Ikea (Vitoria). No disponible a partir de las tres
Ya deberíais saber todos que soy fan del restaurante Zaldiaran, en Vitoria. Ahí siempre he deseado invitar a mi esposa, y vi la oportunidad tras el pasado Azkena Rock Festival. Miré en internet su menú degustación, que molaba, como siempre; sin intención, miré también el del Ikea y, hala, a ella éste le molaría más. Y el precio era similar: unos 60 machacantes con bodega. Pues bueno, al Ikea fuimos en domingo y lo disfruté mucho más que la primera vez que comí ahí, en el lejano 2012, en otro día después del Azkena Rock Festival.
Ya escribí entonces del refinado local dirigido por el chef Iñaki Moya y diseñado por el afamado Javier Mariscal, con maderas claras, atmósfera tenue anaranjada, la alacena con botellas alineando tentadores destilados, el buen servicio a veces muy cercano, el jamón empezado en su jamonero, las manzanas verdes de adorno o quizá no, los cangrejos a modo de lámparas o al revés… Pues ahora nos centraremos en el menú degustación o menú gastronómico. Como avisa su web: «A partir de las 15:00 no disponible este menú». Claro, como tardas unas dos horas en consumirlo…
Cuesta 60 euros, ya se ha dicho. Incluido el IVA, el pan, claro (de sésamo, de pasas, normal), y también la bodega: agua y vino a elegir entre el tinto Gontes crianza 2011 Rioja y el blanco Senda de los Olivos 2013 Rueda-verdejo, que fue el que escogimos nosotros; nos gustó mucho y me pareció un tanto afrutado (manzana), en contra de la opinión de Susana, que tiene paladar, y de la camarera, que creo me cogió manía a primera vista (al entrar con bolsas con botellas de vino que se ofreció a guardar).
Era domingo, ya se ha dicho antes, y se ocuparon cuatro mesas en total: tres con sendas parejas (al menos dos elegimos el menú degustación) y otra más con una familia triple (que comió a la carta). Venga, vayamos allá con el largo y estrecho menú del Ikea:
1.- Aperitivo: sticks de romero y salsa tártara. Un entretenimiento sin más que me trasladó a los aperitivos que prologan los menús de restaurantes afrancesados afincados en Cambrils y premiados con estrellas Michelin.
2.- Olivas-Antxoas-Bitter. Otro aperitivo, una deconstrucción de la gilda tradicional vasca presentada en forma de tres cubitos con sabor conseguido y textura apelmazada, tipo conglomerado. Se comían de izquierda a derecha, de un bocado cada cubito, y perseguían el picante de la piparra o guindilla, el amargor del conjunto y la sapidez de la anchoa. Distinto, diferente. Bien también.
3.- Consomé de piña colada y espuma de coco. En vez del ‘consomé de garbanzos y espinacas’ que anunciaba la web, quizá menos escapista para un día de tanto calor como ese domingo. Se trataba de una rica golosina que consiguió que creciera nuestro vino blanco, una propuesta dulzona con dos estratos en el vaso.
4.- Ensaladilla marina con sabores iodados, cigalas y aguacate. Aquí Susana empezó a flipar, a fijarse en la presentación, en que la ensaladera tenía forma de botella de cerveza, a comentar que la cigala se notaba en el miniparterre… Yo me lo comí todo, desde los mejillones hasta los pétalos de flores, y Susana apreció cierto sabor a melón que yo no capté e infiero que lo confundiría ella con el aguacate, aunque lo negó y se reafirmó: «es melón».
5.- Pulpo y manzana estofado con guisantes melosos. Aquí yo me elevé espiritual y físicamente. El timbal arribó servido en un volcán y desde la lejanía dije: «huele bien». Los guisantitos glaseados eran un primor («suaves, muy conseguidos», dijo Su), el pulpo estaba superbueno y la salsita conseguidísima. Mi esposa sugirió que era «como una mezcla de menestra con otras cosas, como bacón».
6.- Lomito de rodaballo sobre lenteja verde. En vez del anunciado ‘muxu-martin con confitura de pimiento verde, colmenillas y jugo de hinojo’. Reposado sobre un plato cual concha coralina, el noble pescado estaba bien rico, bien combinado con la presunta lenteja y yo me comí hasta la piel de Susana (aunque, como leí hace poco en prensa, ahora los científicos aseguran lo contrario de siempre: que la piel del pescado carece de propiedades beneficiosas). Con el rodaballo el vino me sabía a mantequilla.
(En la mesa de al lado, la de la familia triple, tras hacer justicia a unas gambas de Huelva comieron el señor un rodaballo de pinta envidiable -«igual me llevo las espinas para casa», observó satisfecho-, creo que ventresca la señora, y solomillo la jovencita universitaria.)
7.- Pollo de corral confitado con escalibada y perretxikos. Ya se iba espaciando el tiempo de llegada a la mesa entre plato y plato y yo aquí alcancé el culmen y el cénit. No me podía creer que una propuesta a priori tan sencilla resultara tan suculenta y atesorara tantos matices y semejante suavidad en boca. El pollo arribó presentado como un taco de cochinillo o de cordero, y la salsita era magnífica, como confitura donde mojé el pan, por supuesto. Salivo al escribirlo. Quería volver al Ikea cuanto antes para comerme una ración entera, pues para ello me alcanzaba el dinero, y la completaría con quesos de postre y cerveza de acompañamiento, pero veo que han eliminado el pollo de la carta, grrrr…
8.- Helado de queso con infusión de frutos rojos. Poderoso y verosímil el helado, y la sopa tipo de fresas molaba.
9.- «Mojito». Con hielo y todo, pero sin sentido ni valor. La peor forma de acabar una comida estupenda. Un modo ilógico de borrar el buen sabor de boca tras el postre antecesor. Aquí el vino blanco que me quedaba en la copa me olía a melocotón.
10.- Café. Bueno y escoltado por petit fours a base de tejas y chocolate blanco. No nos lo cobraron, ignoro si porque va incluido en el precio o porque se les pasó por alto. La otra vez que comí ahí con Carlos estaba incluido en el precio. A ver si no pasan tres años hasta que regrese al Ikea.
(añora lagrimoso ese pollo de corral confitado el generalmente gélido Óscar Cubillo)
Calle de Castilla, 27; 01007 Vitoria – Gasteiz (Álava)
945 14 47 47
Cierra domingo noche y lunes noche
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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