Restaurante Aizian (Bilbao). Apuntando alto pero…

May 10, 12 Restaurante Aizian (Bilbao). Apuntando alto pero…

Pato me convenció para ir a comer un menú degustación al restaurante Aizian del Hotel Meliá de Bilbao usando un cupón de descuento de Planeo que por 34’5 € ofrecía tres entrantes, un principal, el postre y una copa de vino. Al final el supuesto descuento del 50 % me pareció a todas luces exagerado, pero en fin… Hace años, cuando el mismo hotel era el Sheraton yo solía ir ahí con La Divina y tomábamos cervezas españolas, refrescos americanos y vino australiano… ¡y siempre nos obsequiaban con conguitos gigantes! (los frutos secos cubiertos de chocolate, ya sabéis). La penúltima vez que fui a ese Gran Hotel fue con Pato y libamos dos gin-tónics: él de London, a 13,5 (me sabe a colonia), y yo de Seagrams, a 10 (viva América). Repantingados en un sofá al pie del inmenso y altísimo atrio de la recepción, veíamos pasar a aficionados de la ópera que salían del comedor y buscaban con poco acierto el baño, que está muy alejado del restaurante Aizian y es uno de sus fallos.

Cuando el hotel también se llamaba Sheraton cené una o dos veces en sus reservados, invitado a causa de mis tareas periodísticas, y recuerdo que estuvo bien, sin más. Algo siempre torcía la buena impresión. Lo mismo que en la visita culinaria con Pato. Acudimos un sábado y vimos tres salones. Uno celebraba una comunión o algo parecido, y en los otros había bastantes niños pero no molestaban. Nos acomodaron en la sala que hace esquina, con ventanales que se abren al parque Doña Casilda, ese sábado verde brillante por el aguacero permanente. Los camareros nos atendieron con bastante protocolo, como debe ser para los precios que se gastan en el Aizian, y nos guardaron las chamarras (es perrofláutico colgar las prendas en los respaldos de las sillas).

En nuestro comedor reinaba el silencio mientras en el más lejano imperaba la algarabía, como observó Pato. Por cierto, el empático Pato conocía a una chica del refectorio inmediato al nuestro, a Iratxe (todas las Iratxes son guapas, o sea que no preguntéis por ésta), quien con su novio había comido el menú ejecutivo de 41,5 más IVA, con cinco platos, vino crianza Solabal y café, y se quedaron muy a gusto.

Falló el vino en Aizian

A nosotros nos falló el vino. No culminó la copa del cupón, el rueda Con Class 2011 que nos recomendó para el foie la maître, un caldo de buen color canario, dulcísimo sabor y cierta acidez. Y también falló la botella que elegimos de la carta. Pato descartó el Campillo riojano a buen precio porque le apetecía probar algo nuevo, y yo le propuse dos tintos: un Montsant, a 20 euros o así, y un Priorato, a 21 + IVA. Como aparecía en una lista escogida de vinos recomendados, pedimos este último, y vaya… Se trataba de un Martinet Bru de 2008, de garnacha y syrah, de la familia Pérez Ovejero, de cultivo sostenible (como en toda la Historia, no te digo…), y que nada más abrirlo sabía a tope a madera y olía alcohol, pues tenía muchos grados. Se notaban torrefactos y pensamos que crecería, y lo hizo en un plato, pero luego se difuminó. Yo concluí el día después: si de una botella sacas ocho copas apurando, y cada copita te sale a tres euros (500 pesetas), tiene que estar muy bueno el vino sin necesidad de analizarlo.

Pero no ocurrió esto con el vino en un menú en el que degustamos lo siguiente:

1º Foie cocido con caramelo agridulce y cerezas saladas: Empezamos bien con un bocado de sabor intenso y delicado. El foie llegó desprendiendo un aroma estupendo desde su plato rectangular. El pedacito de hígado estaba blandito y se deshacía en la boca. Por dentro el foie gras parecía un núcleo atómico y el caramelo le iba perfecto. El vino, el blanco que nos recomendó la maître, picaba un poco y a Pato le gustó pero a mí no.

2º Arroz cremoso de hongos y manitas de cerdo con kokotxas de merluza al pilpil: Otra plataforma rectangular para una propuesta que arribó fragante y se comía con la vista. La disposición separada de las dos grandes kokotxas (pensar que hay gente a la que le dan asco) tentaba al más templado. Lástima que estuviera un pelín salado el pilpil donde reposaban las gelatinosas adiposidades. Además insípido era el vertical crujiente de hongo (apuntando alto…), y el arroz estaba muy bien aunque el aporte de las manitas de cerdo quedaba asaz disimulado.

3º Canelón crujiente de lumagorri (pollo de Eusko Label) con ravioli de huevo y sopa de garbanzos: Nombre largo para platito redondo y hondo. En su base la sopa garbancera sin glamour sabía rotunda a lo que anunciaba, el canelón no era sino un trozo de pollo rico rebozado con algo de maíz que empeoraba la carne, y el huevo, la yema magnífica, estaba de toma pan y moja, atesoraba sabor corralero y quedaba constreñida por el fino ravioli. En este punto el vino alcanzó su cenit (y al poco se opacó).

4º Principal: Lomo de merluza con tofee de cebolla morada de Zalla y patata asada: Muy bueno. Lo cató Pato y espetó: «Te cagas». ¡Qué comentario tan poco gourmand! Y añadió: «Sabe a mar». Sí, la merluza estaba perfecta, sápida, blanca y con su piel. Los trigueros que la acompañaban sabían a campo verde y la patata cocida sobraba pues no aportaba nada, aunque no la mezclé con la salsita de cebolla, que sí unté con el buen bollito de pan correspondiente.

5º Principal: Costillar de cerdo ibérico encebollado con calabaza a la plancha y toques de mostaza: A Pato le encantó. «Crujiente por fuera y blando por dentro, en su punto de sal, el dulzor de la cebolla compensa la mostaza», comentó. Y el paralelepípedo parecía insípido, pero a Pato le agradó.

6º: Postre: Torrija de pan caramelizada con helado de arroz con leche. Tras pasar el recogemigas por el mantel nos trajeron una ración abundante de postre, más aun en comparación con las cantidades precedentes. A Pato le gustaba comerlo mezclando la torrija con el helado, y así estaba bien cada cucharada, pero por separado cada ingrediente también: la dulce tostada y el curioso helado. Al final acabé un poco empalagado de tanta cantidad, antes de masticar el azúcar quemado y cristalizado. Y Pato dijo que él también se empalagó.

Rematamos el menú con sendos cafés aparentes a 2 euros cada uno. Abonamos además por el vino 21 euros y no nos cobraron el agua. En total pagamos 25 de vino y café, más 2 de IVA, a añadir los 69 del cupón. O sea que pagamos 96 las dos personas (bueno: un humano y un ánade), a 48 cada uno… O sea, caro. ¡Y eso que íbamos con descuento!

(le molesta que falle el vino a Óscar Cubillo)

web del restaurante

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Lehendakari Leizaola, 29; 48001 Bilbao

94 428 00 39

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