Bar El Frontón (Tolosa). Todo el mundo parece conocerlo
No pensaba escribir sobre El Frontón, porque sólo comí un menú del día en su bar. Le podría poner (y le pongo) algunas pegas, pero como todo el mundo me hablaba de él, aquí van mis líneas. Fui al Festival de Blues de Tolosa para ver en vivo al bluesman Duke Robillard (así lo conté en mi molón blog de bolos) y, ya cruzando en coche la calle principal, me fijé en el local, sito en una especie de plazuela, con bastante animación humana en derredor y un cartel que indicaba el menú. Yo tenía pensado comer en el Hernialde (así escribía sobre él David De Jorge en su blog), el mejor restaurante de la localidad y de la comarca… hasta hace pocos años, porque ya había cerrado y el local se hallaba en obras por cambio de negocio. Vale: cambio de planes. Enfrente del cerrado Hernialde había una vinoteca (compré cuatro botellas de rioja, un bote de menestra y una botellita de vinagre), y parlando con la señora que atendía (desde que me he hecho del Real Madrid soy capaz de hablar con cualquier persona), me contó que podía comer en la parte vieja, menos en El Frontón, que era muy caro. Será por dinero…
Caminando llegué, miré su carta, la cara, y me llegaba y me apetecía (alubias con sacramentos a 18 euros, que no pediría; cochinillo a 19, que me atraía…), pero habéis de saber, queridos lectores, que estaba invitado esa tarde, a las 20.30, a una cena en una sociedad gastronómica, con Duke Robillard, sus músicos, otros miembros de otros grupos (aún recuerdo el escote de la catalana Sweet Martha, grrrr…), una cena que presuponía contundente (ensalada, piparrak, calabacines, chuletones Goya hasta decir basta, tarta de Casa Eceiza… sidra y tinto… y pasé de las copas), y debía prevenir. Miré el menú del día, que costaba quince aurelios un sábado y… ¡había conejo! Ya me habían ganado los de El Frontón. Por si acaso había patas de cerdo en otro menú de la parte vieja miré el par que me indicaron, pero no igualaban al cunicular. Tras el voltio, volví, comí y salí sopesando contarlo. Para una vez que hago fotos… No me decidía, hasta que el amigo Arturo García, periodista donostiarra, en el festival BBK Live, antes de empezar los Band Of Horses, me preguntó qué tal en Tolosa viendo a Duke Robillard, si había ido al Frontón, que ahí se come de maravilla. Y sí, pues fui, pero al menú, en el bar, y se lo voy a contar. Y encima, le comento al director que voy a escribir de El Frontón, y salta: si ese lo conoce todo el mundo. Ya, pero reseñaré lo del bar.
Caminando llegué, miré su carta, la cara, y me llegaba y me apetecía (alubias con sacramentos a 18 euros, que no pediría; cochinillo a 19, que me atraía…), pero habéis de saber, queridos lectores, que estaba invitado esa tarde, a las 20.30, a una cena en una sociedad gastronómica, con Duke Robillard, sus músicos, otros miembros de otros grupos (aún recuerdo el escote de la catalana Sweet Martha, grrrr…), una cena que presuponía contundente (ensalada, piparrak, calabacines, chuletones Goya hasta decir basta, tarta de Casa Eceiza… sidra y tinto… y pasé de las copas), y debía prevenir. Miré el menú del día, que costaba quince aurelios un sábado y… ¡había conejo! Ya me habían ganado los de El Frontón. Por si acaso había patas de cerdo en otro menú de la parte vieja miré el par que me indicaron, pero no igualaban al cunicular. Tras el voltio, volví, comí y salí sopesando contarlo. Para una vez que hago fotos… No me decidía, hasta que el amigo Arturo García, periodista donostiarra, en el festival BBK Live, antes de empezar los Band Of Horses, me preguntó qué tal en Tolosa viendo a Duke Robillard, si había ido al Frontón, que ahí se come de maravilla. Y sí, pues fui, pero al menú, en el bar, y se lo voy a contar. Y encima, le comento al director que voy a escribir de El Frontón, y salta: si ese lo conoce todo el mundo. Ya, pero reseñaré lo del bar.
