Travestismo gastronómico
¿Se han fijado en la oferta de nuestros bares y restaurantes? Resulta que, pese a su escasez y carestía, en sus cartas ¡abunda más la carne de buey que la de cerdo! Chuletas, hamburguesas, escalopes, albóndigas, lomo… Es increíble. Nunca mejor dicho.
La gastronomía vive inmersa en un mas difícil todavía permanente, y la nouvelle cuisine, la nueva cocina vasca, la tecnoemocional, la química aplicada y demás revoluciones han dado una vuelta a nuestros recetarios, a golpe de reinterpretación, nitrógeno, esferificación, rotavapor, farsa, trampantojo y titular de prensa, pero resulta que el auténtico milagro, el abracadabra definitivo, el trampantojo supremo, se ha colado sin hacer ruido. De hecho, se ha instalado entre nosotros sin despertar asomo de admiración, queja o asombro, con el beneplácito de la sociedad silente. ¿De qué fenómeno hablo? Del travestismo gastronómico. Por eso este texto se iba a titular «No me llames Eustaquio, llámame Lola».
¿Qué necesidad hay de cambiar de sexo a la pobre vaca, que sale del matadero transformada (es un decir) en buey? Pues ninguna.
Una vaca lechera, retirada de su labor y cebada en su última etapa, para aportar grasa y dar bien en báscula una vez sacrificada, jamás será un toro castrado de más de 48 meses. Ni siquiera aunque la pongamos a currar en el campo, buscando carne de un rojo más intenso, mayor cantidad de grasa blanca (no amarillenta) entreverada, sabor potente y textura consistente.
Lo que busca esa mayoría de hosteleros y restauradores que dice vender lo que no vende, es un reclamo, un impulso a la compra, un deseo de inducir a engaño al pobre comensal, engatusado por el viejo prestigio del buey. Es un timo, aunque alguno se escude en el Real Decreto 75/2009, de 30 de enero, por el que se modifica el Real Decreto 1698/2003, de 12 de diciembre, por el que se establecen las disposiciones de aplicación de los Reglamentos comunitarios sobre el sistema de etiquetado de la carne de vacuno; concretamente, en el apartado que engloba en la categoría «Vacuno mayor» al macho castrado mayor de 48 meses (buey), a la hembra mayor de 48 meses (vaca) y al macho mayor de 48 meses procedente de lidia (toro). Ya, pero parecido no es lo mismo, y los muy tunantes no anuncian «Chuleta de vacuno mayor».
«A muchos restaurantes les parece que poner buey es más atractivo, pero están engañando a los comensales», afirmaba el pasado año Aladino Juan, copropietario de Cárnicas Lyo. Y no le falta razón. Es una mentira innecesaria, más sabiendo la sabrosura de muchas vacas y que a nadie agrada que le engañen; al contrario, interesa saber de forma fidedigna qué se come y no tener que recurrir a hipótesis y juegos de adivinanzas.
Aunque me atrevo a darles un consejo: ante la duda, ya que se estima que por cada buey sacrificado pasan por el matadero 10.000 vacas, pues la mecanización ha retirado a aquel de las tareas del campo y su alimentación es realmente costosa, un capricho demasiado caro, piense que es vaca. Los bueyes, como los Reyes, son los padres.
(Igor Cubillo)
Periodista especializado en música, ocio y cultura. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). En el medio de la vía, en el medio de la vida, si hay suerte, tal vez. Ha pasado la mayor parte de su existencia en el suroeste de Londres, donde hace más de 20 años empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Harlem R&R ‘Zine, Ruta 66, El País, Bilbao Eskultural, Ritmo & Blues, Getxo A Mano (GEYC), Efe Eme, Den Dena Magazine, Kmon, euskadinet y alguna otra trinchera. Prefiere los caracoles a las ostras. Qué tío. Anda que…
Ah, tiene perfil en Facebook y en Twitter (@igorcubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF. Se le resisten ciertas palabras y acciones con efe. Él sabrá por qué…
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Pues sepa usted que yo soy de lágrima fácil, de emocionarme con facilidad ante cualquier preparación manjarosa. Reconsidere la posibilidad de llevarme.
Abrazo, Marta.
Ojalá pudiera. Sigo soñando con ese local tan auténtico que cerraron allá por 1995.
Excusas, Marta, excusas.
Se pone un condensador de fluzo en los asientos traseros del Delorean y ¡voilà!
Pues yo soy de chuleta de ternera del Baztán y, sobre todo, la que preparaban en el Ezkurra de Santesteban. Qué pena que no te pueda llevar allí, te habría emocionado.