Can Bernat des Grau (Mahón). Un mal día lo tiene cualquiera
Mira que he ido veces. Desde que Can Bernat estaba en Es Grau. Todavía recuerdo la primera vez. Nos comimos unos espetones con patatas casi tan frescos como los que habíamos visto unas horas antes patrullando en la Llosa d’es Patró Pere, allí en la reserva.
Fíjate que siempre hemos salido encantados. Ya sea por haber comido el plato del día -mejillones de Mô, navajas a la plancha y fritura de pescado variado-, o por haber gozado como txarris con la langosta frita con huevos y patatas.
Date cuenta que somos superfans y que hasta aplaudimos en su día el cambio a su ubicación actual, a pesar de que entendíamos que íbamos a pagar en la cuenta lo que ganábamos en comodidad.
Y van, el día que tengo que escribir de ellos y ellas, y la pifian.
Podía haber hecho la vista gorda y no decir nada. Centrarme sólo en lo bueno. Pero el juramento sagrado, y con sangre, que he hecho a los Manueles me obliga -como los testigos de Jehová a Chus Lampreave- a decir la verdad. Así que al tajo.
Can Bernat des Grau no está, como hemos dicho antes, en Es Grau. Estuvo, pero ya no. Desde hace años está en Mahón, Maó o Mô, aunque tampoco. Es decir, está en el término municipal pero ya fuera, en la carretera que lleva desde la capital menorquina a Fornells.
Lo pongo así de confuso, aunque juro que no miento, para ver si alguien se desanima y pasa de ir porque el lugar tiene overbooking y ya empieza a ser un poco cargante tener que esperar más de una semana para pillar terraza en un finde de agosto. En Semana Santa con llamar unos días antes es suficiente.
Así que allí nos fuimos, duchados y bronceados, a cenar el domingo. Al caer el sol, como Shane. Una vez aposentados, optamos por pedir el vino, un blanco Enate 234 (15,50€), y una birra, para mi desconocida, con un etiquetado que atraía más que el anuncio ese de las Oreo, el del vampiro y del lobo feroz. Y si no díganme ustedes si se hubieran resistido a probar la birra Boquerón (3€), hecha con agua de mar (erboqueron.com). Y encima estaba buena, ¡qué cosas! Y la tapa de la casa, que en esta ocasión eran unas olivas muy finas y un poco de sabroso queso semi de la zona, con orégano.
Can Bernat tiene barca propia, lo que pesca se despacha en el restaurante por piezas y, según va saliendo, se tacha de la lista. El domingo había, por ejemplo, rapes de entre 1,370 y 2,200 kilos; un gallo de San Pedro de 2,250; cabrachos (cap roig) de entre 430 y 790 gr. Y si has cobrado la extra te pides la langosta, a la plancha o frita, aunque yo recomiendo la última modalidad. Así va el tema.
Nosotros optamos por un menú a priori apetitoso pero que nos deparó alguna sorpresa desagradable: el denominado Plato del día II, consistente en unos mejillones al vapor, gamba frita, y cántara y variada plancha con huevos y patatas fritas. Todo ello por 52,50 € para dos personas.
Lo de los mejillones y las gambas estaba claro. Lo de variada plancha, pues será pescado pequeño variado a la plancha ¿Y lo de la cántara? Tras preguntar a una de las personas que atienden -en este sentido Can Bernat reproduce, punto por punto, el modelo de servicio descrito en el post dedicado a La Caraba-, y recibir como respuesta un simpático “No sé. Es que a mí el pescado no me gusta”, recurrimos al smartphone para descubrir que una cántara es una txopa o zapatero. Oído cocina.
Una agradable espera con la Boquerón y el Enate, y llegaron las gambas. Buena pinta, pero escasas. Ocho. Cuatro grandes por arriba y cuatro pequeñas por abajo. Bueno, probemos. ¡Ohhhh! Las pequeñas riquísimas y las grandes… crudas. Es lo que pasa cuando se hacen piezas de diferente tamaño a la vez. Al contárselo a la camarera, cuando retiraba los platos, nos encontramos con un vivaracho “Haberme dicho y os las hacemos más”. Ya te digo. Un consejo te voy a dar: para cuatro gambas y cuatro quisquillas no merece la pena pringarse; prefiero mil veces la ración que ponéis de navajas a la plancha en el Plato del día I (el barato) y vosotros quedáis mucho mejor.
Después llegaron los humildes y siempre sabrosos mejillones. De tamaño pequeño y con un aroma de los que alimentan. Bien.
Por fin el plato estrella. Cántara y variada a la plancha con huevos fritos y patatas. Primera sorpresa, culpa mía. Variada a la plancha no es pescado variado, ¡pringado! La variada (de nuevo acudo a la red) es ¡una mojarra! Lo que es no hablar idiomas.
Y ahora, como diría Jack el Destripador, vayamos por partes. La mojarra nos salvó la vida. Blanca, tersa, fresca, en su punto. Muy rica, oiga. Los huevos y las patatas son un must en este garito. Las patatas se fríen con dientes de ajo sin pelar y verdura troceada. El resultado es brillante. La cántara, txopa o zapatero… ¡ayayay! ¿Han leído lo que digo un poco más arriba de la mojarra? Pues así no estaba. Nos debió tocar la última de la marea anterior y, además, parece que había dormido en la plancha. Lástima.
Pero, como no estábamos dispuestos a terminar en fracaso nuestra velada, apuramos el chardonnay y pedimos un 57 y un Coyote Oro. A lo segurola. Sin jugárnosla. Ambos son helados artesanos elaborados en la confitería Can Sintes de Alaior, y uno de los secretos de esta isla. No digo más.
Así que, tras pagar ochenta lereles y hacer unas risas, que para eso estamos de vacaciones, nos fuimos a tomar una copa. La próxima vez mejor, espero. ¡Vaya accidente!
web de Can Bernat Es Grau
Carretera Mahón-Fornell 77 (antiguo Restaurante San José); 07700 Mahón (Baleares)
650 974 685
El irrintzi intrézpido
Juntaletras de profesión aunque, hasta llegar a serlo, ha dado muchas vueltas y saltos. Incluso, en tiempos, fue agitador de la hostelería bilbaina y creador de éxitos de parrilla. Su pluma afilada no le impide ser muy macho y demostrarlo para pavor y pasmo de los mierdecillas del paisito que se lo merecen, los muy cabrones. Ahora, como se puede ver en el post, se dedica a tiempo parcial a pasárselo como un Marqués. ¡Bien hecho, Irrintzi! (pónganme aquí el grito de Tarzán y cierren columna)
Es el pequeño de los Cubillo Brothers. Nació en 1991, en el mismo Bilbao, es más de salado que de dulce y acostumbra a disociar, con lo cual cambia de apariencia física con frecuencia. Como Robert de Niro antes de rodar Toro Salvaje, pero a lo tonto, por la cara. Él es más de toro tataki. Aprendió pronto que Dow Jones no es un cantante, le incomoda la fama de criticón, pues siempre ha sentido simpatía por el débil, y una máxima guía su proceder: «más vale que zozobre, que no que zofarte…». Católico practicante, que no celebrante, en su bautizo el párroco ofició vestido de Elvis, cantó himnos y salmos, y entonó el ‘Burning Love’. Vio la luz el día que se fotografió con Ferran Adrià y el de L’Hospitalet de Llobregat le puso una mano sobre el hombro al tiempo que decía: «Cuchillo, la gastronomía es el nuevo rock and roll». Amén.
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