The Piper’s Irish Pub (Getxo). Deportes y papeos populares
El Piper’s, más conocido como El Irlandés, es un pub muy conocido en Algorta. Expende cervezas de barril, pinchos variopintos, bocatas y vinos del gusto local, y mantiene un aplicado seguimiento deportivo a través de la televisión. Se trata de un bar amplio, está decorado con profusión de maderas, lo delimitan algunas barandillas, las columnas molan y cuenta con un par de comedores recogidos, aunque suele acudir tanta gente a comer su menú del día (10,5 €, IVA incluido) y del fin de semana (16 €, IVA incluido), que las mesas se desparraman hasta las postrimerías de la barra. Hubo una temporada que comía a menudo ahí, incluso fui con amigos, pero creo que acabé aburriéndome. Aunque, contradictoriamente, al leer su menú escrito a mano y pegado en la calle a veces me entraban el hambre y las ganas de entrar.
Y un día, un domingo, La Txurri se animó a ir y a pagar ella. Llamamos por teléfono, nos cantaron el menú y preventivamente reservamos mesa para dos, pues no es raro que el Piper’s se llene, siendo esta otra de las razones por las que no almorzábamos ahí hacía años. Recuperamos la costumbre el día que Nadal perdió la final de Open de Australia en un partido épico y luengo contra Djokovic, nos sentamos en una mesa expuesta preparada con servilletas y mantelitos de papel, Susana pidió que cerraran la puerta del local pues se creaba corriente (y además fumadores maleducados entraban pitillo en mano para ver a Nadal), y pronto nos sirvieron el agua y el vino; éste Entari, rioja de año, de las bodegas Ramírez de la Piscina, con olor a mora y fresas, sabor mineral, amplio en boca y con el paso del tiempo demasiado carbónico.
De primero preterimos el salpicón de marisco (apetecía, ¿eh?, y más sabiendo que el clarete era navarro y el blanco me parece que de Rueda), yo casi pido pisto (pero cambié de opinión cuando supe que el vino era de cosecha, no de mesa), Susana descartó la pasta con gambas (raciones copiosas y oleaginosas volaban a las mesas), ella eligió el arroz campesino (muy bueno, arroz poco hecho, al punto, con pimientos, champiñones, pollo…) y yo opté por el revuelto de bacalao (una cazuelita con gruesos trozos de pescado, huevo poco cuajado, cebollas y pimientos en un conjunto tan rico como popular).
De segundo me hacían tilín las codornices en salsa (pero las desestimé movido por el vino), intenté que La Txurri eligiera el entrecote al queso (pasó alegando que está a régimen, ¡como si lo necesitara!), yo pedí la chuleta de ternera (flaca, demasiado hecha, no tan rica como la del Montenegro pero con un pase, escudada por pimientos flojos en trizas y patatas fritas aparentes), y ella dudó ante la dorada a la plancha pero prefirió lubina a la bilbaína, no sin antes advertir que no le mojaran el plato con una gota de aceite de más (su lubina estaba mal, aguada e insípida, pero las patatas de acompañamiento molaban).
La lista de postres era infinita casi: tarta de manzana, tarta de arroz, cuajada, flan, natillas, helado (de palo también), yogur, peras al vino… y lo que pedimos nosotros: tiramisú, estupendo (que ella tomó con un café con leche que ponderó exageradamente en positivo y que costó aparte 1,30), y yo crepes con chocolate, un conjunto enorme, desplegado y doblado sobre el plato, rico y esponjoso, con nata al margen. En total, pagó ella 33,30 un domingo por papear los dos.
Menú del día en The Piper’s Irish Pub
El vino estaba más que correcto. Era de mesa, estaba embotellado en Bilbao pero comprado a Ramírez de la Piscina, y expedía olor a cosechero. De segundo se agotaron el zancarrón con tomate y el hígado encebollado (éste para chasco de Carlos), y los sustituyeron con filete de ternera y colitas de rape. Y seguían teniendo chuleta de cerdo, que descartamos, más los dos pescados que pedimos, ambos guarnicionados con patatitas panadera: yo opté por cabracho a la plancha, pequeño y cabezón, aceitoso, un poco soso y con mucha gelatina, y Carlos por el filete de merluza rebozado, sapidísimo y enorme (parecía una cola de bacalao por tamaño), una pieza que debería ser el must del fish and chips inglés.
La lista de postres era tan larga como la del fin de semana: natillas, yogures, helados, tartas, frutas… Tomamos un helado de nata y chocolate, rico, y unas natillas enormes, un poco frías, con mucha canela y galleta Fontaneda de verdad en el medio. Con estos postres nos bebimos el agua, Aquabona, y aparte pedimos dos cafés, que estaban bien sin más («no muy fuerte, ni muy amargo, caliente sí», juzgó Carlos), a 1,15 el solo y 1,25 el cortado. En total la factura ascendió a 22,40 y Carlos dejó propineja.
(En el fondo, así comería cada día Óscar Cubillo)
Avenida de Basagoiti, 47; 48991 Getxo (Bizkaia)
94 491 11 85
Es de números y tiene un secreto para conservar su línea. Sus amigos se preguntan por la clase de alimento, Uve sonríe coqueta y se guarda su secreto. Aporta el #mistery a Lo Que Coma Don Manuel. Amiga del anonimato, viste de negro, escucha a Roy Orbison para alegrarse, le parece que Iván Ferreiro grita, estudió en colegio de monjas, le chiflan las ostras, ofrece cerveza a los gremios y trajo el TeleMadre a Euskadi. Siempre de aquí para allá, pasa la noche mirando la Luna, esperando que pase un cometa o baje un platillo volante. Lo normal, al conocerle, es preguntarle: “de qué planeta viniste?”.
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Un menú un poco de pelea ¿no? chico, yo pensaba que aquí se iban a liberar jugos gástricos sanos y salivar a modo. Como está la crisis…