El Figón (Bilbao). Menú diario chic en dos tandas

Feb 20, 14 El Figón (Bilbao). Menú diario chic en dos tandas

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Dentro de la proliferación hostelera bilbaína, esa burbuja barista que acabará estallando (como todas), le hemos pillado el callo y la postura al céntrico nuevo bar El Figón, sito enfrente del hotel López de Haro. El empático Pato lo descubrió una mañana con su novia, Rocío, y de la misma me mandó fotos recomendándolo, convencido por su selección de vinos (por copas y botellas, nacionales e internacionales) y por sus pinchos a un euro. Desconfié de los pinchos, pero la primera vez que estuve en El Figón me zampé dos o tres. Mi favorito entre esos europinchos es el de pimiento del piquillo con anchoa y boquerón en aspa. Cojonudo. A Pato le gusta mucho uno de morcilla con queso de cabra que pide le calienten las eficientes camareras. En esta neotasca con maderas, alacenas, cuadritos y los precios de los caldos en tiza sobre la pared, también preparan raciones y recuerdo que me quedé con ganas de invitar en Navidad a La Reina y a su madre a salmón ahumado y una botella de cava, para hacer chin-chin.

Al Figón acuden cuadrillas pijas de jóvenes y matrimonios maduros, burgueses de toda la vida y gente de futuro incierto, jubilados con posibles y oficinistas tan bien vestidos como antes era más habitual en Bilbao. Nosotros solemos ir por las tardes, antes de algún concierto en el Azkena o el Kafe Antzokia (están a tiro de piedra), y un viernes, haciendo escala de camino a una sesión flamenca en el hotel Hesperia Campo Volantín con Paco del Pozo, nos fijamos en que el gastrobar propone también un original menú del día, por nueve euros de (casi) nada, con agua (del grifo), primero y segundo (servidos a la vez sobre una tabla rectangular) más postre (estupendos también). Nueve euros, sí, IVA incluido, y en Bilbao, urbe presumida que con la crisis y el exceso de oferta está ofreciendo menús del día de calidad a precios inimaginables antaño. ¡Precios en plan Las Palmas de Gran Canaria!

Panorámica de El Figón (foto: Mr. Duck)

Y un martes tuve la buena fortuna de ir con La Reina a probar el almuerzo. El día brillaba y nos atendieron con amabilidad y profesionalidad (como siempre en ese bar) desde antes de entrar, qué casualidad. Nos acomodamos en la mesa del córner, desde donde dominábamos la barra entera y hasta el exterior de los ventanales. Las mesas son cuadradas, pequeñas (para dos) y altas (para sentarse en taburetes), y estaban preparadas con un mantel individual de papel y servilletas también de papel, pero tan buenas que parecían de tela. La camarera, una chica maja de La Rioja (no argentina, como pensaba Pato), nos explicó cómo funciona lo del menú diario chica, que algunos lo llaman combinado: se eligen los dos platos, que se sirven en una tabla en la primera tanda, y el postre, que llega en la segunda tanda.

El atractivo y cosmopolita menú permanece casi inalterable (suele cambiar el pescado y el plato de cuchara o ensalada), y se puede elegir entre cuatro primeros, cuatro segundos y otros tantos postres. Descartamos el «arroz verde de aguacate, trigueros y wasabi» (fue un error: tenía pinta estupenda y se servía en ración generosa en forma semiesférica) y la ensalada de pulpo (habría combinado de cine con algún caldo blanco, imagino), y nos lanzamos a las «verduritas con ibérico y tempura de queso de oveja« (olían en la distancia, tenían aspecto de plato inglés, la salsa barbacoa era demasiado fuerte y a las verduras las lastraba un fallo importante, pues de tan aceitosas a la segunda pieza devenían empalagosas, y eso que los trigueros estaban de muerte o las zanahorias muy ricas; yo las tomé con un blanco del Penedés abonado aparte, a dos euros, de la bodega Gramona y marca Gessamí, que según indicó la camarera riojana con suficiencia desommelier se trata de un sauvignon blanc con toques de muscat -en realidad se impone el muscat, es al revés-, y arribó recién abierto, fresco, ácido y carbónico, idóneo para las verduras si no hubieran estado tan oleaginosas), y el entrante que pidió La Reina y que me acabé zampando yo, «milhojas de patata, asado de pimientos con Idiazábal, orégano y salsa de piquillo «(ella pensó que se trataba de un hojaldre, pero no, eran patatitas gratinadas riquísimas que combinaban con el pimiento asado… ñam ñam… qué suerte la mía que comí dos primeros, aunque este no era muy grande).

