Deustoarrak (Bilbao). Sólo dos menús
La verdad es que superamos todas las expectativas la primera vez que acudimos al Deustoarrak, un restaurante y bar con modo de funcionar parecido al próximo y ya clausurado Casa Vasca, también subterráneo. Fue un domingo, después del concierto matutino de los suecos The Royal Cream en el cercano Satélite T (así lo conté en mi blog de bolos Bilbao En Vivo) y almorzamos el menú especial de fin de semana, a 22 euros con IVA pero sin priva (de lunes a viernes cuesta 20, dos euritos menos). A los cuatro visitantes nos sorprendió cada plato por su sabor, la mayoría de ellos también por su generosa cantidad y casi al pleno llegaron a la mesa en su momento justo, desde el pulpo al hojaldre, desde el cordero hasta la merluza. Eso que el local estaba a tope. Y había muchos niños, pero no era ruidoso hasta el incordio.
Todo fue muy bien y sólo se me ocurren estas pegas perdonables: poco cefalópodo en la ensalada de pulpo, un poco soso el enorme rodaballo, tan frío el bacalao que Rocío pidió devolverlo a la cocina a por más calor, un par de grados calientes ambas botellas de vino (la del blanco mejoró en su hielera de plástico, la de tinto se mantuvo por debajo de su potencial), el retraso al servirnos la segunda botella de vino (la pedimos tarde, la chica se disculpó) y que no nos vertieran chorrito de whisky en nuestra tarta de ídem a pesar de pedirlo (ahí perdieron la propina). ¿Repetiría yo en el Deustoarrak? Sí, de hecho lo hice en cuanto pude.
El bar ofrece raciones y abajo solo dos menús: especial y del día (éste entresemana). Primero evocaré solazándome el domingo que fuimos a comer juntos Pato & Rocío y Susana & Oscar (que soy yo, no se olviden). Menos mal que reservé la víspera, porque el refectorio estaba a tope y a las tres de la tarde sólo quedaba libre, con el cartel de reservado, nuestra mesa. A mitad de la comida, viendo la decoración, le comenté a Susana: siento que en este comedor (blanco, abigarrado, britanizado, doméstico, acogedor en su premeditado desorden estético) he estado ya antes. ¿Cuándo iba a la Universidad? ¿En otra vida? ¿Con mis colegas, que son como la pandilla de Torrente? No sé. Cada mesa del salón tenía un plato de recibimiento de adorno distinto y una silla diferente, y la mantelería era de tela.
De primero pedimos cuatro cosas elegidas para poder compartir y por ello nos trajo otros platos extra la señorita. Descartamos las ‘Croquetas de la casa con Ali-Oli’ (por su cotidianeidad, quizá), el ‘Dúo de Foie y Mango con Chutney de Pasas’ (por deferencia a Susana, que pasa de fuá y de mango) y del ‘Rissotto de Ibéricos con Queso de Valdeón’ (por la dificultad de compartirlo, en principio).
El caso es que compartimos esto que yo ingerí en este orden combinándolo con la primera botella, de blanco, un verdejo de Rueda, marca Embrumas (8,50 €) satisfaciente empero caliente en la primera copita. Arranqué el condumio con el largamente enunciado ‘Timbal de Pulpo con Patata Rota y Emulsión de Pimentón’, del que me sorprendió su patata perfectamente cocida y el sabor en su punto de blandura del pulpo en sí. De riquísimo lo calificó Pato, y como escaso para compartir lo calibró Susana, que untó la salsa del pimentón, cuando ella no es de mojar pan. Estaba pimpante hasta la ensalada de escolta. Luego ataqué los ‘Langostinos a la plancha’, media docena (en la carta de las raciones del bar anuncian ocho), sabrosos hasta la cabeza, grandes, fáciles de pelar, exquisitos. Tras limpiarme los dedos con la toallita de limón que nos proporcionaron a cada uno, me centré en las ‘Alcachofas rellenas de Txangurro en salsa de Nécoras’, de las que llegaron tres en un plato alargado. Estaban frías para mi gusto, pero reconocí su bondad. Y acabé los entrantes con el ‘Hojaldre de Setas Silvestres y Mollejas’, un poco frío cuando lo caté, pero lo imaginé caliente y crujiente recién llegado a la mesa, con su buena conjunción entre el hojaldre dulzón y la contundencia de las setas y las mollejas, que tenían pegada, y me pareció recomendable.
