Ormazabal (Erandio). De batalla
Tenía serías dudas. Había comido su menú del día y me pareció muy poca cosa, tristón. Pero me llegaban voces de que allí se comía bien. «De puta madre». Y mucho, muchísimo, además. Tenía que volver al Restaurante Ormazabal y comprobar si era cierto. ¿Se come mucho allí? ¿Se come bien?
El referido menú diario no iba a servirme para calibrar tales cuestiones, pues por 10 euros entra dentro de lo previsible no comer de lujo, ni en abundancia. Así que acudí nuevamente, una noche de sábado, rodeado de primos y hermanos, y optamos por una fórmula de 50 euros que ya sobre el papel, en horario de cena, se antojaba una bacanal. ¿Abundante? Tenía toda la pinta. ¿Deputimbolo? Eso había que verlo.
De primeras, nada había cambiado en el lugar. El acceso seguía siendo disuasorio; el aspecto desde el exterior casi invita a pasar de largo, con una fachada destartalada a tono con el entorno, junto a la ría, al Nervión, a su paso por Erandio, cerca de naves industriales abandonadas. Ya dentro, la barra es antañona, lo cual puede ser incluso un aliciente, y el comedor, prácticamente ciego, desprovisto de belleza. Y con tele encendida, las dos ocasiones; de hecho, de mi primera visita recuerdo el informativo de las tres mejor que lo degustado.
¿Y la comida? ¿Compensaba lo servido todo lo referido? Entre usted y yo: no.
Hay quien confunde comer mucho con comer bien. Y, sí, Euskadi, como casi todo el Cantábrico, es tierra de grandes banquetes, de comidas pantagruélicas sin motivo de celebración, en el día a día; pero también tenemos el gusto desarrollado y, por ese dinero, cabe exigir esmero en la preparación, muy buen género y/o servicio. Seguro que quieren mucho a sus clientes, el responsable incluso nos contó un chiste bien malo con los postres, pero en Ormazabal, desde luego, ese aprecio no lo percibí, ya desde la elección del vino. Muy mediocre Besagain, totalmente inapropiado para el desembolso realizado.
¿Y la atención? Pues también de batalla. Se limitó a poner en el centro de la mesa un porrón de platos repletos de monotonía e intrascendencia: txangurro (nuestro admirado buey de mar, preparadito él); espárragos con vinagreta; ensalada de cogollos, salmón, piquillo, anchoa, ventresca y horripilante chorretón de módena (en pleno año 2014); jamón «ibérico»; langostinos hermosos; pulpo a feira; lubina; y, para elegir, cabrito o solomillo. ¿El solomillo también al centro? Sí, en bandeja, guarnecido por patatas y más piquillos. Y aún faltaba el postre. Lo han adivinado: parecía una escena hostelera de ‘Ocho apellidos vascos’, pero lo que en la gran pantalla resulta gracioso, en la mesa, alejados de la excelencia, como andábamos, se antoja un ascenso al Everest.
Concluyendo, que es gerundio: 50 euros es un pastizal y tal desembolso (ofrece incluso menús de 70€) requiere, ya lo he dicho, gran género, preparación esmerada, incluso un plus de técnica, y servicio notable. Y aquí, no se dan.
(no confunde comer mucho con comer bien, Igor Cubillo)
Ramón de la Sota y Llano, 8; Erandio (Bizkaia)
94 476 23 89
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
O sea, lo que viene a ser El Churrasco, pero en Erandio,