Pintxos en El Figón (foto: bilbaoturismo.net)

De fondo sonaba música muy bajita (Dylan, Springsteen…) y de segundo ese martes había salmón a la plancha con no sé qué guarnición, creo que cítrica (tentador era el salmón, pero yo deseaba beber tinto ya en el plato fuerte; luego oí que a unas damas les ofrecían también merluza de pescado), la «burguer de pollo a la soja, miel, barbacoa, patata paja y huevo de codorniz» (otro día la pido con una birra; según lo que vi a una comensal del lateral se trataba de un pelotón bastante grande emplatado), más lo nuestro: para Amaia, ‘txipirones en su tinta’ (tres jibiones en cazuela, muy ricos, que le recordaron a los que prepara su madre, o sea una garantía; yo unté la salsa de esos negritos y triunfaba por genuina); y para mí ‘mollejas de ternera guisadas en salsa’(cojonudas también, una ración generosa para gruesas piezas con una salsa pelín dulzona y bastante anglo, pero que no se imponía; las mollejas estaban de cortar, blanditas y sápidas, y las tomé con un vino que he descubierto en El Figón, un Somontano, Glárima, soberbio y finolis, corpóreo y con mucho sabor a chocolate, tanto que lo cató La Reina y se le antojó una copa para ella; «lo más sorprendente, el vino», manifestó, rubísima, de piel blanca y ojos glaucos, igual que una finlandesa).

De postre había yogur griego con espuma de mango y goxua a nuestra (su) manera, que seguro ambos eran apetitosos a tenor de lo nuestro: ‘crema de naranja mascarpone y mus de chocolate’ (para mí, potente, con clase, y maridaba con el Somontano) y ‘natillas de té pu-eh con jazmín’ (para ella, que le agradaron). En total, por los dos menús más tres buenas copas de vino, pagamos 24 euros, y eso, que ya sé por dónde dejarme caer por las tardes y ahora también al mediodía.

(le atraen los europinchos a Óscar Cubillo)

ver ubicación

Calle Obispo Orueta, 3;  48009  Bilbao (Bizkaia)

94 607 06 51

ÓSCAR CUBILLO

Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado Bilbao en Vivo y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.

2 Comentarios

  1. Óscar Cubillo /

    Ayer noche estuve en El Figón, mi bar favorito de Bilbao ahora mismo, y viendo por televisión la última media hora de un partido en la Champions del Madrid (el Alético, habéis picau…) he tomado cuatro europinchos y dos vinos por 9,80 euros: primero un pincho de bonito con anchoa muy rico, luego uno nuevo para mí que me ha encantado, de pulpo recién salidas las bandejas a la barra, de un pulpo frío con vinagreta y una salsa alioli muy interesante, estos dos pinchos maridados con un blanco de Penedés dulzón y ácido y fresco a 2,50 la copa (han subido el precio desde hace poco), y después, aunque me han tentado las tapitas de jamón, he optado por dos pinchos de saquitos de morcilla que he pretendido combinar con tinto Somontano, pero al final he optado por un sabroso Pinot Noir californiano a 2,80 la copa, frutal, incisivo, alegre, con moras incluso, un caldo que me ha recomendado Zuriñe, la camarera pelirroja, rauda y eficiente, esa misma que atiende solícita en barra, reparte platos por las mesas, controla la cocina y memoriza rondas de seis bebidas y sendos europinchos con el local a tope de clientela, una camarera que podrían contratar en verano en el MobyDick de Ondarroa, se me ocurre.

  2. Dos noches seguidas hemos ido a El Figón antes de sendos bolos. Ambas noches el local estaba lleno y el jueves muchos trajes se veían. El jueves, antes del bolo de Elkano Browning Cream, yo comí tres europinchos: el infalible de pimiento rojo con anchoa y boquerón en aspa, más dos calientes, uno de pollo sabroso en su guarnición agridulce y otro de morcilla con huevo de codorniz perfecto en su combinación. El viernes, antes del show de We Are Scientists, comí dos, ambos calientes: uno de nugget de pollo rico pero menos que el otro de pollo, más un saquito de morcilla con piperrada que al instante se convirtió en otro de mis favoritos de esa competitiva barra tan bien atendida. Y ahora me pregunto: ¿cómo pueden cobrar un euro por un pincho tan elaborado? Los regué con Gessami, el blanco del Penedés, y la gocé, para qué andarse con disimulos.

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