Casa Lin (Oviedo). Más que carne y embutido, que también
Siempre se nos dio bien la improvisación, prever que todo se va al garete y, contra todo pronóstico, salvar los muebles, el corazón, la relación y ese amor infiterno por la vida común y, por supuesto, el buen vino. Aún. Por eso estamos acostumbrados a lo inesperado, a los giros de guion, los cambios de rasante y los meandros que describe este río que surcamos y, a fin de cuentas, somos. Por eso no me sorprende haber acertado al preguntar en Casa Lin, a eso de las once de la noche, si me darían algo de cenar. Y que aceptaran. Y que, al fin y a la postre, disfrutara. La flor en salvas sean las partes. Ya sabes.
Llegue tarde y temí que a esas horas, en víspera de laborable, nadie en la muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena ciudad de Oviedo se apiadaría de este hambriento, ni siquiera en ese pequeño parque temático de la sidra llamado Gascona. Así que afortunadamente decidí aparcar junto al hotel, rastrear velozmente el barrio, La Aragañosa, y al pasar frente al bar restaurante comandado desde 2001 por Manuel Solís (de ahí al diminutivo Manolín y al alias Lin) me pareció que ahí se respiraba autenticidad. Tiene su taberna aspecto antañón pero noble, de refugio para el lugareño con buen gusto. Lo intuí y resultó serlo. Y pueden él y su equipo presumir de profesionalidad, buen hacer, afabilidad y una locuacidad que encaja con la mía. Esto lo descubrí.
Lin es un orgulloso allerano, del concejo de Aller, como acredita el escudo que adorna el parapeto de su terraza sobre la acera, y cuentan con fama la carne y los embutidos que ofrece, una selección que incluye jamón ibérico de la Alpujarra, cecina de Astorga y chorizo de Geras, en La Pola de Gordón; no en vano el periodista Luis Antonio Alías señaló su casa de comidas como una verdadera embajada del Alto Nalón. Pero en su carta encuentras también sobrados motivos para rebañar, como atestiguan tentaciones como las alcachofas en salsa verde con almejas y crujiente de almendras, los calamares de potera guisados en su tinta con arroz blanco o los callos caseros. Así mismo, en temporada no faltan bonito, níscalos, cebollas rellenas ni potes, pero es una lástima que se esquive la caza (más allá de la perdiz escabechada), aunque el argumento es inapelable: “empezamos con ella, pero no encajó aquí”.
Dicho lo cual, a mí me recibieron con chorizo de León y pan digno, como se agasaja a quien se aprecia. Picantito, bien sabroso, gratamente ahumado y cortado de modo basto, como cualquiera haría navaja en mano. Y de la referida carta escogí, en primera instancia, ensaladilla rusa con pescados ahumados (18 €), tacos de bacalao al pil-pil con sus kokotxas (28) y manos de cerdo deshuesadas y guisadas con langostinos (18). No fue lo que comí, pues el camarero me advirtió de que la meteorología impediría ligar el pil-pil como su origen bilbaíno merece, y me conminó a dejar para otra ocasión las patas, pues dos platos serían suficientes para cenar (aunque fuéramos dos personas) y siempre podríamos rematar la faena con queso.
Ni página web ni relatos en Casa Lin
No le faltaba razón al mesero. Después de la primera botella de sidra La Llarada y del referido chorizo, llegó la ensaladilla, que lamentablemente no destacaba por los matices ahumados y diferenciales que el menda esperaba tras leer el enunciado. Resultó, eso sí, una composición saciante, grata mas no memorable, que encontró buen complemento en una nadería como las crujientes tostas de pan ‘de pipas’.
Sí merece ser recordada una preparación como la ventresca de bacalao a la plancha (24), presentada en notable punto de asado con el complemento de patata panadera y pequeños pimientos verdes. Y rematé, efectivamente, pidiendo media de gamonéu (8), fin de fiesta habitual en la capital de la mayor mancha quesera de Europa. Eso sí, o no me sirvieron gamonéu o, efectivamente, a mí me gusta con más trazas de penicillium roqueforti (inapreciable en esas cuñas) aportando filo y carácter a su firmeza.
Sin relatos y con notable sencillez, respetando tradiciones y dando valor al cliente, Casa Lin es ese pequeño negocio al que apetece regresar, aunque no sea mediático, no tenga página web (“en eso somos unos putos desastres”), no despache hamburguesas, no resulte instagrameable, no sortee comidas en RR.SS., ni presente las recetas en aparatosas vajillas. Su decoración incluye trofeos de caza y afiches añejos, y, por cierto, nada tiene que ver con la popular sidrería de Avilés, de igual nombre.
Avenida Colón, 14; 33013 Oviedo (Asturias)
+34 985 27 44 89
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
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