Que trabaje el cocinero
«A mi me gusta todo, menos ir a trabajar». Esta frase, tan socorrida durante generaciones, no se puede aplicar a mi persona. Por un lado, me gusta mi trabajo; por otra parte, en mi Instituto el lema era el siguiente; «A la santidad por el trabajo». Y yo quiero ser santo, quiero ser canonizado, azotado y flagelado; levitar por las mañanas y en el cuerpo tener llagas. Como Olvido.
No obstante, qué paradoja, reconozco que no me desagradan los planteamientos de Carlos Slim (Telmex) y Larry Page (Google), quienes proponen reducir la semana laboral, dejándola incluso en sólo tres días. Pero antes de perderme en las veredas del activismo y del sindicalismo, y de que el voluntarioso lector termine por abandonar a mitad de trayecto, sin adivinar a dónde quiero llegar en esta ocasión, trataré de reconducir mi exposición. Para ello, de modo excepcional, voy a dar un giro de tuerca a la sentencia que abre este texto: «A mí me gusta todo, menos trabajar gratis». Como a usted, siempre me ha gustado cobrar por mi trabajo, aunque no siempre haya sido posible; y tengo meridianamente claro que no seré yo quien pagará por hacerlo, por trabajar quiero decir, pues tengo otros vicios caros.
Y eso penúltimo, apoquinar por dar el callo, es lo que proponen los muchos asadores que presentan la carne, la chuleta y el chuletón, apenas marcada, cuando no cruda. Para que uno termine de prepararla a su gusto en la misma mesa. Rollo Juan Palomo. Y la cosa triunfa, pues los más dóciles y/o comprensivos, que son mayoría, se prestan fácilmente al juego y alaban la iniciativa, «para que no se enfríe».
Lo leo y veo que tiene sentido, que la provisión de pequeñas parrillas, planchas portátiles, platos refractarios y demás instrumental coquinario tiene razón de ser. Además, las primeras veces es entretenido, e incluso divertido, no diré que no. Pero después de volver a casa, en más de una ocasión, con la camisa ahumada, envuelto en eau de croquete y lamentando que la pieza se haya pasado de punto, he terminado por comulgar con el pensamiento de mi apreciado Aitor Manterola, parrillero mayor de Patxiku-Enea, que de esto sabe un rato. «(Cuando salgo de aquí) Yo no voy a un restaurante a trabajar», me dijo en su momento. Y tiene mucha razón.
El acto de comer, más allá de procurarnos alimento, de suministrar la materia y energía que nuestro organismo precisa para funcionar, debe ser un ejercicio no diré de voluptuosidad, pues son palabras mayores, pero sí plácido, placentero. El comensal debe entregarse a la contemplación y la conversación, y la responsabilidad debe recaer en el cocinero. Éste, profesional de la cosa, debe encargarse, como hacen mismamente en Patxiku-Enea (Lezo), Baserri Maitea (Forua), Casa Garras (Karrantza), Alameda (Fuenmayor), Gure Etxea (Getxo), Casa Julián y Casa Nicolás (ambos en Tolosa), de que la carne llegue en el punto exacto demandado por el cliente, y en plato frío, si acaso templado, para que el género no se recueza en caso de que la charla y, llegado el caso, el galanteo, ralenticen su consumo. Si el género es bueno y el cocinero ha hecho bien su labor, ya me encargaré yo de que no se enfríe. Ésa sí es mi responsabilidad. Y la acepto gustoso.
(Igor Cubillo)
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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