Todos convenimos que habíamos empezado muy bien. Nos retiraron cubiertos y platos, y de los principales ofertados en el menú de 22 euros en finde (y 20 entre semana) descartamos el ‘Entrecot a la Parrilla’ y las ‘Carrilleras al vino’ (que sustituían a lo anunciado ese domingo en Internet: ‘Estofado de Rabo de Buey’). Solicitamos otra botella de tinto, Finca Resalso (14 €), de bodegas Emilio Moro, porque Pato prefiere no tomar Rioja en restaurantes y yo sugerí este Ribera, pues le iría bien a mi cordero y, además, tiene mucha fama en los bares de Cantabria, de donde son Pato y Rocío. O sea, bebimos Finca Resalso, de roble, o sea con menos crianza (me gustan más los Riberas con poca madera), de 2013, un par de grados por encima de lo idóneo, un vino amable, algo balsámico y con detalles de cacao.
Y nuestros segundos platos fueron: ‘Rodaballo a la Plancha’ para Susana, una pieza enorme, de calidad aunque un poco sosa, con gelatina abundante, piel tostada y gruesa carne blanca (yo acabé la pieza y seguía siendo atractiva aún tan fría); ‘Merluza a la Romana con salsa de Txipirón y Tallarín de Sepia’ para Pato, otra propuesta suculenta, con una merluza formidable y al punto que no se rendía ante sus rotundos acompañamientos; ‘Bacalao a la Forma del Chef’ para Rocío, que pidió se lo calentaran un poco más y que, al igual que Pato, elogió la carne de ambas piezas, preparadas y servidas separadas en dos partes, una al difícil pilpil, que estaba estupendo ese día en el Deustoarrak (lo sé porque lo unté yo y también superó mis expectativas), y una salsa vizcaína que no le iba a la zaga; y ‘Cordero Asado con Patatas Francesa’ para Oscar (para mí, grrrr), una ración generosa tomada de alguna pierna, muy carnosa, pero con la carne nada seca sino muy jugosa, condimentada con bastantes especias, y que iba muy bien con el vino, claro.
De postre pedimos tartas al whisky (sin chorrito para Pato y para mí, sin propina para el restaurante) y de queso (para Susana, encantadísima con ella). Mis tres acompañantes tres tomaron café y en total pagamos 115 euros (exactamente 114,85), desglosados así en la cuenta: cuatro menús especiales fin de semana a 22 cada uno, una botella de verdejo a 8,50, otra de Ribera a 14, y tres cafés a 1,45 cada uno.
Ese domingo salí contento y pensando en regresar el lunes para probar el menú del día del Deustoarrak, que le gusta mucho al amigo Topo, pero hube de esperar semanas hasta regresar. Como tardaba en volver, miraba regularmente en Internet, en su web, y los primeros molan siempre, pero los segundos a veces prometen poco, por ejemplo un viernes ‘Pez Espada a la Plancha’, ‘Ternera Guisada’, ‘Chuleta de Cerdo Plancha o salsa de Mostaza’ y ‘San Jacobo’. Y otro día había ‘Filete de Halibu a la Romana o salsa de Setas’, ‘Bitoke de Ternera a la Parrilla’, ‘Lomo con Pimientos’ y ‘Revuelto de Morcilla con Piquillos’.
Tuve suerte cuando acudí a almorzar con Gerar. Era entresemana, un lunes (luego me fui al cine, al día del espectador) y probamos el menú diario por 10,50 euros y con mantelería de tela. El refectorio estaba lleno (o casi), nos atendieron con celeridad y eficiencia, y varias mesas se ocuparon varias veces. Bebimos con agua Mondariz y vino, lo cual no está claro en su web que se incluye y me dio alegría porque me ahorré lo que tenía pensando. El caldo del menú era Ríotinto, tempranillo (83 %) y cabernet (17 %), caliente y potable pero plano. Dulzón, dijo Gerar. No recuerdo cuál era la oferta al completo de ese día, pero mi acompañante de primero pidió canelones, muy ricos, en gran cantidad, con tomate de pinta de bote («Orlando total», sentenció Gerar), pero muy sabroso; y yo pisto, que en realidad parecía más bien una menestra, por los grandes trozos de verduras: berenjena, calabacín, pimiento…
Los segundos molaron todavía más: Gerar un entrecote grande, jugoso, poco hecho, cojonudo, con patatas ricas; y yo manos de cerdo, en ración generosa, muy rico todo. Chupé hasta el último hueso, yo no dejé ni una gota de una salsa vizcaína de las que tan bien preparan en el Deustoarrak, que no acabó de infiltrarse en la pezuña porcina, cocida aparte. De postre, se supone que caseros, cayeron una tarta de queso y un yogur, muy ricos y dulces ambos. A estos 10,50 del menú le añadimos un par de buenos café cortados, a 1,45 cada uno, y hala, para el cine yo y para el curro Gerar. Al final acabé un poco harto del tinto, o sea que cuando regrese quizá pida claro o cerveza, que es lo que suele pedir el amigo Topo, habitual del local.
(sobre todo bebe para maridar con las viandas, Óscar Cubillo)
Avenida Madariaga, 9; 48014 Bilbao (Bizkaia)
94 475 41 54
deustoarrak@hotmail.com
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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