El Churrasco (Bilbao). No sólo de moderneces se alimenta el treintañero bilbaíno
Teníamos pendiente una cena con nuestros amigos Diana e Íñigo desde julio. Pero entre vacaciones de unos y otros, y viajes laborales al otro lado del mundo, no habíamos podido coincidir hasta el pasado sábado. Nos propusieron para la velada ir al restaurante El Churrasco, en Bilbao La Vieja, esa zona que tan poco frecuento y que, visto lo visto, tiene aún mucho que ofrecerme.
Pues resulta que El Churrasco es un sitio de Bilbao de toda la vida, y yo sin saberlo. Como prueba, los cuadros que lucen orgullosas sus paredes con autógrafos y dedicatorias de un buen número de «celebrities» que por allí han pasado a través de los años. Desconozco la fecha de inauguración del local, pero dados los looks de las fotos, se abriría, como pronto, allá por los 80.
El comedor, un tanto viejuno, estaba a rebosar. Y no precisamente de gente mayor, como yo esperaba. Los clientes eran más bien jóvenes (buena señal, pensé). Una encantadora camarera nos llevó a nuestra mesa y nos contó todo lo que ese día tenían fuera de carta. Pintaba genial, la verdad.
Nos decantamos por los siguientes entrantes: jamón ibérico, ensalada de salmón marinado y queso de cabra, falsa lasaña de pisto y anchoas, y almejas a la marinera. Del jamón, sólo puedo hablar de la pinta y del olor: la pinta, muy buena; el olor, gloria bendita. Y el sabor, por lo que dijeron los afortunados que se comieron mi parte, entre un 8 y un 9. La ensalada de salmón, correcta y sabrosa, sin nada que resaltar. La falsa lasaña, que realmente era una lustrosa tostada de pan rectangular, cubierta de una generosa capa de pisto y, sobre ésta, anchoas en vinagre, resultó abundante y rica a partes iguales. Y, por último, las almejas: no supe calcular cuantos kilos tenía el plato pero, vamos, que era una animalada que sólo costaba 10 euros. ¡Un regalo! Y, además, aunque un poquito saladas, bien ricas con su salsa marinera para mojar a gusto. Entraban como pipas, y eso que no soy yo muy de bichejos de agua salada.
De platos principales, un poco de todo. Bacalao a la vizcaína, espectacularmente bueno con una salsa con la que se te saltaban las lágrimas; presa ibérica, muy bien hecha con salsa de manzana, patatas fritas y pimientos asados, a la que, aunque estaba rica, para mi gusto le sobraba la salsa (soy de la opinión de que las carnes buenas no requieren de salsas ni disfraces más allá de una buena sal y, como mucho, unas patatas fritas de las güenas); churrasco con una salsa tipo chimichurri que, según nuestro amigo, también le sobraba, ya que la carne por si sola estaba de morirse; y un rodaballo de ración con ensalada que no pasaba de un notable.
Terminamos el festín con dos postres para compartir: pantxineta con helado de vainilla (bastante rica, sin ser de las mejores que haya probado, aunque el helado industrial hacia bajar la nota global irremediablemente) y tarta casera de chocolate con helado del mismo gusto (pese al trozaco, resultaba demasiado ligera, ya que era más una mousse con forma de tarta que una tarta como tal).
En total, pagamos 37 lereles por barba. No fue tirado de precio pero, teniendo en cuenta la cantidad y calidad en general de la cena, lo pagamos muy a gusto. Si bien ningún plato (salvo el bacalao) sobresalió de forma excepcional, la impresión general que nos llevamos de El Churrasco es que cenamos más que bien a un precio más que correcto. En resumen, una buena opción si (a) nos apetece cocina de la de toda la vida y (b) estamos hartos de comedores diáfanos y fríos en colores neutros.
Soy María. Alicantina de nacimiento, baracaldesa de adopción y economista sin mucha vocación. Siempre he sido bastante glotona, la verdad, pero al buen comer y a los fogones me he aficionado en la veintena (esa que está casi terminando). Disfruto como una enana descubriendo sitios nuevos, casi tanto como pidiendo lo más raro que veo en una carta. No tengo blog propio, así que los Manueles me acogen cual cachorrillo sin hogar. Eso sí, tengo Facebook y Twitter, por si queréis cotillear algo sobre mí.
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