La Caraba (Menorca). La Caraba, sí. La Caraba, no. La Caraba, madre, que la traigo yo
Suena el irrintzi intrézpido,
gora la bandera euskotarra,
corra la sangre hispana,
mientras dure la invasión.
(Anónimo no veneciano)
El día que me concedieron el honor de colaborar con esta fastuosa weg, una enorme picazón se apoderó de mí. Lo admito, me bloqueé. Miedo a la cuartilla en blanco, dirán algunas de ustedes. Falta de nivel, pensarán otros. Habrá comido algo, insinuarán acullá. Pues no. Erráis todas y todos. Lo que me preocupaba era qué apodo, sosias, aka, nick, escoger. Con qué podría competir con el sutil Zuloko, el potente Cuchillo, la lagarta Uve, y tantos etc. más.
Así que, después de mucho dudar, elegí el alias que figura más abajo y que forma parte de un cantar anónimo que me impresionaba mucho de chaval y que hoy me hace mucha gracia. Indudablemente, se compuso para analfabetos en la lengua vasca, como Anasagasti, aunque muy fans de Sabino Arana, como Anasagasti. Y les salió un compendio de tolerancia y convivencia.
Y, precisamente, en ese espíritu de tolerancia y convivencia, me propongo ayudarles a manducar en esta preciosidad de l´illa de Menorca, tan próxima y tan lejana al mismo tiempo, cosas de la aviación actual. Síganme y no se perderán.
Ni siquiera agosto consigue estropear la magia de este pedazo roca en mitad del Mediterráneo. La más boreal de las Baleares sigue siendo recomendable incluso en las épocas de altísima ocupación, que suele coincidir, ¡oh casualidad!, con el mes de agosto. Es inevitable, así qué, primer consejo: No stress. Para estresarte te vas a Ibiza.
Una parte importante del atractivo de Menorca tiene que ver con el papeo y el bebercio, aspectos ambos que están sufriendo una gran transformación en los últimos años para deleite y gozo de indígenas y foráneos: tapeo con clase, cuina menorquina, pizzerías de nota, langosta, gambas y pescados, birras insulares, vinos de la tierra, vermuts diversos, gin local de categoría Premium a precio de gin de batalla, dolçes varios, helados artesanos de caerte de culo… La lista es interminable.
Tiene además la isla la inmensa fortuna, o mérito de su ciudadanía y gobernantes, de no ser muy de todo incluido, así que el ajetreo en bares y restaurantes es considerable. Por lo tanto, segundo consejo: reservar antes de ir. En agosto todo peta.
Y nada mejor para empezar esta gira que hacer parada y fonda en La Caraba, un restaurante estacional (de junio a septiembre) que lleva más de 25 años sirviendo una notable comida a un precio más que razonable. Sólo cenas y sólo tienen terraza. El caserón que le da nombre, situado a la entrada de Torret, en Sant Lluis, es únicamente para la intendencia.
El motivo de que sólo den cenas es lo que Rita Barberá denominó “el caloret”; que estos meses estivales, al mediodía, son más propios de orilla de mar o de aire acondicionado que de terraza. Por la noche, sin embargo, los 24-26 grados, permanentes e irrevisables, revientan las mesas de La Caraba de gente bronceada, vestida para la ocasión y, a veces, hasta de famosos. Polos piqué y camisas blancas a machete en ellos, y flores y vestidos vaporosos en ellas. Y sandalias. E incluso chanclas.
La última vez que estuvimos, la semana pasada, se reprodujo el ritual. Una persona del servicio –todo él es femenino- nos condujo entre la vegetación hasta nuestra mesa. La terraza de La Caraba está dividida en diferentes ambientes que dan cumplida cabida a unos 60 comensales que se ubican entre utillaje antiguo, pozos y árboles. Tercer consejo: en Menorca, cuando se cena en terraza, no sobra una pulserita de esas de citronella o cualquier otra solución para ahuyentar a los mosquitos. Este detalle te puede arruinar la velada.
