Pastelería Leku-Ona (Mungia). Bollos de mantequilla siderales

A la hora de repasar la repostería típica bilbaína/vizcaína, siempre sale a colación un trío de ases: el pastel de arroz, la carolina y el bollo de mantequilla. Y cuando se establecen rankings, cuando se pretende objetivizar lo subjetivo,  parece existir cierta unanimidad a la hora de señalar los bollos de la pastelería getxotarra Zuricalday (no sé si de los hijos, los nietos, los sobrinos o los primos lejanos) como los mejores de la galaxia. No obstante, yo discrepo, considero que el cetro está más disputado de lo que se piensa y, desde que los probé, atendiendo una recomendación de Itziar Taibo, mi apuesta es Leku-Ona.

La pastelería fundada en 1962 por Miguel Markaida y Antonia Landaluce, capitaneada hoy por su nieta, Jone Markaida, juega con la desventaja de estar ubicada en Mungia, lejos de transportes tan utilizados como el Metro y de ciertas áreas de influencia. Pero eso no impide que sean muchos quienes, gracias al boca oreja, se acercan a la localidad vizcaína a comprarlos. Merece la pena. Las primeras palabras que anoté cuando les hinqué el diente por primera vez fueron «espectacular» y «sobresaliente».

Luego repetí y no cambió mi opinión. Los bollos de Leku-Ona son ligerísimos, extremadamente tiernos, sumamente esponjosos, casi etéreos, como morder una nube. De color pálido,  espolvoreados con azúcar glas, su sabor es más que agradable; dulce como corresponde a la repostería, pero nada empalagoso, pese a la abundante mantequilla. La sensación que queda, tras comer uno, es que podrías engullir uno detrás de otro con idéntico deleite, sin sensación de pesadez.

Y una de las claves de su éxito es el hecho de que se trate de mantequilla recién incorporada. Según nos revelaron, los bollos los montan al momento, según los va demandando la clientela; para evitar que se sequen, los rellenan de mantequilla según se los solicitan.