Ardoka (Hondarribia). Vinos, pintxos y raciones
Uno no está a gusto en todos los sitios. Por feos, a desmano o carga de malos recuerdos y vibraciones, hay pueblos a los que no apetece ir ni a heredar. Otros, en cambio, siempre los tenemos en mente, en cualquier momento parece buena idea dejarse caer por ellos. Es el caso de Hondarribia, a la sazón el pueblo más bello de Gipuzkoa, que merece ser visitado una y otra vez, entre otras cosas, por su enorme atractivo arquitectónico. Un reclamo que cuenta, además, con el plus de no ser homogéneo, con el valor añadido del contraste entre su área amurallada y el barrio de pescadores. Mi recomendación es empezar la visita en el casco histórico, vagabundeando entre adoquines, casas blasonadas y toneladas de piedra. Las del imponente palacio de Carlos V, hoy Parador de Turismo, en cuya cafetería siempre es agradable tomar un café; las de su Plaza de Armas; las de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y del Manzano, donde contrajeron nupcias María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, y Luis XIV, el célebre Rey Sol; las de la referida muralla; las de las puertas de Santa María (entrada principal de la villa y del Camino Real) y de Santo Tomás; y las de numerosos palacios y casas construidos entre los siglos XVI y XVII.
Luego, qué mejor que bajar andando (para subir también hay un ascensor público que deja en la trasera del referido Parador), extramuros, acercarse a la desembocadura del Bidasoa, contemplar la bahia de Txingudi y dar un paseo hasta la cercana Marina, el arrabal de pescadores donde se alinean bares y restaurantes en los bajos de dos hileras de casas blancas adornadas con balcones de maderas coloristas. Nos gusta el vino (aún) y menear el bigote, así que habrá que cerrar la excursión, o hacer un avituallamiento, allí mismo, teniendo cuidado con dónde paramos. Hay lugares populosos y populares, como Lekuona, y terrazas donde cobran los mejillones a precio de almeja (cuando no de ostra). Tiene buena reputación el restaurante de la Cofradía de Pescadores, y siempre han destacado las creaciones del Gran Sol, un templo de la cocina en miniatura al que dejé de ir por la suficiencia de un encargado, corpulento él, que acostumbraba a exhibir sus carencias acodado al fondo de la barra. Junto a la puerta de la cocina. Qué importante es tener un buen servicio…
Nos habíamos resignado a comer pintxos de lo más sencillo hasta que, prácticamente frente al Gran Sol, Mikel Rico (no el jugador del Athletic, otro calvo) abrió la vinoteca Ardoka, mi recomendación, un espacio de éxito donde es posible beber buen vino y comer pintxos, tapas y raciones elaboradas. ¿A buen precio? Estamos en Hondarribia, a un paso de la acaudalada Francia…
Como no me place pagar 4,30€ por una copa de Muga, 5 por una de Pago de Carraovejas, ni 5,90 por una de El Sueño de Patricia, acostumbro a pedir caldos con barrica, esos que no han cumplido el mínimo exigido por las denominaciones para ser etiquetado como crianza. ¿Qué tal un Sierra Cantabria, por 1,60€? ¿Mejor un blanco? Allí me he tomado más de un Gramona (1,50). La oferta es suficientemente amplia y se despachan botellas.
Estamos de acuerdo con quienes defienden que el tinto no es lo que mejor armoniza con el queso, así que el blanco lo solemos tomar con tablas surtidas (7,50€) que en unas ocasiones nos han satisfecho más que en otras. Eso sí, siempre echo en falta un queso de leche cruda de oveja realmente potente, punzante, rebosante de carácter, y agrada que pasen por la plancha las dos ruedas de rulo de cabra. Las nueces peladas y los dados de membrillo hacen buenas migas con el conjunto.
Entre las raciones figuran también alcachofas fritas (8,50€), calamares (9), paleta ibérica (15), foie (12,10), ensalada de tomate (7) y la de gambas (7,50). Y, aunque la barra siempre luce pintxos fríos, el principal reclamo del local son los calientes, preparados al momento.
Está buena la vieira a la plancha con verduras en dos texturas (4€), que se sirve acompañada de judía verde, zanahoria y un par de cremas. También nos gusta comer brocheta de lecheritas (3,30€), que se emplata sin pinchar (curioso, cuando brocheta viene de brochette, pincho o ensartado en francés), con la casquería sin empanar y con casi idéntica guarnición que la vieira. Y se puede recomendar sin miedo la manita rellena (3,80), que en su interior esconde setas y se sirve sobre rueda de tomate.
Otro buen arranque puede ser el carpaccio de atún a los tres aliños (3,90), que se presenta con naranja, con pan de cristal y vinagreta, y con anchoas y pasta de aceituna negra. Si continúas con churrasco ibérico con crema de mostaza (3,80), no habrá pegas.
El magret de pato con patatas artesanas nos lo han servido frío (3,20€), por lo que no me puedo deshacer en elogios. Y también encontré demasiado cuajado el revuelto de hongos (3), aunque supongo que el emplatado, a modo de torre, obliga. Lástima que prime la estética.
Para correcto, el taco de vaca (4,10€), servido con patatas en gajos, crema de piquillo y crema de queso Idiazabal. Me gustó el risotto de txipiron (3,10); gratificante el aroma de un montoncito de arroz negro con pequeño jibión a la plancha y cobertura de cebolla frita. Y, sin ser sobresaliente, no está mal el bacalao confitado con pimientos asados y dos lágrimas, una de crema de piquillo y otra de pimiento verde (3,70).
Hemos leído sobre las bondades de su torrija casera con helado (5,50€), que requiere esperar 15 minutos. Y me llaman la atención los sorbetes de gintonic y de café irlanés (6), que caerán algún día.
Lo dicho, merece la pena dejarse caer por Ardoka, por la variedad de caldos, por lo apetecible de sus propuestas gastronómicas y por la eficacia de su servicio.
(Igor Cubillo)
ver ubicación
San Pedro, 32; 20280 Hondarribia (Gipuzkoa)
943 64 31 69
El hondarribitarra Mikel Rico, vinculado a la hostelería desde que tenía 15 años, lleva un lustro al frente de la vinoteca Ardoka. Sus máximas, «seriedad y profesionalidad», para que el cliente se vaya satisfecho. Su cocina, «de producto».
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Bar ardoka pésima atención por el dueño ,debería bajar de la nube y atender mejor a la clientela ,debería seguir el ejemplo de su personal
Riquísimo todo!!!! pero la vinoteca Ardoka lleva abierto 5 años…
Que buena pinta tiene todo!!