Bar Bergara (Donostia). El olimpo del pincho
Las instituciones vascas gastan una buena cantidad de dinero público en promocionar San Sebastián como destino gastronómico y, más concretamente, como meca del pintxo. Pero no es oro todo lo que reluce. ¿Cuántos bares de pinchos hay en Donostia? Muchísimos. ¿Cuántos son absolutamente recomendables? Muy (muy) pocos. Y es que, para evidenciar respeto por el cliente y por la profesión, no es preciso graduarse en la más prestigiosa Facultad de Ciencias Gastronómicas, pero tampoco basta componer malamente una gilda, rellenar pan duro, ni pensar que uno es Alain Ducasse por mezclar surimi y mayonesa.
En dicha coyuntura, con expectativas tan altas y resultados tan paupérrimos, es verdaderamente meritorio ser uno de los escogidos, formar parte del reducido olimpo donostiarra del pincho. Pocos pueden presumir de ello, así que Monty Puig-Pey, ese locuaz admirador de U2 que capitanea el bar Bergara junto a su primo Esteban Ortega, puede estar bien orgulloso. Su esfuerzo recompensa a la satisfecha clientela; se aplica a procurar disfrute, vuelca calidad, creatividad y mucha empatía desde su puesto, detrás de la barra, y logra tocar la fibra sensible de quien les visita.
Así, comer las propuestas del Bergara (no confundir con el bar Vergara, sito en lo viejo) es uno de los alicientes que justifican un paseo hasta el corazón del barrio de Gros. Su tentadora barra queda a la derecha, amplias mesas con bancos corridos se alinean a la izquierda, colores claros dominan el espacio, un mural con sus «apuntes de cocina» decora el fondo y la sugestión empieza por la vista, con la visión del género expuesto y la lectura de los mensajes que cubren paredes y manteles. Ojea. Mira. Huele. Cata. Come. Paladea. Traga. Saborea. Sorbe. Unta. No necesariamente por ese orden.
La oferta es abrumadora allí: pinchos fríos y calientes, sencillos y elaborados, bocadillos, raciones, postres caseros… Puff, por dónde empezar. Lo mejor, lo que yo haría, sería entrar con donaire por esa puerta abierta por primera vez en 1950, acodarme en su barra, saludar, pedir algo de beber y aprovechar la maniobra del camarero para ojear, con aire distraído, las banderillas dispuestas sobre el mostrador. Elegiría una, la cogería por mi cuenta (el plato para los franceses) y, mientras daba buena cuenta de ella, ojearía la carta: delicias de pato al calvados, vieira, foie-grass con uvas al oporto, hamburguesa de tomate, crujiente de langostinos, falsa lasagna de anchoas… ¡Ñam!
¿Demasiadas instrucciones? Plan B: tenga fe en mí y pida directamente, sin temor, algunos de mis favoritos. Empiece con Itxaso (2,50€), una manjarosa barquilla cargada de rape y gambas con crema de puerros al txakoli. Efímera Y exquisita. Pida también una fideuá (4€) con su pizca de all i oli, gustosísima merced a un caldo de pecado (¿o era pescado?). Rica, y más que rica. Y por nada del mundo se pierda la tortilla de anchoas recién hecha, exultante de frescura y con el deje picante y abracadabrante de la cayena rallada. Soberbia.
El resto queda en sus manos, curiosee en función de su gusto personal y su inquietud, y es probable que encuentre más magia. Yo también he comido allí, por ejemplo, las otras dos preparaciones que completan el Top 4 del lugar, junto al Itxaso y la tortilla de anchoas: bacalao ajoarriero (3€), que incorpora piperrada, tomate natural, patata cocida y langostino; y la demandada Txalupa, que gratina setas, langostino, nata y cava (2,50€). También preparan con tino revuelto de anchoa con piquillos (3€) y risotto de hongos con foie fresco (4€). Hay incluso menú degustación, consistente en seis pinchos, postre y bebida, por 18€.
