Bodegas Marta Maté, un perfil diferente de Ribera del Duero

Ene 23, 23 Bodegas Marta Maté, un perfil diferente de Ribera del Duero

Más complicada era la tesitura de Roberto Juarroz, convendrás, a quien recuerdo parado debajo de una torre tan fina como el signo del adiós, pesándole sobre todo desconocer si lo que no sabía era adónde ir o adónde regresar. Yo, simplemente, había probado Los Perejiles y me había gustado, pero desconocía el resto de referencias de Marta Maté. Sin embargo, el pasado jueves, día fruta, tuve oportunidad de descubrir en Txakoli Simón (Bilbao) el trabajo de una bodega de Tubilla del Lago que cosecha sus uvas a más de 900 metros de altura, en los viñedos más septentrionales (al norte) dentro de la D.O. Ribera del Duero, en una zona donde no llegó la filoxera. Triple excepcionalidad.

El enólogo César Maté se desplazó a la capital de la galaxia para explicar de primera mano su filosofía y su modus operandi, e insistió en la importancia de hacer un esfuerzo por entender la naturaleza y fomentar la biodiversidad, tanto microflora como microfauna, la convivencia de bacterias, insectos, mamíferos, reptiles y rapaces, para que los suelos estén «vivos». Ellos lo hacen mediante la colocación de nidos, muros secos de piedra y hoteles de insectos, y reforestando laderas y zonas de no cultivo con especies vegetales autóctonas. Suena loable.

Asimismo, la firma burgalesa trabaja con caballos, lo que permite disponer de muchas más plantas por hectárea, al no tener que dejar espacio para el paso de grandes tractores, y da importancia a las viñas centenarias, aquellas que acumulan muchísima información y sabiduría para adaptarse a las condiciones del lugar. El resultado, con muy poquito ‘maquillaje’, poca intervención y terminado en hormigón, se disfruta ya en una quincena de países.

Bodegas Marta Maté en Txakoli Simón

Unos cuantos afortunados tuvimos la suerte de hacerlo (disfrutar) el jueves en armonía con el buen hacer de Óscar García en su asador, donde la cena en sí arrancó con un chupito de caldo de jamón Joselito ardiente y una prueba, una especie de carpaccio de lomo bajo de vaca curado llamado a quedarse en la carta. Para beber, El Holgazán 2020, un vino 100% tempranillo del pago de igual nombre, plantado en los años noventa, en vaso, y sometido a «tratamiento ecológico 100%, desde recuperación del suelo a material vegetal», con ánimo de potenciar la variedad y el lugar. Después de seis meses en barrica pasa a hormigón para controlar el afinado final y poder embotellar algo «fresquito, fruta».

Llegaron las alcachofas con jamón y el pulpo con verduras, todo a la parrilla, y nos pasamos a Viñas del Lago 2019, que ya incorpora casi un 7% de garnacha y un 5% de albillo. «Para tratar de reproducir al máximo la expresividad de los suelos del pueblo. Después de 12-13 meses en barrica, pasa también seis meses en hormigón para limar la madera extra, suavizar la boca y lograr que el vino sea lo más expresivo posible», precisa César.

Marta Maté, por su parte, se arrimó en formato magnum para acompañar tres láminas de presa ibérica Joselito a la brasa acompañadas de un rico pimiento de Apurtuarte. «Se llama como la bodega y es nuestro vino más especial, más representativo, nuestra niña bonita. Intentamos concretar en un vino todo el proyecto, toda la idea, todo lo que significa Marta Maté. Lo hacemos con 35-36 viñedos de entre 120-180 años, ubicados entre 940 y 990 metros de altura, y resulta un vino fresco, fluido, elegante y muy disfrutón en el que mostramos otro perfil de la Ribera del Duero del que estamos muy contentos», resume ufano Maté.

Txuletas de vaca y yacimientos romanos

Me reencontré al mismo tiempo con la txuleta de vaca de Txakoli Simón y con Los Perejiles 2019, dos ejemplos de regularidad. «Los Perejiles es un ‘single vineyard’ fruto de una parcela única y singular, de 150 años de antigüedad y con afloramiento de roca madre en su superficie, con la que buscamos hacer un vino especial, diferente», explica el portavoz. Lo logran con 365 cepas y barricas nuevas de 500 litros, donde el vino permanece 18 meses antes de rematarse durante medio año en hormigón.

Devolvimos el hueso y la parrilla portátil, ésta sin utilizar (que trabaje el cocinero), y nos dispusimos a maridar (palabro) tartaleta de chocolate, helado de vainilla y Primordium 2013, vino de guarda 100% tinto fino que pasa 19 meses en barrica nueva de roble francés antes de madurar 5 años en botella, sin salir de bodega. Combinación final de una agradable noche de reencuentros y descubrimientos a un paso de Artxanda, rodeado de amigos y profesionales de la hostelería.

Como curiosidad, cabe añadir que la bodega Marta Maté se encuentra a cuatro kilómetros de Baños de Valdearados. Allí, durante la vendimia de 1972, fue descubierto el yacimiento arqueológico de la villa romana de Santa Cruz, de finales del siglo IV, y en él un mosaico de 66 metros cuadrados que, según dicen, está considerada la pieza con alegorías báquicas más grande de la Península. A buen seguro su aura ha ayudado a llevar a cabo los pertinentes trabajos de recuperación de suelos de viñas centenarias, con transición de viticultura convencional a ecológica, y a poner en valor más de 40 majuelos. Y a producir 100.000 botellas anuales de cinco vinos tintos y un rosado. Y a desarrollar un «método de empleo» para cada una de ellas.

1. Tratar cada botella con delicadeza.
2. Rodearse de personas queridas.
3. Beber el vino con moderación y dejarse llegar.
4. Reflexionar.

¿Te gusta el vino? Aún.

web de Bodegas Marta Maté

Detalle de la decoración de Txakoli Simón (foto: Cuchillo)

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