a 1,60) y salí pensando en repetir.
Tres días seguidos comimos en el San Emeterio ese fin de semana, festivo desde el viernes en el País Brusco. Si la víspera me molestaron los niños, el sábado ni los noté, pues yo intentaba llamar la atención de Ray, el primogénito de La Reina & Gorka. Ray estaba agotado tras ver animales en el zoo de Cabárceno, pero nada más entrar en el restaurante del San Emeterio se contentó y se despertó. Compartió las viandas de los mayores: dos menús especiales, uno con chuletón y tinto riojano (a 50 lereles la pareja, IVA incluido) y otro con rodaballo y con ribeiro (a 60 lereles la pareja). Compartimos todo los cinco, también el infante. A vuelapluma evocaré cada menú. El Menú del Cantábrico (el del chuletón, por 50 las dos personas; pueden ser amigos y no parejas, ¿eh?) constaba de una tabla de jamón ibérico (12 euros en carta) en gruesas tajadas y con algo de nervios, pero rico hasta el tocino (a Susana le agradó, y es muy especial para el jamón); ensalada templada de fua con cebolla confitada (11´50 en carta), un tanto mustia a la vista (las tendrían preparadas hacía tiempo) pero con fua muy sabroso; chuleta a la piedra oficialmente de un kilo, una chuleta grande, buena, sabrosa, grasosa y sólo levemente plancheada para rematarla al gusto del consumidor; una carne escoltada por unas patatas fritas muy ricas. Los postres no los recuerdo, pero el vino era Antaño, crianza de Rioja de la megabodega García Carrión, servido frío aunque subió unos grados pues lo reservamos para el final, para los platos principales…
… ya que antes en los entrantes libamos el blanco de Ribeiro, Viña do Recanto, ácido y tenue (no me matan los ribeiros, pero sepan que este menú ofrece también Lambrusco), el que acompañaba al otro menú, el Menú de Isla (el del rodaballo, por 60 euros la dupla), que constaba de ensalada templada de anchoas de Santoña con cebolla confitada (10´50 en carta), con anchoas potentes, cebolla caramelizada y la misma base mustia de la otra ensalada; una ración de gambas blancas (12 en carta) tan ricas que por primera vez gustaron al niño Ray; otra ración de ventresca de bonito con cebolla confitada (7 en carta), con pimiento rojo que conectaba con la ventresca, más una buena cebolla pochada en un conjunto muy apetitoso desde la presentación; un rodaballo salvaje de un kilo que llegó a la mesa diciendo cómeme y que estaba fabuloso por una parte, la blanda, y no tanto por la otra, la gruesa, menos hecha, menos crujiente y con sabor más crudo como juzgó La Reina, que es del pueblo pesquero de Ondarroa; pero yo disfruté de la gelatina de las espinas laterales y chupé la cabeza… Los postres eran los mismos del menú del día, más o menos, y yo pedí una tarta al güisqui, con chorrito esta vez, y Gorka eligió tarta tres chocolates, y afirmó que era la mejor tarta de tres chocolates que había probado nunca.
Era un poquito lento el servicio, pero es que el local estaba a tope. Y ahí repetimos el domingo para comer un menú del día apetitoso, tentador y barato para ser domingo: 12 euros, también. Ray, pertrechado con sus dinosuarios amenazantes, comió su plato favorito: «¡Macarrones con tomate! ¡Y chorizo!». Ese domingo, de lo que proponía el menú diario Gorka eligió caricos, o sea alubias rojas grandes de la zona; muy, muy buenas (dejaron el perol en la mesa y repito que estaban riquísimas, potentes, sápidas y bien hechas; les quedan muy bien las legumbres en el San Emeterio); Amaia, una ración escasita de tomatitos cherry con daditos de quesito, un picoteo sin más misterio; Susana, otra suerte de picoteo, jamón con queso, éste bueno y aquél riquísimo según sus palabras expertas: y Óscar una curiosa combinación de cecina con jamón, una resultona mezcla entre lo dulce y lo salado.
Contentos con lo zampado, excepto La Reina, que se quedó con ganas de más, atacamos los segundos sin que nos cambiaran los cubiertos: yo una estupendísima parrillada de pescado con rodaballo sabroso, lubina sequita pero suculenta y bacalao para quitarse el sombrero; Gorka bacalao con tomate, que le encantó y que estaba muy bien; Susana repitió pechuga y tuvo la suerte de que le incluyeran un pedazo de lomo; y La Reina chuleta de ternera, con patatas ricas que le hurtó el pícaro Ray, y un enorme pedazo de carne que ella al final apuró agarrándola con las manos. De postre, Gorka lamentó que no quedara tarta tres chocolates, pero destacó una tarta pasiega que creo calificaron de ‘acojonante’ y que a La Reina le supo a leche de caserío. Los cafés los tomamos en la terraza, junto al parque infantil, y estaban buenos y a ellos nos invitó la casa. En total pagamos 54,50 euros, por los cuatro menús y el plato de macarrones, y supongo dejaríamos propinilla por el detalle cafetero.
Y esto es todo, por ahora: si alguien me lleva en coche le invito a una mariscada, que tengo ganas de probarla.
(reservó mesa para dos adultos, dos mujeres y un niño, Óscar Cubillo)
web de Hostería San Emeterio
ver ubicación
Avenida de Juan Hormaechea Cazón, 29; 39195 Isla (Cantabria)
942 67 93 76
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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Estoy totalmente de acuerdo con la persona anterior, he tenido un grave problema, les reserve una habitación 3 días por booking, les dije el día anterior a la reserva que no podía ir, e incluso la cancele la reserva para que dispusieran de la habitación, pero mi sorpresa ha sido que me han cobrado lis 300 € y no atiende a una solución, encima de muy malas maneras, Estoy de acuerdo sin ningún escrupulo…
Buenas tardes. Yo acabo de estar alojada en san emeterio y me gustaría desengañar a las personas que estén dudando si reservar allí o no. Pues ya de entrada, te obligan a hacer una transferencia por importe de una noche. Elena, la dueña, o directora, es una persona con poco o nada de educación. El trato a los clientes es pésimo, se equivoca ella y parece que busca culpables en los demás. O sea, el cliente. No se puede ser más grosera. Para remate, el día que dejas la habitación, por llamarla de alguna manera, ya que te pueden dar una habitación como doble que no medirá 4 m.cuadrados., te dice que no aparece en su cuenta el ingreso que realizaste 15 días atrás en concepto de reserva.
Le enseñó el resguardo bancario de transferencia realizada, con todos los datos, incluido el destinatario que no es otro que la propia hostería san emeterio y me lo sigue negando. En fin, señores, que tienen en isla mucho donde elegir. Esta señora parece ser que ha heredado el negocio familiar y le importa poco o nada tratar correctamente a su clientela. Al fin y al cabo, no le ha costado nada del sudor de su frente. Y eso es evidente. No se dejen tratar irrespetuosamente. Un saludo.