León de Oro (Bilbao). De chino de chinos a garito hipster
Pese a la experiencia del maestro Dicky con las patas de pollo (ya contada en esta weg), no se me habían quitado a mí las ganas de probar el afamado León de Oro. Eso sí, para que no se repitiera la historia, hice un research entre las pocas reseñas publicadas sobre el local y me guardé en el móvil las fotos de los platos que mejor crítica y pinta tenían para, en caso de necesidad, enseñárselas al camarero y no tener sorpresas.
Y allí que fuimos, abandonando a la heredera en casa con los abuelos, por primera vez en seis meses, cual pareja de jovenzuelos que en su primera cita va al chino del barrio.
Llegamos y allí sólo estaban comiendo los camareros-cocineros-dueños, mientras veían en la tele un culebrón chino y los niños hacían los deberes tirados en un sofá. Parecía que nos habíamos colado en su casa y nos iban a echar de allí a mamporrazo limpio.
Pero no, un amable joven, que hablaba un castellano más que comprensible, dejó a medias la sopa que estaba tomando y nos sentó en una mesa sin mantel, un tanto pegajosa y con una cajita de pañuelos de papel como única mantelería (un detalle que, estaba yo resfriada ese día, me vino fenomenal).
Nos dejó en la mesa un montón de cartas, entre las que ya estaba la famosa carta B, esa que, según había leído, nunca ofrecían al occidental salvo petición expresa. Pues se ve que ya la entregan por defecto. Entre los deberes que ya llevaba hechos de casa y las recomendaciones del camarero (al que no le faltaba la uña del dedo meñique sospechosamente larga que caracteriza a la población china masculina), el menú consistió en lo siguiente.
De primero, sopa de verduras con tallarines XL. Yo quería sí o sí comer algún plato con pak choi, esa acelga china que está considerada por los entendidos un súper alimento, así que le pregunté al camarero qué plato de sopa tenía con la acelga dichosa. Bastante rica y de sabor suave, al fondo del cuenco encontré pequeños seres que me recordaron a la comida de tortugas. De tanta cantidad que nos pusieron, no la pudimos terminar.
Seguimos con empanadillas de carne y verduras a la plancha. Hermosa ración de 10 unidades y muy sabrosas. De éstas sí que no dejamos ni las migas.
Como plato principal, pedimos arroz con cerdo y miel. Pese a la pinta que puede tener la salsa en la foto, no era nada pesada ni grasienta. Estaba de toma pan y moja (ah, no, ¡que en los chinos no te dan pan!). Tenía un toque de anís estrellado que estaba cojonuti. Y los trozos de cerdo, muy melosos.
Y, para acompañar, algo de verdura. Unas berenjenas chinas (esas que tienen forma de zanahoria) con una salsa un tanto agridulce, que esta sí que se nos hizo un poco pesada. De esos platos que al principio están bien, pero te cuesta terminarlos.
Postre no pedimos, porque ya nos habíamos jamado todas las calorías del día. Y de beber, cerveza (occidental). Epic fail, porque tenían cerveza china y no anduve rápida para especificar que mejor nos pusieran ésa, ya puestos, para que fuera todo lo más chinorris posible. Para la próxima.
Según iba a avanzando la comida, empezaron a llegar más clientes; ni uno asiático. Pero, ¿qué invento era aquel? ¿No se suponía que el León de Oro era un gueto clandestino que sólo conocían los elegidos y El Comidista? Pues se ve que, a raíz del post de Dicky, se ha hecho mainstream. Parejita de universitarios, currelas de Bilbao centro modernuquis y grupito de barbudos hipster fueron entrando y, cómo no, todos tiraron de la carta B. Si es que estamos hechos todos unos modelnos…
Toda la comilona, y tres cervezas (de las que sólo nos cobraron dos), 23 euros en total. Nótese que pedimos raciones pequeñas, y aun así, sobró comida.
Volveremos en cuanto tengamos ocasión y ganas de chinorri del bueno. Muy recomendable.
(para la próxima, se atreverá a pedir la ensalada de medusa, María Mora)
Fernández del Campo, 8; 48010 Bilbao (Bizkaia)
944 43 56 46
Soy María. Alicantina de nacimiento, baracaldesa de adopción y economista sin mucha vocación. Siempre he sido bastante glotona, la verdad, pero al buen comer y a los fogones me he aficionado en la veintena (esa que está casi terminando). Disfruto como una enana descubriendo sitios nuevos, casi tanto como pidiendo lo más raro que veo en una carta. No tengo blog propio, así que los Manueles me acogen cual cachorrillo sin hogar. Eso sí, tengo Facebook y Twitter, por si queréis cotillear algo sobre mí.
0 Comentarios
Trackbacks/Pingbacks