Restaurante Rimbombín (Bilbao). Cría fama y échate a dormir
Imagínese el lector que invita a su pareja a papear por 160 euros y sale del encuentro vacío y al pasar las horas se siente estafado. Es lo que nos acaeció al que suscribe y a su esposa en el restaurante Rimbombín, garito de presunto ringorrango que lleva 80 años sirviendo comidas en Bilbao. De él me hablaba bien una dulce ex amiga taurina que tenía muchas ganas de ir a comer ostras ahí; menos mal que no fuimos. Yo a usted lector le confieso sin retintín que salimos del Rimbombín masticando la insatisfacción culinaria, deglutiendo la escasez de la cantidad y cuestionando progresivamente la calidad.
Acudimos un sábado y, lagarto, lagarto, sólo había tres mesas ocupadas en el comedor: coincidimos un habitual, nosotros y cuatro más. Siete comensales. El comedor lo desluce la madera blanca, la cual anula la potencialidad del suelo de azulejos añejos, el detalle kitsch de la alfombra, los cuadros taurinos y el chulo techo. Ahí, mientras a un volumen excesivamente elevado sonaban canciones en las voces de Amaia Montero, Jorge Drexler, Luis Eduardo Aute, Ismael Serrano, etc., nos atendieron el encargado, con amabilidad, y la camarera, con celeridad en los dos o tres primeros cambios de servicio. Ah: a La Txurri no le agradó que la barra, las cocinas y el comedor los atendieran personal inmigrante, nada que ver con los personajes castas de las fotografías de antaño que cuelgan en su web. Jo, cómo es esta mujer…
Nuestro primer y último día en el Rimbombín nos decantamos por un menú especial que ofrecen a 59 machacantes por persona, con solo dos copitas de vino. Se elige entre ocho raciones de marisco y los pescados del día, ese sábado lubina, bacalao y rodaballo. Como éramos dos, podíamos compartir tres mariscos y comer dos pescados, o compartir cinco mariscos y luego compartir un pescado. El precio del menú incluye el pan, pero no el postre ni el agua (no nos vamos a quejar por naderías). Y bueno, si te llega con una copa de vino…
El caso es que en total comimos seis gambas, seis zamburiñas, un puñadito de almejas en salsa, cuatro cigalitas, tres (sí, 3) navajas y cuatro langostinos de nada. De las ocho raciones descartamos el centollo y el txangurro, y las navajas y langostinos pedimos media ración de cada una para probar el producto. El responsable convino, pero servir tres unidades navajeras es de traca, de risa, ja, ja… Ahora calculo que si el menú salía a 59 por cabeza, esa birria de marisco estaría valorada en 80 euros tirando a la baja. En Suances o en Isla te zampas mariscadas estupendas por ese precio. A mí me desagradó el condumio del Rimbombín y me da rabia, porque así cada día le tengo más paquete a esta Euskadi mía tan decadente y cara en la gastronomía, tan poco competitiva.
Gallego y onubense
En la mesa disponíamos de abundantes platos colocados uno encima de otro y, tras un aperitivo obsequio de la casa en forma de ensaladilla rica y rústica (guisante de verde congelado), nos sirvieron las minirraciones en este orden: primero, las tres navajas (duras, de sabor justo) y las seis zamburiñas pequeñas, duritas también (lo mejor de este plato compartido fue la salsita levemente especiada y con limón; ah, y al ver las tres navajas pensé que eran un adorno de otro plato, ingenuo de mí); segundo, una cazuelita de barro con las almejas, excesivamente calientes, demasiado blandas, bastante desazonadas y una sin abrir, o sea muerta; tercero, seis gambas (yo creía que en el universo entero las raciones son de una docena, pero no: en ese menú son de seis unidades) que resultaron lo mejor del condumio, sabrosas pero no deliciosas como las del Hondartzape, por ejemplo (quién me iba a decir a mí que el Hondartzape me iba a parecer barato comparado con el Rimbombín…); cuarto, cuatro cigalitas, las peores (perdón, menos buenas) que he comido en mi vida pues no tenían sabor per se, pero sí por la rica salsa que disimulaba su insipidez; y quinto, cuatro langostinos buenos pero no bravíos. Todo este marisco blasonaba de denominación de origen gallega y onubense, pero vaya…
Cría fama y échate a dormir, reza el proverbio. La Txurri, la del paladar, la morrofino, la convidada, estaba casi ofendida: «Esto no es nada selecto. Es de batalla, como el Astuy», apuntilló. Yo pretendí pedir aparte alguna de sus afamadas y divinas ostras, pero Susana me quitó las ganas: «Si todo va a ser como esto…». Ejem… Le hice caso.
