Restaurante The Morgan Kompany (Donostia). La sonrisa de las chicas con aparato
Hubo un tiempo en que Uve y Cuchillo cultivaron una bonita amistad. De pronto, amaneció nublado y el florido abecedario de LQCDM perdió una de las letras más apreciadas por redactores y lectores. Y, por añadidura, el punto de vista femenino. Doble drama. Nadie sabe a ciencia cierta el motivo de desencuentro, ni qué suerte corrió la inefable e insigne colaboradora, pero sí es de dominio público que el cubierto aprovechó las escasas pero provechosas conversaciones para llenar de anotaciones su particular libro blanco. En él, apartado “Restaurantes pendientes”, unas palabras en rojo vivo: «Donostia. Morgan Company (sic). International cuisine. Slow food. Uve».
La pasada semana paré en Donostia con mi hermana sister y mi cuñado, dispuesto a comer en el Kaskazuri del Paseo Nuevo, uno de los 20 mejores menús del día de España, según Mikel Iturriaga. Quise ir, para comprobar si estaba tan subjetivamente equivocado (a mi entender, quiero decir) como en otros ejemplos, pero tras comprobar que el local en cuestión estaba cerrado ese lunes, tuve que improvisar un plan B. ¿Qué mejor ocasión para echar mano de esa agenda repleta de recomendaciones de amigos y gastrónomos? Descartados Txubillo y La Muralla, decidí seguir las viejas indicaciones de Uve. ¿Mi gozo en un pozo? Mi gozo en The Morgan Kompany.
El descubrimiento resultó deslumbrante, como la sonrisa de las chicas con aparato. El local es muy acogedor, amplio, con algún ligero motivo oriental, paredes y techos en rojo y blanco (eup!) y profusión de carteles y libros en las paredes. ¿Libros? Sí, de cubismo, Tamara Lempicka, Pollock, Basquiat, Gauguin, Van Gogh, Rothko, Monet, Picasso, Hopper… Y pósters del icónico ‘Kind of blue’ de Miles Davis, del Be Bop Bar donostiarra, de cuadros tan famosos como ‘Terraza de café por la noche’, de Vincent Van Gogh… Todo a tono con la música, eminentemente jazzística. Pese a su indisimulable austeridad, una gozada de espacio, una invitación a desconectar y conversar bajo sus lámparas negras, a disfrutar de compañía y comida. Porque la cocina no desentona. No.
Además de un plato del día y varias propuestas de cena, fin de semana, menú internacional e incluso cena-concierto, la oferta estrella es un menú del día de 18 euros (IVA incluido) bien surtido de alternativas nada manidas. El de la semana en cuestión: calabacines asados y rellenos de pato desmigado, foie, champis y setas, gratinados; rollitos de Singapur rellenos de verduritas, pollo y langostinos con salsa varias; tagliatele de pasta fresca con bacon, tomate natural, pesto y parmesano; salmorejo acompañado de cuenco de huevo cocido y jamón; raviolis de pasta de arroz rellenos de espinacas y queso ricota; arroz thai salteado al wok con verduritas y pollo, con salsa Teriyaki; ensalada de tomate del país con sardinas marinadas; ensalada templada de queso de cabra con verduras asadas. Todo eso entre los primeros.
Segundos: solomillo de cerdo ibérico albardado con bacon y asado, con tomates y patatas asadas; codornices escabechadas en casa con verduritas asadas; carrilleras de cerdo ibérico estofadas al vino tinto de Rioja con puré de patata; moussaka de ternera con tomate natural, berenjena y queso; merluza a la plancha con refrito y patata panadera; chipirones en su tinta con arroz blanco. No quedaban tiras de pollo salteadas al wok con salsa de curry y arroz basmati, pero, a cambio, nos ofrecieron también magret de pato, bacalao y bonito.
Postres: yogur natural ecológico; mamia casera; panacota de fresas; torrijas caramelizadas; canutillos de crema; mousse de queso.
Yo empecé con calabacines rellenos, dos piezas con profusión de ánade en su interior. Bien de sabor y presentación. Gran arranque, desmintiendo la aparente escasez del primer vistazo, y más tras dar buena cuenta del aperitivo, convite de la casa: aceitunas y chupitos de salmorejo. ¡Ozú!
Urko juzgó «muy buena» la tagliatele y yo disfruté sobremanera las tres medias codornices con ligero y sabrosísimo escabeche. Espectaculares en su sencillez. Buenos también el bacalao con ligera salsa vizcaína y el magret acompañado de una especie de noodles. Sin tacha, todo un éxito pegado a la zona más turística de la capital guipuzcoana, donde los precios están hinchadísimos, es de suponer que merced a la elevada renta per capita de Francia, y donde no se cuida en absoluto el trato al cliente. Total, detrás de ti hay cuatro franceses llenando platos de pinchos sin preocupación ni exigencia.
Solicito formalmente prisión incondicional para hosteleros de Lo Viejo que cobran 2,10 euros por una mísera copa de El Coto, y señalo que el vino incluido en el menú de este Morgan (no confundir con el Restaurante Morgan, a secas, sito en el número 7 de la calle Narrica) resultó totalmente recomendable. Pese a su poco halagüeño nombre, que lleva a pensar en un ‘peleón’: Ardoko, un tinto de año, 100% tempranillo, de Finca del Marquesado. Y no me olvido del postre, no; soberbia mi torrija, jugosa y firme bajo su fina costra caramelizada. Los cafés (1,50 euros c/u) cerraron una comida notable, una grata sorpresa, una propuesta interesantísima de un negocio que abrió sus puertas en 1982. Tres décadas después, sus rectores señalan que buena parte de los productos y materias primas de su carta son ecológicos, de elaboración artesanal o de comercio justo.
«Pretendemos hacer nuestra, y transmitiros, la filosofía de slow food ofreciéndoos un alimento bueno, limpio y justo. Entendemos que el alimento que ofrecemos debe saber bueno, saber a lo que es; que su proceso productivo debe ser limpio, evitando dañar el medio ambiente, el bienestar animal o nuestra salud; y finalmente defendemos que quien produzca esos alimentos debe recibir una remuneración justa por su trabajo y esfuerzo en defensa de la calidad del producto». Leída esta declaración de principios en la web del restaurante, sólo me queda mostrar mi admiración, recomendarlo y empezar a frecuentarlo.
(siempre hace caso a los consejos de sus amigos, Igor Cubillo)
Euskal Herria, 8; 20003 Donostia – San Sebastián (Gipuzkoa)
943 42 31 85
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
buenísimo el Morgan, me encanta! ya he ido unas cuantas veces, cada vez que viene algún amigo de visita le llevamos allí. y el Kaskazuri está muy bien también, aunque es más clásico, para ir con los suegros mejor 😛
V de VUELTA
Uve mesedez, vuelve a casa, me uno al clamor ¿Dónde está Uve??
Todo pasa y todo queda, Blacky. No seré yo uno de esos fantoches que van en romería con la cofradía del Santo Reproche. Sin más, me uno al clamor: «Dónde está Uve?»
¿¿Dónde está Uve?? ¿qué habeis hecho con ella??