Jimbro, vinos de Entrebancales, un feliz descubrimiento
En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa conjunción de los astros, en qué secreto día que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa y singular idea de inventar la alegría Recordar el soneto de Jorge Luis Borges servirá al neófito para conocer precisamente el sentimiento grato y vivo y la moderada excitación que le invaden a uno cuando se apunta o es invitado a una cata de vino. Enfrentarse a interpretar al carrusel de percepciones y sensaciones que brotan cuando examinamos el contenido de la copa visual, olfativa y gustativamente es, además de un reto (por lo que el acto tiene de análisis) y una oportunidad de aprender y crecer, un regocijo. No negaré, no obstante, que lo hasta aquí expuesto es el ideal y que no en pocas ocasiones uno acude a esa cita a ciegas y le invade la monotonía, por el poco interés de lo catado o el escaso carisma, pasión o conocimiento del maestro de ceremonias. Teniéndolo presente, comprenderá el lector mi cóctel personal de ilusión y escepticismo manifiesto cuando, recién desconfinado, confirmé asistencia a una cata de una bodega entonces para mí desconocida, Entrebancales, que además iba a ser dirigida de manera remota por Joaquín Bartolomé; el enólogo estaba en la provincia de Zamora, nosotros en Bilbao y seguimos sus indicaciones a través de la pantalla de un teléfono móvil apoyado en un centro de mesa.
Sorprendentemente no importaron la distancia ni el reducido tamaño del puente tecnológico, no hubo distracciones y sí interactuación, el discurso sonó creíble y enriquecedor, y los vinos resultaron ser un feliz descubrimiento. Sus nombres: Jimbro Puesta en Cruz, Jimbro 3 y Jimbro Bruñal. Su origen: el parque natural de las Arribes del Duero, allí donde el río constituye durante kilómetros la frontera natural con Portugal, una zona sembrada de miradores, cascadas, presas, paredes rocosas y bodegas subterráneas localizada en esa España vaciada.
Concretamente, el trabajo de Entrebancales comenzó hace una década en las localidades zamoranas de Fermoselle y Pinilla de Fermoselle con el deseo expreso de ahondar en la recuperación de variedades autóctonas de uva en peligro de extinción, como la puesta en cruz, para los vinos blancos, y la bruñal, para los tintos. La firma cuenta con 20 hectáreas de viñedo recuperado, alguna con más de 115 años de edad, y en su mayoría se dedica a las dos variedades referidas, aunque también hay plantada rufete, malvasía y Juan García.
Atendiendo a las explicaciones de la casa, el viñedo se cultiva en bancales con técnicas propias de la viticultura ecológica, sin recurrir a herbicidas ni insecticidas, en parcelas pequeñas separadas y rodeadas de vegetación que las protege. Y en materia de producción nunca supera los 2.500 kilos por hectárea. ¿Te preocupa no haber oído hablar de la bodega y sus etiquetas, confundir su logotipo con el de Rumasa? Descuida, que no panda el cúnico (sic), su principal mercado es China.
De China a Bilbao
Me hubiera encantado brindar por su calidad en Shanghái, Pekín, Cantón, Shenzhen, Tianjin o Chongqing, incluso en Wuhan, pero recuerda que la cata en cuestión se celebró en Bilbao, en el coqueto patio interior de La Roca, el bar restaurante gobernado por José Mari Aguirre Arregui, un día fruto, víspera de raíz. Comenzamos catando el 100% puesta en cruz, variedad minoritaria que la casa planta en parcelas arenosas de suelos ácidos; su tercera añada, de 2015, en busca de “un vino muy de terroir”. Pasó nueve meses en contacto con sus lías en barrica nueva de roble francés (añadas posteriores pasan más tiempo para otorgar protagonismo a la madera) y el resultado es de una rusticidad bien entendida.
Se alabó “esa grasa y esa intensidad”, la acidez y frescura que aportan estructura, anuncian capacidad de guarda y limpian la grasa del pintxo de salmón y pan frito concebido como armonía (no digas maridaje, que es demodé) y muestra de la oferta actual de La Roca, reorientada hacia el producto frío y el generoso pintxo al momento. De ello hablábamos cuando, pasado un rato, apreciamos en el blanco notas amieladas, moscatel…
La variedad bruñal fue reconocida oficialmente en la lista oficial del Registro de Variedades Comerciales de Vid, según Orden ARM/624/2011, de 18 de marzo, publicada en el BOE n.º 71, de 24 de marzo de 2011. Dicha Orden reconoce como sinonimias oficiales de bruñal las denominaciones de albarín tinto y baboso tinto.
El encuentro continuó con Jimbro 3, un vino que la bodega presenta como “un paso más en la filosofía de protección y conservación de las variedades minoritarias y autóctonas de la zona”. Concretamente, se elabora con bruñal, rufete y Juan García de viñedos centenarios, en barricas de 160 litros, para trabajar ese tanino tan agresivo de la bruñal. Hay fruta madura, nervio y, pese a su carga tánica, no se agarra. Esperas y sale palote, solano de fresa y nata… Lo disfrutamos con vainas de primera flor, recogidas el día anterior, salteadas con ajo y coronadas por un mejillón con su escabeche.
La despedida se animó con brocheta de txistorra, champiñón y cerdito rico, y se regó con Jimbro Bruñal, un tinto monovarietal (100% bruñal) de capa alta marcado por la experiencia de Joaquín en Argentina, por el trabajo con la malbec. Una vez elaborado permanece 16 meses en barricas de roble francés y después de embotellado espera otro año antes de abandonar la bodega. Se dice que la uva sólo se encuentra en esa zona vitivinícola y las cepas fueron plantadas a principios del S.XX, después de que la filoxera arrasara Arribes del Duero.
La impresión final y global fue de limpieza y franqueza, y sólo nos faltó probar la miel, que por lo visto es la vertiente de negocio que completa el proyecto Jimbroworld.
San Juan, 91, bajo; Fermoselle (Zamora)
info@jimbro.es
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
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