La Veranda Café (Getxo). En la cafetería del hotel Igeretxe
Hace poco el amigo Gabi y el que suscribe pretendimos probar el menú del día del restaurante japonés del hotel Igeretxe. Al hallarnos aún en fechas posnavideñas, habían retirado la oferta (y así el comedor estaba vacío), o sea, que pasamos al plan B: comer el menú del día de la cafetería Igeretxe, llamada La Veranda y que comparte el mismo local pero en el otro lado de la gran barra de la cafetería playera, en el otro ala del antiguo balneario getxotarra.
Yo ya había visto muchas veces su menú diario expuesto en el paseo, y me tentaba, pero me figuraba que almorzar en un espacio tan abierto y cercano a la concurrida barra, tan expuesto al ruido y a las miradas, no sería cómodo ni elegante. No obstante, obligado por las circunstancias acabé ahí, contento y esperanzado me senté y comprobé que se estaba muy a gusto. Mirando por las amplias cristaleras que dan a la playa de Ereaga me imaginaba en un destino turístico y auguré que con semejantes comensales, que casi llenaban el espacio, la experiencia satisfaría. Nos rodeaban de parejas y cuadrillas de todas las edades y de pinta mayormente burguesa. Es decir, al contrario que mi amigo Gabi.
En verano, si el tiempo acompaña, se puede degustar el menú en la terraza. La oferta de ese día en la cafetería del Igeretxe era apetitosa entre sus tres primeros, sus tres segundos y sus tres postres, más la bodega, a elegir clarete navarro Gran Feudo, blanco verdejo marca Bocos y tinto roble de Ribera del Duero, también Bocos. El precio del condumio: 15 lereles + IVA, pero nos encontrábamos en Costa Rica, o sea, ni tan mal. Las mesas estaban bien preparadas, con manteles de tela y los cubiertos envueltos en gruesas servilletas de papel. Las sillas eran cómodas y nos colocaron en una esquina, cerca de la pantalla de televisión sin sonido, que no molestó, y alejados del bar, donde sus bafles emitían un rumor de música de fondo que no irritaba quizá porque estábamos lejos.
Había tanta gente que por eso tardaron en servirnos los atentos camareros. Gabi comentó que los de la mesa de al lado habían llegado después y les habían servido antes. Ya. Tardaron en pedirnos la comanda, y el vino llegó al poco, con lo cual nos entretuvimos. Era Señorío de Bocos, roble, seis meses en barrica, 13.5º, pelín caliente y no muy profundo, aunque sí amplio en boca, fino y oloroso. No pedimos agua.
Guardo una foto del menú del 21 de noviembre de 2014 en el que yo elegiría sopa de pescados del Cantábrico, cordero lechal y arroz con leche casero. El día que evocamos ahora, jueves, de primero había «ensalada de gulas y setas con vinagreta de nueces» (la señora de la mesa de al lado la pidió, tenía buena pinta y era abundante). Yo pedí garbanzos con sus tropezones. Los gocé. De principio a fin. Y le pasé a Gabi algunos tropiezos, no en nada le conozco hace 34 años. Gabi convino en mi apreciación de la legumbre suavísima, riquísima, caldosa, con bastante poso de ajo, buen chorizo picante, berza sabrosa servida sobre el plato sin entremezclarse, un tocino suculento que comí untándolo con el pan y costillas exquisitas. De premio todo el plato, vive Dios. Gabi pidió pasta a la bolognesa, para mí algo dulzonas, bastante especiadas y muy cocidas y dotadas de buena carne; pero según él su modesto plato estaba tan estupendo que expresó a la mitad de su ingesta: «Ya he disfrutado más que ayer comiendo el cochinillo en Bilbao». Sí, la víspera también fuimos a comer fuera, pero no escribo porque no salí contento.
De segundo, en La Veranda había «costilla a baja temperatura en su jugo al tomillo», que no pedimos pero sonaba muy bien. Gabi se decantó por el confit de pato al Oporto, escoltado por buenas patatas fritas y un puré creo que de manzana. Estaba bueno y le encantó, pero le dio un bajoncillo cuando le conté lo bueno que estaba el que comí yo en Cognac, en la Brasserie Le Coq d’Or, y él pensó que el suyo podía ser de lata. Yo pedí parrillada de pescados, que oficialmente contenía rodaballo, merluza y lubina. Al ver el plato, de vistosa presentación, pensé que sería poca cantidad, pero estaba muy ajustada, y de sabor hondo sobre su cama de patata panadera.
De postre ofertaban «degustación de postres caseros», que Gabi no se avino a solicitar. Yo, para libar más vino, pedí la crema de queso con gelatina de miel, fresas y helado de frutos rojos, muy bien presentada, con el helado idóneo y el chocolate con tirón, pero un tanto espesa la crema quesera en sí. El helado de manzana Granny Smith que le apeteció a Gabi era verde y formidable, fresco y sápido. No pedimos café, pues debimos salir con prisa para ir al cercano cine del Puerto Deportivo de Getxo, pero sé que está bastante bien ahí, porque lo he catado a menudo. Pues esto es todo. Para otra ocasión os contaré qué tal están el japonés del Igeretxe, llamado Afterwork Sushi & Cocktails, donde ya he comido pero quiero repetir, y la Brasserie, su parte elegante y cara, por donde espero no tardar en sentarme.
(siempre iría al cine después de comer, Óscar Cubillo)
Muelle de Ereaga, 3; 48990 Getxo (Bizkaia)
944 91 00 09
ÓSCAR CUBILLO
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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