Un servicio servicial, que no servil
Disculpe, señor. Si no me entrega el carrete, ahorita mismo lo ultimo. Con esas palabras recordaba el autor de ‘El síndrome Viracocha’ aquella ocasión en que le quisieron pegar un tiro, en Nicaragua, hablándole todo el rato de usted. Todo por hacer fotografías inoportunas en El Paso de la Yegua, donde era difícil distinguir a los sandinistas de los campesinos, porque una vez muertos y alineados en el suelo todos se parecían una barbaridad. Eso le gustó -no lo del balazo ni lo del rosario de cadáveres, sino el tratamiento-, y es que, concluía el escritor, a veces uno prefiere que lo balanceen, como dicen allí en Hispanoamérica, hablándole de usted, a que le tiren el café por encima, tuteándolo, como hacemos aquí. Moraleja: cuán importante es el servicio en todo negocio de hostelería.
Uno quiere pensar que no peca de ingenuo ni de caprichoso cuando espera una atención cuidadosa en los bares y restaurantes que visita. Nada exagerado, simplemente educación, disposición y una mínima instrucción. No es de recibo que un camarero desconozca la composición de los pintxos que se alinean en su barra, o de los platos que arrima a las mesas del comedor, y mucho menos que, hablando de vinos, no sepa distinguir una denominación de origen de una variedad de uva. Cuando se da, resulta exasperante tamaño desinterés, pues las referidas son demandas tan elementales que no deberían ponerse en cuestión. Tampoco estoy pidiendo que todo hostelero pueda afirmar lo mismo que Albert Raurich cuando se refiere al personal de Dos Palillos y Dos Pebrots: “nuestros camareros cocinan y los cocineros sirven las mesas. Los camareros estudian, conocen los productos de temporada y entienden de vinos; los cocineros rematan platos delante de los clientes y los camareros reciben y atienden”. Conformémonos con que la persona a quien confiamos la satisfacción de nuestra sed y nuestra hambre cuente con la mínima preparación y se muestre servicial, que no servil. Démonos por satisfechos, pero exijámoslo, también.
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Pues sí. Un clásico en todo el territorio nacional:
– ¿qué vinos blancos tenéis por copa?
– Bufff,muchos. Tenemos verdejo, rueda, ribeiro y albariño.
– Ya veo. Cuánta variedad.