Aparte, yo había empezado con el vino del menú: escogí una copa de rueda y me sirvieron Veliterra (en el súper de mi barrio la botella está ahora a 2,39 euros), y ni siquiera su temperatura era idónea. O sea que me apeteció una botella de cava. Les pedí la primera botella de su corta carta de vinos con precios no demasiados cargados. Era un brut nature reserva a 18,5 euros, pero me trajeron uno inferior: Maset del Lleó (14,5 más IVA), servido en copas de champán Mumm, un cava brut nature un pelín dulzón pero rico, con burbujas constantes no muy delgadas y corona coqueta. Valió para endulzar la onerosa minimariscada.
De segundo compartimos el pescado. Ya recordará el lector que había lubina (de mar, aseguró el encargado sin preguntarle), bacalao rebozado o rodaballo. Pedimos lubina, nos felicitó por la elección y nos trajeron media pieza. La camarera suramericana me preguntó si deseaba emplatarla yo, rechacé la oferta, ordené «usted» y la preparó ella en una mesa aparte, no a la vista. Al catarla se preguntó La Txurri: «¿Esto es salvaje?». Hombre, la piel sabía a mar, pero no lo demás. Además, la textura en boca era harinosa, similar al del puré espeso, lo que me llevó a pensar que el pescadito había comido pienso. Si era de mar, estaría vieja o descongelada, se me ocurre. La guarnicionaba una menestrita de verduras también artificial y que superaba al pescado. Recuerdo la lubina a la sal del restaurante Lasal de Santander, que costó 24 euros, y es como comparar a Dios con un gitano, que se decía antes.
De postre, fuera del menú, pedimos queso. La chica nos ofreció idiazábal y manchego, le hablé del cabrales artesano de su web, cayó en la cuenta y nos trajo seis tririllas (¡no estaban frías!) que irradiaban desde un centro de nueces y pasas átonas. El queso estaba rico, bastante, pero no tanto para lo que me cobraron: 8,90 más IVA (por ese precio te preparan un pedazo tabla en el bar Muga del Casco Viejo).
A la hora de pagar yo tenía un bono de descuento de 130 euros y aparte aboné 28,78 por las cositas pedidas al margen del caro y escaso menú. No dejé propina, o sea que mi desastroso debut en el Rimbombín saldría a 158,78: una estafa. En realidad pagué 87,78, pero dijo la Txurri: «Un timo». En fin, Serafín…
PD 1: A la mañana siguiente, domingo, yo pesaba 600 gramos menos. En serio.
PD 2: Ya el lunes, con este texto acabado, vi en Internet un comentario de un guiri que opinaba lo mismo que yo escribía en el primer párrafo: «Sea food is average and the portions are small. We left still feeling hungry». O sea pescado mediocre, raciones escasas y que salieron con hambre.
PD 3: El miércoles, en mi casa preparé a la plancha y con unos ajitos no más una lubina de piscifactoría (4,75 euros en el súper) y, ejem, estaba más rica y menos harinosa.
(Adelgazó 600 gramos Óscar Cubillo)
web del restaurante
ver ubicación
Hurtado de Amezaga, 48; 48008 Bilbao (Bizkaia)
94 421 31 60
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
No comparto lo escrito. He visitado en varias ocasiones Rimbombín con distintas ofertas (menú del día, oferplan, a la carta) y ha sido un acierto. El producto que trabajan, sobre todo el pescado y marisco es de excelente calidad a un precio moderado con un trato excelente. Un saludo
Suena a mala leche…
Ya, yo hace mucho que no compro cupones, porque no me cuadra más que nada. Pero a veces los cupones adquiridos no han tenido merma de cantidad ni de calidad. Por ejemplo, recuerdo uno del Jolastoki de Getxo que resultó una auténtica y sabrosa ganga. Salud!
Leyendo el artículo y leyendo la respuesta de la gerente del establecimiento considero que ese tipo de ofertas no son la mejor opción, o no se deberían comparar con una experiencia sin intermediarios, que por cierto también ingresan dinero de la «oferta».
Ya lo dice el refrán: No hay duros a peseta. Es mi humilde opinión.
Siento no compartir algunas de las opiniones. He estado en este restaurante el año pasado con una oferta de Groupon y la verdad es que aparte de la atención que fue esmerada, la comida puedo calificarla de excepcional. La calidad y las cantidades no tienen nada que ver con vuestros comentarios. De hecho quisiera repetir la experiencia en cuanto tenga la ocasión de recibir alguna oferta de este restaurante.
Tenía intención de ir a este restaurante en mi próxima visita a Bilbao pero según lo leído
se me han quitado las ganas.
Buenas! Despues de hacer un artículo sobre el restaurante, he leido las opiniones que por aquí se vierten y he decidido enlazar este artículo para completar el propio.