El Frontón tiene un comedor para carta en la parte de arriba que no vi, sino que entré directamente al bar, cuya barra ofrecía pinchos y raciones tentadoras. El salón principal es enorme, con techos altos, una mezcla de casino y de hamburguesería yanqui años 50; no en vano, el exterior es rosa y tiene una hamburguesería adosada. Es un edificio racionalista y su salón mostraba lámparas, espejos, vidrieras y metacrilatos, una vidriera extra en el techo, tonos grises y rojos, blancos y negros, sofás… ¡hasta una torre para un pinchadiscos! El comedor tabernero está separado y ese sábado estaba lleno, así que me acomodaron fuera, en el centro del bar, me puse delante de la tele, de la ETB en euskara, pero se fue la pantalla. La música además estaba muy alta. Me vino una camarera y me dijo por la espalda, dejando el menú en la mesa: «haurxe gaurko menua, ¿eh?». O sea, éste es el menú de hoy. De primero había guisantes, paella de carne, espárragos rebozados con salsa de gambas y ensalada de pollo. Me lo empezó a cantar en euskera, pero le dije que parara el carro, que no entendía. Con otras palabras se lo dije, quizá con mímica, yes. De segundo había chicharro al horno, conejo al horno (ñam ñam), muslo de pollo relleno y chuletillas de cordero. Todo, todo apetecible, sí.
Y ahí estaba yo solo, sin tele que ver y apechando con resignación cristiana la musiquilla basurilla. Quizá fuera de una radio. Yo tenía preparado mi mantel de papel, y mi servilleta de papel, y los cubiertos, y tenía un vaso de sidra enorme, pero no tenía mi vino. Le había preguntado a la camarera veterana si el tinto era de año. Rioja, sí, confirmó. ¿De 2013?, incidí. Del anterior suele ser, sí, me ilustró como si no lo supiera. Bueno, pues al de un buen rato de estar esperando me lo trajo. Estuve esperando 15 minutos y sólo tenía el pan, que no probé, claro. Sin vino…. Al de 15 minutos llegó el vino. De 2012, lo han adivinado. Y arribó helado… Viña Ulero 2012, de Bobadilla, un rioja vulgar que frío no sabía a nada y al subir la temperatura ofreció algún matiz. Tenía que haberle pedido que me lo cambiara a la camarera, pero igual no sabían español. Al acabar pensé que si llego a almorzar con sidra habría salido echando cohetes y dando palmas con las orejas.
Bueno, pues por fin llegaron los guisantes con jamón. Los pedí entre otras cosas porque estaban en la carta del restaurante chic, en otra preparación, claro, y quizá no la misma especie guisantera. Estaban caldosos y sositos (en esos momentos sonaba Lana Del Rey en el bar, ni tan mal), y eran pequeños y finos. El jamón era del malo, la zanahoria descargaba tanto verde y entraban bien con tenedor; o sea, secos, pero cuando los ataqué con la cuchara mezclando caldo y legumbre crecieron hasta lo sabrosísimo y los comí más rápidamente. De segundo pedí conejo asado y me tocó una pata. Pensé que no era muy grande la ración, con sus patatas ricas. No obstante, trascendió de su sencillez estética, pues estaba en su punto, tostado por fuera, tierno por dentro y muy sápido. De postre había cien cosas, pero pedí tarta de queso y me parece que no estaba muy buena, aunque el ornato de nata sí. Acabé el almuerzo, me preguntó la otra camarera, la joven y maja y guapa, si quería café, y rechacé su oferta. Le pedí que me cobrara y al pagar me llamó ‘michico’ (hum… sentí celos) y le pregunté si gracias al Festival de Blues de Tolosa se nota que va más gente al pueblo, pero respondió que no. Vaya, ojalá vuelva a la undécima edición del Tolosandblues.
(le pone nervioso que las camareras le llamen ‘michico’ a Óscar Cubillo)
web de El Frontón
Paseo de San Francisco, 4. 1º Piso; 20400 Tolosa, Guipúzcoa
943 65 29 41
Otro más de los licenciados en Ciencias Económicas que pueblan la nómina colaboradora de esta web. Cuando le da por ser comunicativo, manifiesta que publicó el mejor fanzine de rockabilly de España (el Good Rockin’, allá por los 80) y la mejor revista de blues de la Europa Continental (llamada ‘ritmo y blues’, editada de 1995 al 2000). Actualmente junta letras por dinero en el periódico El Correo, por comida en El Diario Vasco, por ego en Lo Que Coma Don Manuel y por contumacia en su propio blog, bautizado ‘Bilbao en Vivo’ y tratante, sobre todo, de conciertos en el Gran Bilbao, ese núcleo poblacional del que espera emigrar cuanto antes. Nunca ha hablado mucho. Hoy día, ni escucha. Hace años que ni lee. Pero de siempre lo que más le ha gustado es comer. Comer más que beber. Y también le agrada ir al cine porque piensa que ahí no hace nada y se está fresquito.
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- LQCDM: Bar El Frontón (Tolosa). Todo el mundo parece conocerlo | bilbaoenvivo - […] Bar El Frontón (Tolosa). Todo el mundo parece conocerlo […]
No se lo recomiendo ni a mi peor enemigo, atención fatal, se equivocaron al servirnos y cuando nos trajeron la hamburguesa que habíamos pedido después de 1 hora por dentro estaba congelada