Eme Be Garrote (Donostia). Berasategui low cost
LA VISIÓN ENCANTADA…
Eme Be Garrote. El nombre del nuevo Berasategui, es un intento inquietante de provocar preguntas en su clientela. Queda genial decir que se trata de una vuelta a los orígenes, como rezan todas las referencias a este sitio, repetir sin cesar la gracia del término “euskandinavo”, para hacer referencia al diseño del lugar, pero lo cierto es que la criatura que ha parido en esta ocasión el cocinero donostiarra no necesita de tanta parafernalia. Su cocina habla sola y da clases magistrales.
Empezamos bien. Carta corta, como a mí me gusta. Con lo suficiente para elegir para todos los gustos, pero sin mareos. Mismo precio para todos los entrantes (16,50 €, con medias raciones sorprendentemente a 8,25€) y para todos los platos principales (22€), lo cual ayuda a decidir con el corazón y no con la cartera. Y mi parte favorita, llamada Mis vinos a 15 euros (un respiro a las sorpresas inesperadas).
El desfile comenzó con un aperitivo suave. Ensaladilla de salmón con mayonesa de curry. Dos cucharadas de espumosa crema con aroma ahumado que abría el apetito solo con olerla. Atendiendo a la explicación del camarero, decidimos pedir medias raciones para poder probar distintas cosas, ya que las porciones eran abundantes.
Empezamos con un salmorejo con tosta de brandada fría de bacalao. Acostumbrada al de Sanlucar de Barrameda, el salmorejo no me pareció gran cosa, simplemente suave y fácil de tomar, pero la brandada era impresionante, de sabor y de textura. Un inicio increíble para una sucesión impresionante de sabores.
Seguimos con la terrina de patata, que era la sugerencia fuera de carta. Al compartir éste y el siguiente entrante (huevos de caserío escalfados a baja temperatura, bañados con un caldo de “gibelurdinak”, champiñones y carpaccio de cerdo ibérico) se produjo una divergencia de opiniones, similar a la de los que son del Athletic y los que son de la Real. Cada uno sentía su elección como un manjar de dioses no digno del contrario. Como soy yo la que escribo, recomendaré el mío (la terrina) por encima de ningún otro.
Los segundos seguían la senda de sus hermanos menores… Una merluza de anzuelo a la brasa que daba pena comerse y que intentabas racionarte para que no acabara nunca. El jarrete de cerdo guisado y asado a la cazuela con cremoso de tubérculo fue la mejor de nuestras elecciones. Tentados por la chuleta decidimos darle una oportunidad a este guiso ya que no es tan común. Cuando la probamos, casi se nos saltaron las lágrimas de la emoción. Lo malo es que no es fácil acabarse la ración, aunque sea compartiéndola.
Yo no llegué al postre, pero mi acompañante degustó el pastel caramelizado de naranja con su sorbete de ron y pasas. No parece que se quejara tampoco de esto, será que somos de buen conformar.
Lo peor que puedo decir de este sitio es la sensación que te queda de no poderte ni mover al acabar. Nos pudo la gula, pero cómo decir que no a semejante menu. La broma no fue barata, pero tampoco cara. Si tuviera que resumirlo en pocas palabras diría que es una experiencia gastronómica impresionante al alcance de muchos. Por fin los grandes empiezan a reinventarse. No se puede vivir de las estrellas siempre.
(Jarvisey)
Periodista de carrera, que no tanto de profesión, aunque sí de afición. Con el corazón partido por medio Europa, de manera caótica y descompensada. Defensora de causas perdidas, amante de los animales, soñadora empedernida y gastrónoma frustrada. Mis tardes de lluvia y manta las paso acompañada de buen cine. Obsesiones confesables: Allen, Kubrick, Ophüls, Catalina de Rusia, Bowie, Brel y Escandinavia. Inconfesables; el cine y la música de los 80, Truffaut, Gardel y los documentales de guerra. Absténganse aficionados a encuentros deportivos varios, cine de palomitas y hit parades. Soy esa rara avis que siempre cae mal en las primeras conversaciones. Qué le vamos a hacer.
Acudí ilusionado a Eme Be Garrote Grill, el nuevo local de Martín Berasategui en Donostia, en el barrio de Igara. El laureado cocinero se ha aliado con Luismi Garayar, su proveedor de carne, para ocupar la antigua sidrería Urkiola y convertirla en un local donde comer a un precio muy contenido, logrando en consecuencia atraer a muchos comensales y alcanzar el fin de hacer caja; es de suponer que para permitirse el lujo de tener abiertos restaurantes gastronómicos que, según dicen, por norma general, dan más quebraderos de cabeza que beneficios contables.
Otros imparten talleres o cursos, sirven banquetes de boda o se zambullen en el universo de las tapas de autor. Así que no es el primer referente mundial de los fogones que apuesta por la fórmula low cost, ni será el último.
El caso es que sé mejor que nadie que no se dan duros a cuatro pesetas, en ningún lugar. Y menos aún en un negocio. Pero, aun así, esperaba una experiencia más gratificante en Eme Be, cuya web promete una cocina de producto, mimada al fuego y repleta de sabor. Y eso que la compañía fue fabulosa; el local es amplio y permite charlar, confabular sin temor a ser escuchado; las cantidades son generosas; y el servicio, pese a su bisoñez, se esmera en atender en condiciones al comensal, sea cual sea la condición de éste. Incluso me encanta que hayan dejado a la vista las viejas kupelas (aka barricas) de sidra, contextualizadas en una estética que se define como euskandinava.
