Por comentar: ¿Mejor cuanto más cerca? No siempre
(+60 rating, 12 votes)Cargando... Vale que todos estemos deseosos de verano, de ese sol que se ha empeñado en esconderse más de la cuenta. Vale que necesitemos disfrutar el aperitivo en terraza, haciéndonos los fuertes; sin sombrilla, ¡ea!, que llevo protección 50. Todo vale. Todo menos la falta de decoro/recato. Y es que no llego a comprender, me hace daño al ojo (soy así), no puedo con ese personaje que se te sienta al lado, close to you, o que apoya su axila junto a las gambas de la barra (¡qué culpa tendrán las pobres gambas!), como recién salido de la playa. O como si todavía estuviese en ella. Y repito recién, por esos cuerpos serranos embadurnados en crema; de coco, para más inri y aroma. Sudorosos todos ellos, pies enchancletados con bien de arena, sin camiseta, bañador súper-mega-ajustado, segunda piel, ¡buah! Y cada vez que la canícula me deleita con tal espectáculo, se me corta hasta la mahonesa, y viene a mi mente un artículo de Arturo Pérez Reverte de hace ya unos años. Diré que soy más fan de los artículos de Reverte que de su novela. Y que aquel verano, aquel largo y cálido verano, su reseña semanal en cuestión vinculaba indumentaria con gastronomía, o más bien ciertos hábitos (malos) en el vestir con ciertas actitudes (peores, aún) a la hora de comer. Se me antojó gracioso el relato, quedando grabado en mi subconsciente por numerosas razones. Entre ellas, su título, tan musical y fácil de recordar: “No me pises que llevo chanclas”. También por su contenido, con el que comulgaba (y comulgo) totalmente, de principio a fin. Hoy puedo afirmar que es atemporal, que hay cosas que no cambian, por muy europeos que nos sintamos. Reverte presenta un país de pandereta con esa ironía tan suya, relatando su experiencia en dos situaciones muy diferentes en las que tuvo el honor de compartir espacio con varios de los referidos pepepiscinas; la primera, degustando unas manitas de cerdo en salsa de cigalas,...
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