Tierra Agrícola Labastida. Vinos de excepción en una bodega familiar de La Rioja (alavesa)
En la vida ocurren cosas sorprendentes. Buenas, a veces, y un poco locas.
Uno que es mercenario, y señor mayor, alquila sus saberes al mejor postor y tiene la suerte de poder elegir a quién cede esa experiencia. A unos sí, a otros no. A algunos sólo la puntita. Y se procura hacerlo bien, con honestidad. Porque si vendes peines que no peinan, duras poco en el negocio. Y, esa suerte, la de elegir tus afanes en tiempos de zozobra no es poca.
Un amigo, al que la llamaremos JL, culto y formado, el señor que probablemente más sabe de ópera en el país de los vascos, un tipo de lo que no abunda, un caballero, quiso que conociera a un empresario, un self made man local. Para hacer negocios, juntos, se suponía. Y la cita a ciegas consistió en comer alrededor de una mesa. Puede parecer, para impacientes, que el hecho de comer es un camino circular y/o zigzagueante para llegar al destino. Pero no. Cómo se come (y se bebe) enseña los modales, da certezas sobre quien te acompaña, elimina disfraces, relaja tensiones, dispara el verbo, y al final establece complicidades que, de otra forma, tardarían mucho en llegar, si es que llegan.
G, el amigo empresario, nos acomodó en su automóvil y nos dijo que cerráramos agenda porque esa tarde, nuestra tarde, iba a ser suya. Y, dejamos atrás la ciudad, y el verde del monte y llegamos, tras un viaje corto, pero viaje en definitiva, a una tierra que es un placer, y una suerte tenerla cerca. La Rioja (alavesa), Labastida y dentro de esa pequeña Toscana de bolsillo que nos han puesto sólo para el disfrute, una bodega que nos esperaba con la comida en la mesa. De nombre Tierra Agrícola Labastida En el pueblo un cielo azul como sólo los paisajes riojanos ofrecen, en el horizonte las vides verdes, los campos ocres. En la mesa, ya dispuesto, un surtido de vinos de la bodega. Y algo para empezar, para picar embutidos de Thate, del nuestro, lo que me dio pie a presumir de connosieur porque, Afredo y Hermann ya me contaron su historia y en esta, su WEG amiga, tuvimos ocasión de escribirla en su día. Para acompañarnos, y ejercer de perfecto anfitrión, Rodrigo, uno de los cuatro hermanos que han hecho de sus vinos y su bodega, su forma de vida.
Y descorchamos dos de sus hijos. En concreto Tierra, un blanco sutil, diferente, con variedades de uva que uno no asocia a estos pagos: viura, garnacha blanca y malvasía. La segunda botella que se abrió fue Cifras, un garnacha blanca del 2011, vino con aromas a cítricos, fresco y limpio. Acabamos el aperitivo y era hora de visitar la bodega. No hay que ir muy lejos, tan sólo hacia abajo, al subsuelo del complejo de cuatro edificios y tratar de guiarse por un laberinto de galerías excavadas a lo largo de los siglos. Un peregrinaje que acaba en un patio con vistas a la sierra que alberga en palabras de Rodrigo, la sala de proceso con el techo más alto del mundo: el cielo es el límite
Regresamos y el guiso estaba dispuesto. Un jabalí, recio, como sólo puede ser un cochino criado entre retamas y romeros. Pleno de sabor, acompañado de rotundas patatas y con setas que le acompañaban de la mejor de las maneras. Y si se habla de compañía, descubrirnos ante El Belisario, un caldo que nos conquistó como acredita su guerrero nombre, un vino de cepas de más de cien años, del que salen muy pocas botellas, un tempranillo que no recuerda a ninguno de los de su variedad. Recogido en el “pago de Cuba Negra” el más antiguo de la heredad, las uvas, nos contaba con pasión Rodrigo, se recogen y se depositan en tinos de roble francés. La naturaleza hace el resto, y es que como bien dijo nuestro anfitrión “lo que no se consigue en la vendimia no se logra en la bodega”. Belisario es de largo recuerdo, y de él nos acordaremos durante mucho tiempo y marida perfectamente con la caza mayor.
La sobremesa fue larga, la charla productiva. Las anécdotas jugosas, hablamos de la familia, de las mujeres (como siempre que se junta un grupo de hombres), de la comida y de la bebida. Nos conocimos y nos gustamos. Y Rodrigo sentenció, rotundo, que en el comer y en el beber se conoce a la gente, y que “el que es tonto para comer lo es para todo”. No fue el caso, todos comemos muy bien, bebemos mejor, y los negocios, siempre para adelante. Gracias!
Visitas a Tierra Agrícola Labastida
Si después de leer este post se han quedado con ganas de visitar estas originales bodegas y catar sus caldos no desesperen. Lo pueden hacer. Y merece la pena.
Para organizar visita esta es la vía:
Calle El Olmo, 8
01330 Labastida (Álava), España
Tel. +34 945 331 230 Fax: +34 945 331 257
Visita (1) Cata: de dos tintos y un blanco Degustación: dos pintxos Precio: 18 €
Visita (2) Cata: de tres tintos y dos Blancos Degustación: dos pintxos Precio: 24 €
Periodista, con especialización en nuevas tecnologías de la información, redes sociales, relaciones públicas, gabinetes de comunicación, Internet y vídeo.
Licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco. Postgrado en Mecanización de la Información promovido por la Unión Europea. Estudios de Filología Inglesa.
Formación en multimedia, diseño web y gestión de empresas.
Radio Euskadi: redactor de informativos y director del programa especializado en nuevas tecnologías «Frontera Azul», galardonado con el premio MTV.
Radio Nacional de España: director de «A primera hora». Corresponsal de las revistas del grupo editorial Heres.
Euskal Telebista: redactor del magazine cultural «Vasta con Uve». Responsable del departamento de Publicidad de la televisión local Tele Donosti.
Sección de Internet y Multimedia de grupo audiovisual vasco Desarrollo de proyectos: deusto.tv , sitio web de la Fundación Buesa y otros.
Asesor de prensa en cosas. ¿Qué cosas? ¿cosas de gobierno? Sí, Peter, cosas del gobierno.
Orgulloso miembro (con perdón) del club de remo Kaiku (cuando ganaba). Hago karate (Shotokan) y subo montes y montañas y cojo olas. In the mood for love.
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