¿Qué esperaba? En primer instancia pensé que podría toparme con viejas creaciones de Berasategui, extremo que descarté al contemplar una carta que pretende revivir «el espíritu» de los orígenes del maestro, «renovado en ilusión pero conservando viejas costumbres: cuando la lumbre daba sabor a un plato, el vino presidía la mesa o tan solo se cambiaban los cubiertos al llegar los postres». Pie a tierra, la tradición, la cocina popular en el espejo retrovisor. Me replanteé las expectativas, me conformaría con encontrar en el plato sencillez y maestría, y en ninguna de mis dos visitas se han visto colmadas.
La primera vez fuimos agasajados con unas aceitunas aliñadas y un pintxo de brandada de bacalao correctos. Un detalle, el convite, que siempre se agradece. Llegó el vino solicitado (Iñurrieta Cuatrocientos; 16,50 euros), el pan y el huevo de caserío escalfado a baja temperatura, bañado con caldo de gibelurdinak (carbonera), champiñones y carpaccio de cerdo ibérico (media ración, 8,25€), donde el carpaccio parecía cabeza de jabalí, o un fiambre similar.
Lo siguiente fue una ensalada de txangurro desmigado, hierbas y aire de moluscos (media ración, 8,25€), nombre pomposo para una preparación que no me dejó ningún recuerdo. Y pronto pudimos intuir que el vuelo iba a ser muy corto. Las kokotxas y el taco de bacalao confitado en aceite de ajos al pil-pil (media, 11€), un plato sencillo, para lucirse, resultaron hartamente insípidas, sosas a rabiar y desprovistas de cualquier textura atractiva. Un chasco, siendo una propuesta donde manda el producto.
Uno nunca pide filigranas a la cocina tradicional, por lo que aún resulta más doloroso que resultaran decepcionantes, por monótonos y densos, los chipirones troceados guisados en su tinta (media, 11€), bien presentados en una robusta cazuela individual, como hacen con los moules en Aquitania. Y la intrascendencia terminó por imponerse con los callos «a la manera tradicional» (media, 11€). Chasco.
La segunda vez mejoró mi percepción de la comida. El aperitivo, cortesía de la casa, consistió en las clásicas aceitunas y rillette de salmón, servido en recipientes de plástico poco estilosos. Y abrimos boca con media ensalada Eme Be (8,25€), a base de berros, patata cocida, salmón, lechuga, piparra, langostino y huevo de codorniz. Muy sencilla. Grata impresión.
Insistimos con las gruesas kokotxas y el taco de bacalao, les dimos una segunda oportunidad, y la impresión fue la misma. Además, al final, observamos que nos habían escamoteado el taco de bacalao. Error grave. Doble, además. Nuestro, por no darnos cuenta y advertirles antes de vaciar el plato. Y suyo, por privarnos de uno de los dos ingredientes, sea por despiste o falta de existencias.
A continuación, todo fue cuesta abajo y comprobamos que tienen mucha mejor mano para asados y brasa que para los guisos de nuestro debut. Estaba bien rica la porción de merluza de anzuelo a la brasa; apropiado el punto del pescado y potente el refrito de ajo, cayena y perejil, que aportaba un gusto demasiado picante para contar únicamente con un piquito de guindilla. El precio (22€), no obstante, se antoja caro.
Conociendo la impresión de Jarvisey, también pedimos medio jarrete de cerdo guisado y asado a la cazuela con cremoso de tubérculo (11€), y acertamos. Tierno, sápido y con oportuno acompañamiento de patata y berro, el corvejón.
En esta visita reparamos en los muchos errores del servicio. La joven que ofrecía la posibilidad de beber algo con las aceitunas, la misma que preguntó si tomaríamos postre, parecía llevarse un mal rato y descentrarse cada vez que escuchaba «no, gracias». Un poco como Tristón, el amigo de Leoncio, el león. Para la merluza se procuró cuchillo de sierra, no cubiertos de pescado, y el plato fue depositado a la carrera frente a la persona que había solicitado jarrete. Por el mismo camarero que, momentos después, nos ofrecía los combinados que habían solicitado en la otra mesa ocupada en todo el comedor. La impresión, que son chavales en prácticas. Y supongo que otro tanto sucederá con el personal de cocina.
Así, siempre hemos compartido medias raciones (salvo la merluza) y botella de vino (la segunda vez, un flojo Godelia, a base de godello), hemos prescindido de postres (a 11€ se despachan) y hemos cerrado con cafés. En ambas ocasiones la cuenta rondó los 70 euros, dos personas. Poco dinero para tratarse de un local comandado por Berasategui, sí, pero también elaboraciones que no parecen estar, aún, a la altura de una nueva submarca de todo un mito.
(Igor Cubillo)
web de Eme Be Garrote
Camino de Igara, 33; 20018 Donostia (Gipuzkoa)
943 22 79 71
Menu ejecutivo, entre semana (comidas): 30€ + IVA
Menú infantil: 20€
Cierra jueves
El patriarca de esta cosa. Considera que el acto de comer es uno de los placeres más enormes que nos ha procurado la existencia. Y a eso se aplica. Y a contarlo.
4 Comentarios
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En Oviedo lo intentó pero siempre fue un proyecto con más luces que sombras, diferentes socios y cambios de rumbo, Total que duró cuatro telediarios y se fue de no muy buenas formas. Una pena porque le tengo verdadera admiración.
Más sombras que luces, perdón!
Si no me equivoco el proveedor cárnico de MB es Luismi Garayar 😉
Ups! Tiene usted toda la razón.
He naufragado en el vasto océano de los nombres compuestos.
Gracias por el aviso. Lo corrijo ya mismo.
Un saludo.