Arraun Etxea (Hondarribia). Al rico mejillón
Ahora mismito tengo en el reproductor de audio del coche cuatro discos de Sam Cooke y dos más de Loquillo, de cuando comandaba Trogloditas. Me quedan por delante decenas de temas del hombre que sublimó el soul y acaba de sonar esa canción urgente que alude a un tiempo imperfecto de soledades compartidas, de ideales desmesurados, de amores a escondidas. Así, hilando valvas negras y ese futuro furioso de sombras que aguarda, he recordado que también hay reseñas urgentes que quedan pendientes, textos que arden mas se atascan, mordazas inapreciables que silencian pistas dignas de agradecimiento. Como ésta referida a Arraun Etxea, un lugar al que apetece regresar pues no es nada caro y allí he comido, probablemente, los mejores moules.
Efectiva y paradójicamente, tras recorrer buena parte de Iparralde probando ese mejillón tan socorrido y tan pequeño que a primera vista identificaríamos como ‘pezqueñines’, ejemplares fuera de talla, resulta que los más sabrosos los he comido a este lado de la muga, sin necesidad de cruzar la frontera, en Hondarribia. En el País Vasco francés se suelen servir acompañados de patatas fritas (“moules frites”) y son especialidad, pero la mayoría de los degustados me han disgustado; la indudable belleza de la costa que se extiende hasta Biarritz no ha compensado el desfile de moluscos minúsculos, escuchimizados, chuchurríos, rotos, recalentados al microondas y de sabor merecedor de olvido. En cambio, en Arraun Etxea, donde llegan ya limpios desde la misma Francia, su carne acostumbra a lucir rechoncha, entera y lustrosa, y comparte protagonismo con un gran surtido de salsas. Hasta 16: salsa verde, ajo blanco, tomate, tomate picante, rabiosa, arraun, idiazábal, americana, romesco, marinera, mantequilla blanca, ajillo, vinagreta, a la sidra, crema de piquillo y crema de hongos.
No olviden que estamos en tierra de astilleros, así que los barquitos son siempre bienvenidos. Cojan pan, sumérjanlo sin pudor en el abundante caldo, y disfruten. Ojo, que mismamente a la plancha están rebuenos, supongo que también lo estarán al vapor, y entre la media docena de salsas que he probado destacaré la de queso Idiazabal, la de romesco y la de hongos. Rica, sí, pero mucho más sosita es la de mantequilla. La “arraun” se elabora con ajo, perejil y txakoli. Y no volveré a pedir la americana.
Y lo cierto es que ahí, en el cuenco de moules (8,50€, con salsa; 8€, vapor y plancha), a compartir entre dos, y las botellas de sidra Bereziartua (5€) que hagan falta, terminan mis recomendaciones en un bar restaurante que se encuentra fuera de las rutas habituales de quienes visitan Fuenterrabia; no está en el recinto amurallado, ni en La Marina, ni cerca de la playa, sino entre la sede del club de remo y un puesto de la Cruz Roja, bien cerca del aeropuerto, asomado a Txingudi, esa bella bahía que comparten Onyarbi, Irun y Hendaia. Es cierto que los mejillones me han decepcionado en un par de ocasiones, la pasada primavera, pero acumulo al menos una decena de visitas. Reconozco que no ha probado la carta ‘formal’, la de su restaurante más serio, pero cuando he comido tortillas de ración (4,60€), crujiente de langostino (2,90€), patatas fritas y croquetas de txipiron (2€) no me han parecido dignas de especial mención. Por no hablar de los tacos de entrecot con guarnición de patata y pimiento verde (12€), que se me antojaron elección fallida, por gusto y textura, e incluso irrisoria, por escasos. Diga mejillón.
(Igor Cubillo)
Arraun Etxea
Molla Ibilbidea, 5; 20280 Hondarribia (Gipuzkoa)
943 64 49 39
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Hablando de moules, hay una preparación, desconocida aquí, que es sobresaliente. La hacen en la isla de oleron y en otros lugares. Se llama éclade o églade de moules, y consiste en asarlos a la llama, con unas cargas de hierba por encima.
Los mejilloncitos se ordenan de costado bien prietos en una bandeja metálica, se los recubre de hierba y se prende. Las llamas duran un suspiro y cuando se apagan, los moules están hechos.
Buenísimos. Te dejo un video:
https://www.youtube.com/watch?v=_P2Iru0Dlpc
(te lo cambio por el tercer sitio del top5 de hamburguesas donostiarras 😉