Os dejo en enlace por si fuera de vuestro interés visitarlo:
http://www.gastrourdiales.com/2011/10/marisqueria-rimbombin-bilbao.html
Un saludo desde GastroUrdiales.com y felicidades por el blog.
Me ha chocado ese comentario fuera de lugar. Perder 600 grs.en un día no tiene necesariamente que ver con la cena.
Si se trataba de adelgazar, la consulta de un endocrino y la lechuga es más barata. xd.
En respuesta a la gerente del Rimbombín, Leire Garro. Ella asegura: «Que Usted ha pagado en el menú Groupon 59 euros por comensal no es cierto. Usted ha pagado 29,50 euros. El cupón de 59 euros es para dos personas». No sé si es un chiste, pero me ofende que la gerente afirme que lo que escribo no es cierto pues da la sensación de que no sé leer. Yo me atengo a la publicidad, al anuncio de Groupon, que ofertaba: «59 euros en vez de 130 por un menú de marisco y pescado para 2 en el histórico Rimbombín». Es un 2×1. No hay duda, no hay posibilidad de error, sobre todo si el local ofrece ese mismo menú en las cartas de la entrada. Ayer jueves estuve comiendo en el Restaurante Torre Salazar de Portugalete, un menú también de Groupon para dos personas, por 69 euros, con cinco platos, sin postre y con solo dos copas de vino, y no hay ninguna queja respecto a las cantidades de las viandas que nos sirvieron. Yo que usted, señorita o señora Garro, intercambiaría impresiones con Groupon, lo intentaría aclarar ante ellos y les pediría a ellos que le dilucidasen esta fórmula comercial que, está claro, usted no entiende. Gracias por su comentario. Oscar Cubillo
Me dirijo a Ustedes desde el Restaurante Rimbombín. Hemos leído con atención sus críticas,especialmente la del Sr. Oscar Cubillo que recientemente nos ha visitado. Admitimos todas sus observaciones acerca del menú degustación Groupon que hemos ofrecido. Decirle que ha sido una manera a darnos a conocer a más público. Evidentemente no es una mariscada como habitualmente se conoce en cantidad sino un menú degustación de algunos de nuestros productos de carta. Todos nuestros productos son frescos y sería una política erronea sino fuera así. Evidentemente tratamos con el mismo mimo y esmero a todos los clientes que nos visitan, independientemente sean de Groupon o no. Que Usted ha pagado en el menú Groupon 59 euros por comensal no es cierto. Usted ha pagado 29,50 euros. El cupón de 59 euros es para dos personas. Los comentarios que Usted hace de nuestro cualificado y preparado personal creo que no merecen comentario. Les invito a que se pongan en contacto con nosotros para cambiar impresiones que seguro que son muy útiles e invitarles a un aperitivo. Esperamos sus noticias. Leire Carro. Gerente del Restaurante Rimbombín.
Una vez me decidí a llevar a mi ex al citado restaurante en uno de nuestros aniversarios, quizá me dejo por ello. Fue decepcionante.
Yo doy por supuesto que esas cosas no pasan. Lo del cupón es una forma de publicidad: se lanza un mail con la oferta que leen miles de personas interesadas en el asunto y luego la central de descuentos (empresas que están muy de moda) se queda un porcentaje de cada venta. Fácil y barato. El Groupon lo descubrí por un comentario de un post de este blog titulado «Restaurante Aretxondo (Galdakao). ¡Volveremos!»
Ahhh! ya entiendo. Me imagino que cuando viene alguien con los cupones de marras, en muchos restaurantes dirán: ¡Cocinaaaa, vayan sacando las sobras que vienen unos desaprensivos que quieren comer como las personas normales pagando la mitad! 🙂
Compré un bono de descuento de Groupon. Decía la publicidad: «59 euros en vez de 130 por un menú de marisco y pescado para 2 en el histórico Rimbombín. Disfruta del pescado fresco del día y elige entre una amplia variedad de marisco». Luego aparte pagué el agua, el cava y el postre.
Por contrastar, la última hace tres años en el Rimbombín estuvo bien, pero bien a secas. Claro que si comparas calidad y precio de mariscos con Galicia o Asturias, la cosa se queda atrás, bastante atrás.
Me ha hecho gracia lo de los camareros foráneos. Yo también lo suelo asociar a mala calidad en el servicio pero no por un punto xenófobo que dios me libre de tener, sino porque, suelen ser, con honrosas excepciones, profesionales poco preparados, mal pagados y menos motivados que el camarero nativo. Supongo que mejoraran con el tiempo y la experiencia. Supongo…
Y me quedó una duda ¿qué es eso del descuento? ¿se regalan esos bonos en algún sitio?