Restaurante Lasal (Santander). Emociones cantábricas
Ya tengo restaurante favorito. Se llama Lasal y está en el centro de Santander, a un paso de la bandera de España. Conjuga servicio atento, comida sabrosa y local acogedor con espacio amplio, luz clara, manteles planchados y mármol, piedra y madera combinados. Lo visitamos durante las VII Jornadas de los Productos Gastronómicos de Cantabria y disfrutamos de un menú degustación de cinco platos, dos copas de vino y todo el agua que quisimos por 30 euros de nada (IVA incluido). En su web Lasal informa de que ofrece menús degustación por 40 euros, con café y agua pero sin vino ni IVA, y ya tengo ganas de catarlo.
(Hum, como vivimos en la era de la telecomunicación, les llamo por teléfono y me cuentan amabilísimamente: el menú degustación usual consta de cuatro platos más postre, y varían ligeramente los platos porque se trata de cocina de mercado; y me dan una noticia: ahora mismo y hasta principios de abril ofrecen un menú también de 30 euros, impuestos incluidos, dedicado al cerdo ibérico y con seis propuestas: jamón 5 Jotas en tosta, carpaccio de presa, secreto… ¡más vino! ¡hay que ir!).
Cuando llegamos un jueves nos ofrecieron custodiarnos en otra estancia las prendas de abrigo y unas botellas de vino que yo había comprado en La Pozona, pero lo descartamos y nos acomodamos dejando las cosas sobre la ancha repisa de la ventana. El educado y cálido maitre (solía decir ‘mola’ y ‘guay’ y así, lo cual no me parece adecuado) nos explicó de viva voz lo que ya sabíamos y nos informó sobre los vinos. La Su escogió Freixenet Vintage Brut Nature Gran Reserva Del Copón o algo así, con color diáfano, burbujas diminutísimas en ascensión perpetua y sabor delicado. Muy superior a mi decantamiento: tinto, Rioja Besagain, crianza 07, de color muy oscuro, con aroma excesivamente alcohólico, demasiada madera y algo de cuero, y sabor no recomendable, quizá por estar abierto de antes.
En primer lugar abrimos boca con ‘barquita de anchoa de Santoña con guacamole’, o sea un pincho de sabores coordinados que comimos con los dedos y nos presentaron sobre una tablita de piedra. ¡Hasta le encantó a la Su! Ella además juzgó que las ‘verduritas gratinadas con queso tierno de Las Garnillas’ estaban mucho mejor que las que ingirió la víspera en el hotel Chiqui. La media ración contenía calabacín vivaz, brócoli chispeante, champiñón de la campiña, queso fresco…
De tercero, ‘lomo de merluza del Cantábrico confitado con guarnición de risotto de mejillones’. De maravilla olía a distancia, yacía prieto sobre el plato, su paladar superaba al del lomo del Chiqui, el rissotto suave maridaba bien y el grueso mejillón no sabía apenas, todo hay que decirlo. El cuarto plato, ah, qué gozada, fue la ‘hamburguesa cuarto de libra de buey tudanco’, al punto la mía -jugosa- y muy hecha la de Su -sabrosa aún-, ambas acompañadas por una ensaladita verde… Buah, glorioso, y por 30 euros, oigan, incluidos los tres tipos de pan, los reposacubiertos de cerámica…
Las dos atentas camareras servían las bebidas cuando te descubrían sin agua o vino, y algunos de los platos solicitados por otras mesas se prepararon a la vista, como la ensalada césar de la carta (16,5 + IVA), a la que en Lasal añaden muslo en vez de la más seca pechuga de pollo, o ese postre al que el maitre aplicó un soplete sin peligro para la integridad del resto de los comensales. El postre del menú degustación cantábrico fue ‘helado de orujo con crema de miel y streussels’, dos bolitas estupendas, potentes y genuinas, tamaño huevo de perdiz. Bueno, cuatro bolitas, porque La Txurri no quiso las suyas. Ella pidió café, correcto el líquido, pero ahí acaeció el único borrón del servicio: sólo le acercaron la taza, pero no las cajitas con los azúcares y demás. A ella le dio igual: abrió el bolso y extrajo un sobrecito de azúcar cogido del restaurante del Chiqui… Ejem…
¿Alguien conoce a algún adulto que robe azucarillos?
(Desea volver a degustar Oscar Cubillo)
Castelar, 5; 39004 Santander (Cantabria)
942 21 46 46 – 942 21 12 13
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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