Gran Hotel Puente Colgante (Portugalete). Manos arriba
Qué quieren que les diga, casi me avergüenza confesarlo, pero hace unas semanas acudí a un restaurante sabedor, de antemano, de que iba a pagar nada menos que 20€ por una ración de paella. Y no se trataba de ningún templo levantino del arroz; no era Paco Gandia, en Pinoso, ni La Sirena, en Petrer. Ni mucho menos. Se trataba del restorán del Gran Hotel Puente Colgante, un austero refectorio al que acudí sin oponer gran resistencia, en parte con la vaga esperanza de paladear una paella realmente excepcional, y en mayor medida porque se trataba de una comida de buenos amigos, y en esos casos, ya se sabe, o uno asume la organización, o calla y paga.
El caso es que, como ya imaginarán, lo servido no compensaba lo desembolsado. De hecho, se cumplieron mis peores pronósticos, pues la paella «de pescado y marisco» resultó ser poco más que un arroz prácticamente blanco, fehacientemente deslavazado y poco gustoso. No parecía haberse cocinado en un fondo sustancioso; más bien, la apariencia era la de un arroz hecho aparte e incorporado, posteriormente, a un caldillo insípido. Le sumamos una pizca de verde, otra de rojo, unos escasos y minúsculos trozos de pescado, un puñado de langostinos, y santas pascuas. Dos langostinos por cabeza, para ser más preciso. Ni el gusto, ni la textura, ni la apariencia, ni el gasto en materia prima justificaban tamaño desembolso. 20€ (220, los 11 comensales), recuerden, a los que había que sumar otro puñado si se quería comer con vino (como es costumbre) y cerrar el almuerzo con postre, aunque fuera compartido (nueve para once personas). Un dislate, la enésima prueba de que nos la metieron con el euro. ¿Que no? ¿Saben cuánto pagamos por tres litros de agua? 9 euros. 1.500 de las antiguas pesetas. Han leído bien.
También regamos el amago de paella con Sierra Cantabria crianza (13,50€), un caldo cumplidor, dotado de regularidad, que acostumbramos a pedir cuando lo vemos en los bares. Sin pega. Y la tanda de postres (5,50€/ud.) deparó los mejores momentos de la sentada: toda la mesa alabó al oscuro protagonista del volcán de chocolate, al que los fideos de colores daban aspecto infantil, y la tabla de quesos resultó recomendable, especialmente sus porciones untables. Pero no crean que todo fue final feliz, el colorín colorado terminó de venirse abajo cuando se presentó como pantxineta dos pedazos de basto hojaldre, hiperhinchado, relleno de nata, adornado con fideos de chocolate, bañado en más chocolate negro y acompañado de nueces peladas. Un despropósito. Mejor la hubieran pedido a Casa Otaegui, oigan.
Restaurante puente colgante Las Arenas
Cerramos la comida con seis cafés y siete copas de vino dulce de medio pelo (2,75€/ud.), andaluz, pese a llamarse «De Port’s» y ser presentado en factura como «Oporto común». Aunque no había visto la Región vitícola del Alto Duero ni en televisión y el supermercado granadino Las M.M.M. despacha uno de idéntico nombre, seguramente el mismo vino, a 7,57€ , la garrafa de tres (¡tres!) litros. Con todo, la dolorosa ascendió a 362,42 euros, 33€ por cabeza. Por un plato de arroz y postre compartido. Un precio digno de la burbuja donostiarra que tanto criticamos cuando surcamos la A-8. Habíamos comido solos, no había nadie más en el comedor, y al salir reparamos en un cartel que anunciaba que el restaurante se encontraba cerrado por vacaciones del personal, aunque atendían reservas de grupos, como la nuestra. Y entonces nos asaltó una duda: si el cocinero estaba de vacaciones, ¿quién cocinó para nosotros? Aaaaahhh…???
(le duelen estas cosas, a Igor Cubillo)
web de Gran Hotel Puente Colgante
María Díaz de Haro, 2; 48920 Portugalete (Bizkaia)
94 401 48 00
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Doy fe.. A gustito estuvimos un rato laaargo.. El salón sólo para nosotros.. Pero la calidad de la paella… No fue la esperada
Qué bien habla Miex… Maravilloso 😉
Es un sitio al que no se puede ir
Recuerdo una paella tipo «paellador», con granos basmati amarillentos más que tiesos; un «talo» con tomate «orlandero», y una hamburguesa con pan tan seco, seco que tenía hasta moho en los ojos… Experiencias horribles, tropezamos mas de una vez en la misma piedra solo por el gustazo de comer en la terraza al sol. Pero ni por esas
Mare meua!! como se dice en mi tierra (donde las paellas pueden lucir orgullosas su nombre). Si parece un arroz blanco de esos que te da tu madre cuando tienes mala la barriga… y 20€ leuros?? Os darían un bono o cupón para volver otro día gratis… porque vamos!!!
Yo hubiera hecho salir al cocinero (o sustituto) para preguntarle si aquello era la paella de los domingos de su casa… que desfachatez…
Abrazo!!
¿Cómo es posible que, a día de hoy y con la que está cayendo, existan lugares como el que aquí se analiza? Me explico: España, en general, es un país «millonario» en su gastronomía. Privilegiado en climas variados -pese a ser tan pequeño- y en productos, tanto del mar como de la tierra, este país falla todavía en el punto de la restauración. ¿Por qué se abusa de precios excesivos en lugar de favorecer el consumo de alimentos únicos de los que sentirse orgullosos? ¡Ay, pardiéz! ¿Será que la picaresca se antoja más sabrosa que el chuletón de buey o que la paella?
Sabia reflexión. En vez de poner en valor nuestra excelsa gastronomía, en ciertos lugares parece que el único fin es desplumar al comensal. Esa falta de pasión por el oficio, ese gestionar abrevaderos, amenaza nuestra cultura culinaria.