Cocido de Lalín. Yo era ateo, pero ahora creo
El Carnaval, esa fiesta prohibida por un ferrolano al vivirse momentos que aconsejaban “un retraimiento en la exteriorización de las alegrías internas”, tiene asociadas no pocas costumbres gastronómicas. Al margen de disfrazarse o no, con estilo o como un mamarracho, el de Don Carnal y Doña Cuaresma es tiempo de casadiellas, sopas de miel y de antrouejo, botifarras d’ou, filloas, frixuelos, buñuelos, farcits, orejas, chorizos, rosquillas, ensaimadas de tallades, leche frita… No obstante, pese a mi distancia geográfica, que no emocional, a Galicia, una de mis traiciones carnavalescas favoritas es el cocido de Lalín, vinculado estrechamente a este mes de febrero y al entroido, carnaval galego.
Lo cierto es que, lamentable o afortunadamente, no me sobra el tiempo y vivo a más de 500 kilómetros de esa localidad de Pontevedra que reclamó para sí la condición de centro exacto de la comunidad. Así, el capricho de comerlo se ha venido tornando impedimento, imposibilidad y decepción en los últimos años, hasta que este 2023 he descubierto la posibilidad de adquirirlo a través de Petramora, que cada viernes por estas fechas (ojo, quedan sólo dos entregas, el 24 de febrero y el 3 de marzo) te envía a casa el popular cocido La Molinera, uno de los restaurantes más célebres de Lalín, que lleva preparándolo desde 1985.
El festín en cuestión consta concretamente de caldo y fideos para la sopa, garbanzos, chorizo de carne y de cebolla (garavanzos e chourizos), grelos, patatas (patacas), cacheira, lacón, gallina, ternera, espinazo, pata, rabo, costilla, panceta y lengua. De postre, queixo da Josefa, a base de leche cruda de vaca, y membrillo. Pero no empieces a sudar antes de ingerirlo, pues todo el material (salvo los fideos) llega conveniente cocinado el día anterior y pertinentemente envasado al vacío en sus bolsas transparentes. A ti sólo te toca calentar, emplatar y disfrutar hasta la saciedad su poder evocador y su esencia ahumada.
¿Modo de preparación? La sopa se prepara en tres minutos, una vez arranca a hervir el caldo e incorporas la pasta. En olla aparte, cubres con agua las bolsas de vacío, pones a calentar y apagas el fuego cuando lleve 15′ hirviendo. Rescatas las bolsas, las abres, escurres los ingredientes, si es preciso, y los sirves. ¿Cómo? Si haces caso a Álvaro Cunqueiro, son necesarias tres fuentes para servir un cocido: “en una va la carne de puerco con la verdura, en otra la carne de ternera con la gallina y en otra los chorizos con los garbanzos”.
Un cocido de Lalín genuino
A falta de cunca, uno descorcha un buen vino, lo sirve en copa y se dispone a disfrutar el carácter genuino del envío, su autenticidad, rotundidad, credibilidad y noble largura. Puedes estar en Bilbao, en Cádiz o en Alicante, pero el saciante lote, con su eco, tiene la capacidad de trasladar por un buen rato a tres o cuatro personas a la comarca pontevedresa del Deza. El billete cuesta 70 euros y, en lugar de un triste localizador y un código QR, recibes en casa dos kilogramos de tradición, sabrosura, cultura y emoción.
Eso sí, no conviene demorar el viaje, diletantes, pues la fecha de vencimiento es inminente, que por algo no intervienen conservantes. Solo así se garantiza, digo yo, la autenticidad de la experiencia, uno recupera la fe en la comida precocinada, se imagina disfrutando del entroido e incluso repara en el significado oculto del estribillo de marras: yo era ateo, pero ahora creo. He visto la luz y ahora sé que la rima tiene más que ver con los cacharelos, el cocido y la ausencia de parabenos, sulfatos y ftalatos, nena, que con dejarles que hablen mal, se mueran de envidia y nos perdone la Virgen de la Almunena. Ejem, es que con Almudena se derrumba el verso…
Pide tu cocido de Lalín a Petramora
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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