Mirene, artesanía en movimiento
Me gusta cómo define el término «artesanía» el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías de México (Fonart): “Artesanía es el producto de identidad cultural comunitaria hecho por procesos manuales, a veces ayudados por implementos mecánicos que auxilian la labor; con materia prima obtenida en el entorno, creando con el resultado vínculos simbólicos con el territorio, la cultura y la sociedad”.
Tras disfrutar unas horas de la compañía de Arkaitz Larrazabal (Gure Ahaleginak), compartiendo su terruño, sus vinos y su constante aprendizaje, como él mismo dice, no tengo duda de que estoy ante un auténtico artesano del S.XXI. Sus vinos son reflejo nítido del suelo donde nacen (Orduña), expresando esa finura y viveza característica de la zona; pero también el continuo aprovechamiento de lo hecho y aprendido anteriormente, como el artista William Kentridge cuando culmina sus obras aprovechando los borrones anteriores, diciéndonos que en el fondo no inventamos nada, sino que aprovechamos lo hecho y aprendido con anterioridad.
Mirene llega en el momento que le corresponde, respondiendo a lo que Arkaitz quiere transmitirnos: la personalidad específica de los vinos de la zona, con esa acidez fresca que tanto le gusta y el potencial de amplitud y complejidad que permite otro tipo de elaboraciones, como el caso que nos ocupa, con su crianza en lías, paso por barrica francesa y reposo en botella.
Mi propuesta para disfrutar Mirene a tope es airearlo, pero no descantándolo sino despacio y libremente en la botella abierta. Veréis qué viaje sensorial más chulo. El vino va abriendo espacio, expresando en inicio una verticalidad alineada entre fruta blanca y flor para llegar sin prisa a desinhibirse por completo con recuerdos de fruta de hueso, cítrico maduro y sutil especia, ganando permanentemente volumen, longitud y complejidad. Con recorrido de guarda pero también fantástico para disfrutar ahora con buena armonía gastronómica. Otro diamante para el joyero de Bizkaiko Txakolina.
Eskerrik asko Arkaitz.
(Iñaki Suárez)
El sumiller Iñaki Suárez, cofundador de Epikuria, ha borrado sus largas patillas al dejar crecer la barba, pero poco más ha cambiado, pues continúa enamorado del vino y del jazz, atravesando sus senderos y procurando cruces entre ellos. Sabe tanto de la materia que es miembro del comité técnico de la U.A.E.S. (Unión de Asociaciones Españolas de Sumilleres) y del comité de cata de la denominación de origen Bizkaiko Txakolina. Le cuelgan la etiqueta de “técnico gastronómico” y ahora también puede presumir de colaborar con Lo que Coma don Manuel, esta weg.
En su perfil de Instagram no lo indica, pero también es copropietario y currela del bar restaurante Patxi Larrocha, en la capital de la galaxia.
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