Una vez ubicados, otra mujer nos pregunta si queremos beber algo y le decimos que sí, que vino. Así que nos trae la carta (inciso: las personas que integran el servicio en muchos restaurantes menorquines son una mezcla de hipysmo y perroflautismo que produce un curioso contraste, para nada perturbador, con la clientela). Nos decidimos por un blanco y preguntamos por el Fusió, un vino de la isla que no conocemos todavía. “Es que yo no bebo”, nos responde la sommelier. “¡Vaya!, respondo conciliador, traiga una botella de todas maneras. Seguro que está bueno”. “La verdad, continúo ya lanzado, es que cada año hay más referencias en vinos de Menorca”. “Sí, me contesta. Y cervezas. Hay una de Sant Climent, L’Illa…”. “Bueno, le digo, la de Sant Climent es la Grahame Pierce que, por cierto, está muy buena. Creo que la hacen los de Es Molí de Foc”. “Pues no sé. Como no bebo”. Pues eso. No stress. Porque, en serio, la conversación fue de un buen rollo que te pasas y encima el Fusió (17€) estaba a su temperatura y riquísimo.
Tras el intercambio de opiniones enológicas, vino el pan con aceite de oliva virgen extra (2,40€), no solicitado pero bienvenido, y dos chupitos de la sopa del día (detalle de la maison) que a la sazón era de zanahoria y naranja. Refrescante.
Como primero elegimos para compartir el ravioli de gambas y espinacas (6,50€), del cual hay que destacar que, además de ser verde (pero muy verde), la pasta era casera y, al sabor me remito, había gambas y no eran congeladas. Oso ondo y tal.
El segundo entrante fueron los raoles o buñuelos de bacalao y escarola con tzatziki (5,50€). Muy buena fritura y nada pringosos. Muy comestibles y sabrosos. Toma pareado.
Unos minutos, los que se deben dejar, y llegan los segundos. En primer lugar la lubina crujiente con fideuá (17 €). No nos resultó extraño el plato, porque esta preparación ya la habíamos probado con merluza. El resultado es conmovedor. El braseado del pez y el crujiente de la piel es ajustadísimo. El sabor intenso. La cama de fideuá se te antoja imprescindible. Para repetir.
Y, para mí, el tataki de atún con algas marinas y reducción de vermut (19,50€). Buen pescado, bien presentado y suficiente. Yo es que soy muy fan de estas cosas niponas.
Para rematar, compartimos un biscuit de fresa con chocolate y plátano al ron. Aparte de descojonarnos con el plátano al ron (véase la fotografía), y de discutir sobre por qué le llaman biscuit (5,50€) cuando quieren decir helado, la sabrosura fue grande. Por cierto, lo acompañé con un forgiano Jumilla. En este caso, el Dulce Tinto de La Ermita (3,50€). Intenso, denso y paso. Uno al año no hace daño.
En definitiva, una gran experiencia veraniega. El sitio es un must . El timing fue digno de una orquesta alemana, el producto nos pareció honrado y a gran nivel, y la cocina notable.
Al final salimos por 76,90€. Es decir, lo que marca la factura más el postre que se les olvidó incluir y que yo, muy de Bilbao, le hice notar y pagué. Faltaría más.
web de La Caraba
Camí d’es Baliacs, 1; S’uestrà (muy recomendable estacionar en el parking del supermercado con este nombre, que está a 30 metros); 07710 Sant Lluís (Menorca)
971 15 06 82
El irrintzi intrézpido
Juntaletras de profesión aunque, hasta llegar a serlo, ha dado muchas vueltas y saltos. Incluso, en tiempos, fue agitador de la hostelería bilbaina y creador de éxitos de parrilla. Su pluma afilada no le impide ser muy macho y demostrarlo para pavor y pasmo de los mierdecillas del paisito que se lo merecen, los muy cabrones. Ahora, como se puede ver en el post, se dedica a tiempo parcial a pasárselo como un Marqués. ¡Bien hecho, Irrintzi! (pónganme aquí el grito de Tarzán y cierren columna)
Es el pequeño de los Cubillo Brothers. Nació en 1991, en el mismo Bilbao, es más de salado que de dulce y acostumbra a disociar, con lo cual cambia de apariencia física con frecuencia. Como Robert de Niro antes de rodar Toro Salvaje, pero a lo tonto, por la cara. Él es más de toro tataki. Aprendió pronto que Dow Jones no es un cantante, le incomoda la fama de criticón, pues siempre ha sentido simpatía por el débil, y una máxima guía su proceder: «más vale que zozobre, que no que zofarte…». Católico practicante, que no celebrante, en su bautizo el párroco ofició vestido de Elvis, cantó himnos y salmos, y entonó el ‘Burning Love’. Vio la luz el día que se fotografió con Ferran Adrià y el de L’Hospitalet de Llobregat le puso una mano sobre el hombro al tiempo que decía: «Cuchillo, la gastronomía es el nuevo rock and roll». Amén.
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