Casa Ojeda (Burgos). Elegancia, tradición e imaginación
Burgos acaba de ser escogida Capital Española de la Gastronomía 2013. A buen seguro, el Jurado ha tenido en consideración la reputación del Ojeda, una casa de comidas abierta en 1912 por Félix Ojeda y su esposa, la cocinera Casilda Carcedo; como sus propios nietos pregonan, nada menos que un siglo ya sazonado por el aroma de los guisos, el perfume de las viandas y el vaho de los caldos. A principios del siglo pasado eran trabajadores, en su mayoría, quienes daban buena cuenta de asadurillas, manitas, truchas, cangrejos y verduras cultivadas en la actual avenida de los Reyes Católicos, entonces sembrada de huertas. Habría que esperar a mediados de los años sesenta para presenciar la transformación de taberna a restaurante, con la consecuente ampliación y transformación del local, que ahora forma parte del Grupo Ojeda, empresa que incluye apartamentos, hoteles y despachos de productos delicatessen, y presume en su web de hacer «inolvidable» tu estancia en la ciudad.
La cuestión es que hay lugares en los que uno duda qué restaurante recomendar; por falta de calidad en la oferta existente, o por todo lo contrario. No es el caso de Burgos, donde la gente entendida, sobrada de categoría y buen gusto (léase mi padre, Mikoldo, Uve…) aconseja unánimemente reservar mesa en Casa Ojeda. Pensando en los corderos, dice mi aita que vale más una hora en el Ojeda que cuatro días en el campo. Mikoldo es más burro: «De comer… ¡Casa Ojeda! ¡Indocumentados! Con solera de verdad, no de esas novedades que te quedas con hambre». Y Uve no sé lo que comenta del lugar, pues hace tiempo que contrató servicio de identificación de llamadas para no descolgar el teléfono cuando le llamamos los responsables de Lo Que Coma Don Manuel, pero también evocó grandes recuerdos antes de que le comiera la lengua el gato.
El pasado otoño nos plantamos en el susodicho restaurante una buena representación de mi cuadrilla con la idea, en mi caso concreto, de que acudíamos a un recio mesón castellano, antañón, mohíno, quizá demodé. Falsa alarma. El lugar, además de muy grande, con sus mesas repartidas en dos plantas, es elegante, en el sentido clásico del término. Pero no casposo, no estrictamente rancio. Guarda el aroma del pasado en lámparas de forja y techos de madera, y nos recuerda que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero aún así su aspecto denota lozanía y su recetario no es ajeno a la imaginación. Todos dicen que al Ojeda hay que ir a comer lechazo y morcilla, pero uno puede saltarse la letanía y terminar igualmente satisfecho. Es lo que me sucedió a mi, que escogí arroz con pichón y manitas de cerdo rellenas de morcilla. El uno resultó una preparación sabrosa, aunque algo escasa; sirva como excusa el muslito que simula la atractiva presentación. «Anda, ¡qué bonito! ¿Qué es eso?», exclaman los no iniciados al verlo sobre la mesa. Emoción que se diluye irremediablemente al comprobar que por la ración en cuestión se cobra alrededor de 15 euros (disculpen la imprecisión, pero la factura se ha traspapelado). Vamos, que con ese dinero ya se puede comprar más de un kilo de arroz… Las otras, las manitas, se convirtieron en la sorpresa de la jornada. Tanto es así que apenas las caté, de tanto dar a probar a uno y a otro; han pasado dos meses, los aromas y sabores hace tiempo que se perdieron por los intrincados callejones del olvido, pero recuerdo la satisfacción y sorpresa generalizadas, ante la originalidad de la combinación y, lo más importante, su sabor.
Comí poco, sí, pero intenté compensar arañando algo del resto de entrantes: lengua de vaca en escarlata, ensalada de perdiz deshuesada con salsa de boletus edulis… Y también de los platos principales: cordero lechal asado en horno de leña, chuletillas de cordero… Todo correcto, sí. Incluida la tarta de hojaldre y nata que se dice especialidad de la casa.Al final, comimos bien, a capricho, con buen vino, y pagamos algo más de 40 euros por persona.
Si tengo que poner alguna pega, señalaré la falta de profesionalidad de un camarero que puso mala cara, torció el gesto e intentó disuadirnos con perogrulladas como «es otra uva», cuando pasamos del corriente y moliente Campillo crianza (tempranillo) al muy superior Tilenus crianza (mencía). Dando a entender que no sabíamos de vino o, peor aún, que las mujeres de la mesa no tienen el paladar preparado para la uva característica de El Bierzo. Ése sí que fue un detalle de otro tiempo. Reprobable.
(Igor Cubillo)
Calle Vitoria, 5 – Plaza del Cordón; 09004 Burgos
947 20 90 52
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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Victoria, una enóloga amiga de Pato, asevera también que no se debe cambiar de uva, pues se suele, se puedes romper la buena onda e ir a peor.
Imprudentes camareros aparte, sólo queda apuntar que tuvimos la fortuna de compartir una espléndida mesa redonda en un oportuno reservado. Si ustedes acuden «en masa», no duden en solicitarlo porque quieras que no, las chanzas, las críticas y los debates cuadrilliles se disfrutan mucho mejor en la intimidad. Vamos, que estuvimos como en casa. Feliz navidad!!
Sin duda un buen Restaurante, sobre todo si lo que se quiere es comer algo diferente a las riquísimas Morcillas y Lechazos Castellanos, dado que si mal no recuerdo cuenta con una oferta amplia de platos en su carta.
Si se va con la idea fija de zampar Lechazo hay otras casas de comidas tanto o más recomendables como Casa Azofra o Casa Cesar, ésta última en Quintanadueñas, a pocos Km de Burgos.
En cuanto al tema del servicio coincido plenamente, ya que en mi última visita (y fue hace más de un año) me pasó algo parecido cuando se nos preguntó por el Lechazo y pusimos alguna objeción ¿será el mismo camarero?