Restaurante El 24 de la Paloma (Burgos). Cerca de la catedral
Mi esposa, que es la que tiene coche, me amenazó así: «No te vuelvo a llevar a Laguardia hasta que no vayamos a Burgos, que yo no lo conozco y tú sí». Grrr… Me hice el digno y simulé que me resistía y que al final transigía. Y es que Burgos es ahora Capital Gastronómica de España 2013, je, je… Dos días estuvimos en la capital castellana. Hacía muchos años que yo no recalaba en Burgos. Más de un cuarto de siglo, exactamente. Ahora está más limpia y más ordenada. Y es más turística, sobre todo alrededor de la catedral, donde se concentran los mejores locales de restauración, que son lo que me atraía de la escapada. De los bares de la parte vieja, digamos que lo pasé muy bien con los pecaditos de La Taberna de Correos, que me olvidé de pedir Ribera del Duero en el Rimbombín (vaya barra de pinchos expone; yo me zampé uno de huevo escaldado con pisto que me costó tres eurazos pero lo disfruté mazo), y que también estuve en Casa Pancho, frecuentada taberna turística con buenos pinchos de la que hablaré aquí el próximo martes. Ah, no nos pusieron tapas en ningún local. Igual fuimos a las horas equivocadas.
A la hora del almuerzo no me quise gastar un dineral probando cordero en el clásico y reputado Ojeda, cuyo aroma invadía la plaza de La Libertad, y por lejanía espacial no pude hacer caso a la recomendación de mis hermanos sobre el restaurante Landa, pegado a la autopista. Esos dos días de visita cumplí mis previsiones, tomadas de un artículo sobre Burgos del diario ABC, que me ayudó a dibujar una hoja de ruta con bares y a señalar dos restaurantes para sendas sentadas: el primer día en El 24 de La Paloma, calificado por el crítico Carlos Maribona como moderno, y el segundo en el Casa Pancho, una oferta de las más atractivas de la capital según el mismo Maribona.
Era Lunes de Resurrección, en plena semana pascual, con el río Arlanzón crecido, cuando fuimos a La Paloma. Pedimos su menú castellano, por 25,50 euros + IVA, que le iba de maravilla a la jornada. Consiste en un entrante, primero y segundo a elegir entre dos platos, postre, y sin bodega ni pan que se abona aparte (a dos euros el servicio, hala; que se cobren la propina de ahí). En total aboné 76,01 euros, sumado el bebercio: La Txurri gozó una cerveza Selecta de tercio (2,50) y yo me bebí medio litro de PradoRey Roble 2011 (9,80), un Ribera del Duero que me gusta más que sus crianzas y reservas, un tinto floral, potente y complejo.
El 24 de La Paloma está cerca de un vértice catedralicio y, aunque por fuera la fachada no promete maravillas, en el interior el local medra y puede asombrar: techo de madera y forja, paredes de piedra y cristal, suelo verdoso y un sobretecho con más mesas para cuando se colma el comedor de la planta baja y donde se encuentra la bodega que nos ensañaron amablemente. Separados de las mesas de los demás comensales, degustamos esto con la bebida y el pan que elegimos: yo de tomate, me parece, y ella de aceitunas (a dos euros nos lo cobraron a traición, ya se ha dicho). Ahí voy:
Aperitivo frío: Una patata cocida fría con puerro y bacalao. Vaya. 5 puntos le puso La Txurri, que es profesora de Matemáticas y Económicas.
Entrante / Crujiente de morcilla relleno de pimiento asado (9,80 en carta): «Te va encantar. Superbueno», me advirtió mi esposa. Suelo rechazar las mistificaciones de la morcilla, pero esta me convenció: sabrosa, genuina, con crujiente en vez de la piel, más trocitos de pimiento rojo infiltrados. Con la morcilla el Prado Rey crecía, y con 9 puntos calificó la matemática a la morci.
Primer plato / Sopa castellana deconstruida (9,90 en carta): La elegí yo. No compagina la fórmula. Te traen el caldo sobre un fondo de cebolla y con el huevo escalfado protegido por otro crujiente. Se trata de romper el huevo y mezclar crujiente, huevo, cebollas y demás con el caldo. Lo malo es que no se integran los sabores. No es una sopa compacta. El vino creció, pero estaba sosita la sopita. Prefiero la tradicional. Susana sentenció: «Prefiero las sopas de Maggi». Y con 5 puntos la aprobó.
Primer plato / Ensalada de trucha escabechada: Le sedujo a mi consorte. La trucha olía a distancia y la comensal apartó el pan tostado y el pimiento rico en el plato. La gozó con la ensalada y hasta otorgó un 10 al pan (yo un 7 al mío), y otro 10 a la ensalada; y yo un 8 ó 9 al vino, y ella ponderó la cerveza, aún rica aunque menos fría.
Segundo plato / Chuletillas de cordero: Ella dijo que las patatas eran de 10 (sí, ricas y rústicas) y las chuletillas de 8’5 ó 9, aunque el trozo que probé yo estaba un tanto gomoso. Pero fíense más de ella.
Segundo plato / Lechazo asado (18,10 en carta): Buf, vaya pedazo me sirvieron. Era para dos. Con la piel crujiente y bastante líquido abajo (del natural: agua y grasa del bichito esencialmente). El vino sabía más dulzón y la mucha grasa del lechal la deglutí con la ensalada (de 10 la calificó La Txurri). Yo la gocé con el cordero y paré el tiempo, aunque lo puntuaría con 7 u 8.
Postre: Cremoso de cuajada casera, miel de flores y polvo de nuez. Recomendaban romper la galleta y comerlo todo junto, y estaba mucho mejor que la deconstrucción sopera. Se acompañaba de un daikiri de frutas rojas, un tanto inferior empero su nivelón, ¿eh? Ah, Susana, que rechaza el dulce, objetó que no quería ese postre y le sirvieron otro de manzana troceada con no sé qué y que calificó con otro 10. Qué optimismo, oigan…
Más el café (1,80 + IVA), en total pagué los referidos 76,01 euros y me atrevo a recomendar El 24 de La Paloma, por su calidad culinaria, su ambiente ajeno a lo turístico y su atmósfera nada popular.
(más de 25 años que no visitaba Burgos, Óscar Cubillo)
web de El 24 de La Paloma
Calle La Paloma, 24; 09003 Burgos
947 20 86 08
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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Oscar, para comer Lechazo en Burgos, merece la pena aunque sea un poco más caro, Casa Azofra. Está al lado del Monasterio de la Huelgas. Alternativa: Casa Cesar (Quintanadueñas. A 8 km de Burgos)
Con una oferta mucho más amplia, Casa Ojeda, a quien tú ya mencionas, aunque quizás su Lechazo, estando bien, es un poco inferior a los anteriormente mencionados.