«Somos un bar clásico de pintxos, pero aportamos pequeñas innovaciones, procuramos tratar muy cordialmente al cliente y siempre prima la calidad del producto. El objetivo es que el público disfrute del pintxo, del trato y de caldos cuidados: vinos, cavas, champagnes…», recalca Puig-Pey.
Unos vinagres en Bodega Donostiarra, un trozo de tortilla (o tarta de queso) en La Consentida, un bocadillo de chuleta en Hidalgo 56, fino o manzanilla en Essencia, otro bocata distinto y una DouGall’s en The Loaf, un rosario de pinchos en Bergara… Mi ronda por Gros se va incrementando, amigos. Monty no está solo, aunque su oferta es única. Enjoy.
(Igor Cubillo dice que no está mal U2, pero se queda con el Bergara)
General Artetxe, 8 (barrio de Gros); 20002 Donostia-San Sebastián (Gipuzkoa)
943 275 026
pinchos@pinchosbergara.es
Monty Puig-Pey y Esteban Ortega, actuales responsables del bar Bergara, son sobrinos de Patxi Bergara, quien dirigió el local desde 1982 hasta 2008. Ellos se colocan al frente de un engrasado equipo de 11 personas, ellos afrontaron la atrevida reforma estética del negocio y ellos han sabido mantener la reputación y el éxito cosechados por su tío. Y eso que el listón estaba alto, altísimo. Basta releer a Rafael García Santos: «Patxi Bergara ha sido la historia viva del pincho vasco; el líder que promovió la revolución del tentempié en San Sebastián, allá por los ochenta». Pues eso.
Periodista especializado en música, ocio y cultura. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). En el medio de la vía, en el medio de la vida, si hay suerte, tal vez. Ha pasado la mayor parte de su existencia en el suroeste de Londres, donde hace más de 20 años empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Harlem R&R ‘Zine, Ruta 66, El País, Bilbao Eskultural, Ritmo & Blues, Getxo A Mano (GEYC), Efe Eme, Den Dena Magazine, Kmon, euskadinet y alguna otra trinchera. Prefiere los caracoles a las ostras. Qué tío. Anda que…
Ah, tiene perfil en Facebook y en Twitter (@igorcubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF. Se le resisten ciertas palabras y acciones con efe. Él sabrá por qué…
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
Tiene perfil en Facebook, en LikedIn, en Twitter (@igorcubillo) y en Instagram (igor_cubillo), pero no hace #FollowBack ni #FF.
Me parece muy valiente que digas que no en todos los sitios se come bien. Por encima de patrioterismos y marketing, está la honestidad. Y veo que ésa es tu bandera. Fui a Euskadi hace unos 4 años de vacaciones y creo que escuché más de 100 veces la frase de que allí en cualquier sitio se come bien. Buena señal para el posicionamiento de marca de Euskadi…pero una vez allí, obviamente como se come bien en cualquier sitio, pues «a cualquier sitio» que fuimos en Donostia y no, no comimos como esperábamos. Hay honrosas excepciones, pero con esto quiero decir, que no es posicionarse bajo un paraguas-mantra y echarse a dormir. Que no, que no en todos los sitios se come bien, ni allí, ni aquí, que por puro darwinismo eso debe acabar, para que al final, sobrevivan los que apuestan por trabajo y honestidad en el plato, y no cualquier parida con ínfulas de próximo pintxo del año a precio de hipoteca para impactar al turisteo. Yo creo que al final no le hace bien al sector, está claro que del buen trabajo de unos, al final comen también los que no lo hacen tan bien (a río revuelto, ganancia de…) pero por el bien de los que amamos el turismo gastronómico, a ver si pinTXa la burbuja de locales venidos a más que son en realidad menos.
Por eso me ha parecido valiente que empieces tu crítica como lo has hecho. No dudaba de tu credibilidad, pero si cabe, aún te añades unos cuantos grados más. Por eso tomo nota de este sitio que recomiendas y cuando vuelva a tu maravillosa tierra, sé que tendré un excelente guía culinario.
Por cierto, excelente iluminación de fotografías, veo que te enseñé bien. Jajaja.
Abrazo.