La Casa del Patrón (Murgia). Más que un bar de carretera
No compro más a menudo cupones de descuento culinario de la empresa Colectivia porque se me acumulan las ofertas y no tengo tiempo para las escapadas. A veces, ni compañía. Sirva como prueba que el cupón que comento en este post se me había caducado hacía dos meses cuando lo consumí, pero los responsables del Hotel-Bar-Restaurante La Casa del Patrón de Murgia (pequeño pueblo pegado a la carretera Bilbao-Vitoria, en la parte alavesa) se apiadaron de mí advirtiendo de que ese menú que compré ya no lo ofertaban. Ya, lo imaginaba. Lo compré atraído por el cochinillo, pues esto se ofrecía por 26 euros en Colectivia: ensalada de bogavante y langostinos; antxoas y boquerones del Cantábrico con tomate raf, piparras de Ibarra y vinagreta de Jerez; crema fina de patata con yema label y carpaccio de trufa negra; ventresca de bonito del Norte con ajito y guindilla; cochinillo con su jugo, compota de manzana al azafrán y uvas; de postre, cake sobre cobertura caliente; vino crianza de Rioja Alavesa (o cerveza, refresco o agua); más café o infusión. Usted, querido lector, también habría adquirido el cupón si se hubiera topado con tal propuesta.
Al final, un fin de semana que yo estaba de rodríguez, escapé con el empático Pato a La Casa del Patrón, donde yo hacía muchos años había parado de aperitivo con mi esposa, a la vuelta de un Azkena Rock Festival, e intuí que alguna vez comería ahí. El edificio, rehabilitado en 2009, se alza en la plaza principal del pueblito, al lado de otro bar atractivo (el Kafe Zuia), en un córner de la plaza de Ayuntamiento. El bar de La Casa del Patrón es amplio y rural pero modernito, y el comedor se encuentra en una fresca terraza con cenador, donde se cuelan los pájaros en verano y donde en invierno imagino la clausurarán con cristaleras y la calentarán con estufas verticales. Llegamos ahí, nos acomodaron rápidamente, vi que las servilletas eran de papel negro, y nos trajeron el vino: tinto Valsarte, de Ábalos, crianza 2008, con 10 % de graciano, 14º de alcohol, pero de entrada suave, aromático en la lejanía, una pizca torrefacto quizá. El servicio fue bueno y todos los camareros sabían en qué consistían los platos, pues resolvieron algunas dudas a Pato sin dudar. El camarero que nos recibió nos indicó que el menú degustación consistía en cinco microplatos más postre (y café, le recordé). Me temí lo peor ante el prefijo micro, pero no estuvo mal la cosa. Tres de los cinco platos se ofrecían también en el menú de ese fin de semana, y esto comimos Mr. Duck & me, sin que nos cambiaran los cubiertos:
1.- Ensalada de bogavante: un pincho muy rico, suave y visual, con el núcleo del marisco a modo de pudin, surimi picado por encima, brotes vegetales y, a modo de serrín ornamental, tomate deshidratado. Empezamos estupendamente y comentó Pato: «Muy sabroso, porque sabe a mar y a bogavante, pero lo rebajan las verduritas. Mar y tierra». (Este fue el segundo platito que más nos gustó de los cinco, sin contar el postre).
2.- Taco de atún rojo sobre escalibada: un dadito de atún aparente, pero no demasiado sabroso. Resultaba reluctante con las verduras y no compaginaba muy bien con el vino. A Pato le agradó más: «Muy rico éste, con escamas de sal que lo realzan», observó. (Fue el cuarto platito que más nos gustó de los cinco).
3.- Sopa juliana con yema de huevo de euskolabel escalfada: lo mejor del almuerzo. Llegó servida en cazuelita y exclamó Pato al catarla: «¡Buah!, exquisita, picantilla… Es un plato contundente, muy de invierno, pero entra muy bien. El chorizo es bueno, no tiene grumos la sopa y el huevo está en su punto. Macho, qué festival». Y tanto: el huevo estaba acojonante y la sopa era grasa como las patas de cerdo… De hecho, yo la gocé como un chon. (Este fue el que más nos gustó con diferencia de los cinco platitos).
4.- Txipirones de anzuelo sobre cama de patata: un pincho justito, con patata cocida a modo de soporte. Un chipirón plancheado no demasiado sápido y con unos adornos cítricos que convencieron a Pato pero a mí me parecieron contraproducentes, pues no le favorecían. Pato manifestó entonces satisfecho: «Todos los platos están dejando un postgusto largo y rico». (A pesar de todo, este chipirón fue lo que menos nos gustó de los cinco platos).
5.- Carrilleras en salsa de hongos: estupendas y contundentes, sabrosas y tiernas, mojadas en una salsa que yo habría agradecido en mayor cantidad para mojar más pan. El vino, consecuentemente, creció con la carne. (Este fue el tercer plato que más nos gustó de los cinco, sin contar el postre).
6.- Postre: helado de chocolate, con galleta molida. Rico, perfecto tras la comida, no sólo porque maridara con el tinto Valsarte, cuya etiqueta lo recomienda consumir también con chocolate.
7.- Café: los dos lo pedimos solo y estaban buenos.
Así fue nuestra excursión a La Casa del Patrón. Moló el local, moló el menú, moló la excursión. Se puede parar más veces de camino (o de regreso) a Vitoria. Además hay raciones, cuidan los pinchos y proponen por 15 euros menús diarios de verano con ensaladas, carnes y pescados a la plancha, etc.
(no le da tiempo a consumir tantos cupones, a Óscar Cubillo)
San Martín, 2; 01130 Murgia (Araba – Álava)
945 462 528
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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