José María (Segovia). Acueducto y cochinillo
Por asociación de ideas, Segovia equivale a acueducto y cochinillo. El acueducto ya lo conocía, pero el cochinillo… ¡Ay, el cochinillo! En sus calles abundan los restaurantes y los mesones que ofrecen en sus escaparates sus preciados manjares, principalmente judiones y el simpático gorrino. Por recomendaciones, tres excelentes lugares; el afamado Mesón de Cándido, El Duque y el no menos reconocido, y muy bien recomendado por nuestro amigo el Dandy, José María. Como pernoctamos en la ciudad preferida de Alfonso X el Sabio, pues reservamos mesa el sábado para el domingo a 13:45 horas. Nos presentamos tarde, a las 14:00 horas, y había cola con gente intentando comer sin reserva. Sin embargo, la respuesta era la misma: «a partir de las 15.30 horas, después del segundo turno».
Como éramos los últimos de Filipinas, tuvimos que cruzar, por pasillos laberínticos, tres ó cuatro comedores enormes rebosados de parejas y familias enteras disfrutando encima de los platos. Los comedores son espacios singularmente decorados y con nombre propio (Reina Isabel, El Buen Yantar, Arcipreste de Hita, Biblioteca del Gourmet…). A nosotros nos tocó el denominado El Altar del Vino. Al fondo, junto a la pared, nos esperaba la última mesa libre con mantelería blanca y bordado del nombre del local, y en sus paredes cuadros firmados por los famosos. La Ro se sentó en el de Carlos Herrera y yo en el de Olé Olé, lo que dio rienda a mi excitación cochinil pensando en que las posaderas de Vicky Larraz o Marta Sánchez habían ocupado mi silla.
Nos ofrecieron las cartas y al poco se presentaron para tomarnos las comandas. Como lo teníamos estudiado del día anterior, sólo dudamos en el tamaño de las raciones. Aclarado nuestro entuerto, pedimos la Perdiz de temporada estofada con setas de cardo y cebolletas (21´82€), para Ro, y Cochinillo asado (22´73€), para mí. Ni entrantes ni ná; si estamos a setas, estamos a setas, no estamos a Rolex. Durante la espera nos sirvieron una bola de mousse de queso, con confitura y canónigos, para untar sobre pan tostado, riquísimo y muy suave al paladar. Por supuesto, para beber pedimos el vino de autor de la casa, el Pago de Carraovejas (18€), vino y bodega que regenta el propio José María desde 1987. Como anécdota, contar que el empresario y restaurador José María empezó a trabajar con 18 años como primer sumiller del restaurante Cándido.
Durante la espera vimos la ya instituida forma de trinchar y presentar el cochino delante de los comensales, que consiste en asestar golpes al cuto con el canto de un plato y sirviendo con milimétrica precisión las raciones. Ensimismados ante tan magno espectáculo, y mientras degustábamos el magnífico caldo, se presentó nuestro camarero con la ración de marrano y la perdiz. El camarero, amablemente, le ofreció a Ro presentar el plato. Esta accedió a sus peticiones: el metre acercó una mesa y, delante de nosotros, cual cirujano, despedazó la perdiz y con las cebollas y las setas emplató un pintoresco y atractivo plato de caza.
La Ro se deshizo en elogios, ¡qué rica! ¡Qué suave! Aromatizada, diferente… Jo, y con las setas y la cebollita…¡Uhmmm!, ¡¡qué sabrosa!! ¡No había probado nunca perdiz! Pero, Pato, ¿cómo es la perdiz? Pues más grande que una codorniz, Ro. ¿Como una paloma? Un poco más pequeña… Vamos, ¡¡una rata voladora!! Exquisita.
El cochinillo como bien describe el Dandy en su crónica, manjaroso y sabroso. La piel dorada era triscona pero para nada chiclosa y, según se explica en su web, está simplemente asado con agua y sal.
Como nos gusta el dulce casi tanto como comer con las manos, compartimos un postre que nos sirvieron en dos platos: Nuestra Tarta de Segovia (7´27€), un bizcocho relleno de crema con una bola helada de suave turrón, frutos rojos, moras, kiwi, todo ello flotando sobre una fina natilla de vainilla espolvoreada con canela… ¡¡buah!! Riquísimo, finísimo, ligero y nada empalagoso. La gota que colmó nuestro gastronómico festín… ¡Chapó José María!
A la vuelta en coche, cual cochinillos, tuvimos que parar en una gasolinera a echar una cabezadita.
El patriarca de esta cosa. Considera que el acto de comer es uno de los placeres más enormes que nos ha procurado la existencia. Y a eso se aplica. Y a contarlo.
Muchísimas gracias amigo por la reseña que realizas de nuestro restaurante. Leer esto nos alegra y enorgullece.
Es mucho el trabajo y el esfuerzo que hay detrás de todos y cada uno de los platos que salen de cocina y se sirven en sala o barra, pero tenemos la suerte de contar con un gran equipo que hace posible que cada día podamos atender y satisfacer a tantos y tantos amigos como nos visitan.
Un fuerte abrazo y esperamos que hasta pronto.
Si una vez te ha ido muy bien pues ¿porque no repetir? Pues eso es lo que hicimos, menos mal que reservamos unos días antes, porque coincidió con el evento titirimundi http://www.titirimundi.es/. Entramos en el segundo turno a las 15:30h. Hasta nos tocó el mismo comedor “el altar del vino”, pero en una zona más apartada y tranquila. Nos atendieron en seguida y solo tuvimos un fallo, al querer repetir el mismo menú y cegados por la buena experiencia anterior, no leímos que la perdiz en este caso era escabechada. Nos dimos cuenta una vez servida y la Ro sintió una gran decepción, porque cuando tienes algo metido en la cabeza y te traen otra cosa…en fin, la “perdiz escabechada con endibias de Cuellar setas y hortalizas” estaba exquisita pero no deja de ser un plato frio. Menos mal que todo se arregló con ese gran vino que es el Pago de Carraovejas y unos ricos postres en este caso los “raviolis crujientes con chocolate caliente y helado” y la “crema blanca de vainilla con frambuesa y piñones tostados”…uhmmmm
Ah! sobre el cochinillo….está todo dicho…tripitiría
Amigo Pato, me va a tener que invitar a comer en José María. Es leer sus alabanzas, y hacerse la boca agua.
Un saludo.