La Lobera (Sanlúcar de Barrameda). Tradición con un toque diferente
Existe un momento en el que dejas de ser un turista y quieres sentirte un local. Odias que te pregunten de dónde eres y te repatea que te expliquen las cosas como si fueras un “forastero”. Y cuando llega ese momento solo quieres mimetizarte con tu entorno y alejarte lo máximo posible del resto de los turistas que tanto odias porque, en el fondo, sabes que son iguales a ti cuando llegaste por primera vez. Y ese yo tuyo era muy patético. Por eso valoras como una gema preciosa cada joya culinaria, cada rincón que te cuenta un foráneo, cada tradición cuanto menos conocida mejor. Es una especie de postureo turístico que todos hacemos tarde o temprano en nuestras vidas cuando repetimos destino.
En nuestro caso, el destino es Sanlúcar de Barrameda. Uno de esos sitios en los que te sientes a la vez un marciano y un oriundo. En el que, por más que disimules, es evidente que no eres uno de ellos, pero, aún así, te tratan como si fueras de su familia. Y donde la elección de un lugar donde calmar tu hambre y tu sed es algo francamente complicado. Y lo es porque hay mucho bueno y, además, barato. Y hay sitios que se vuelven instituciones. Con sus fotos con famosos llenando las paredes, con sus especialidades; que si aquí el samorejo, que si aquí las papas con melva, que si allí abajo hacen un atún mechado que te mueres, etcétera, etcétera.
Pero, luego, tampoco es oro todo lo que reluce. Así que cuando alguien te recomienda algo y compruebas por ti mismo que merece la pena, el universo entero se merece enterarse, en detrimento de todos aquellos que queremos posturear turísticamente hablando y hacernos los exclusivos. La Lobera, regentado desde marzo de 2013 por Paco Lobo, es uno de esos sitios. Te das cuenta enseguida. Cuando llamas para reservar y te dicen que no hay sitio hasta la semana siguiente. Cuando consigues sitio y ves a la gente que llega, pregunta por una mesa y se va con cara de pena, pensando que estás ocupando un hueco que ellos merecen más que tú. Y no os imaginéis un sitio exclusivo, ni un refectorio engalanado. Se trata de un bar/restaurante decorado con gusto, pero modesto y con precios muy razonables.
Cenamos cuatro personas por unos 60 euros, que no es ni lo más caro ni lo más barato que hemos pagado por allí. Eso sí, con ese toque diferente del resto. La carta en papel y en tablet, cosa inusual en esos lares. Cerveza Estrella de Galicia (se agradece después de tanta Cruzcampo) y un tratamiento del producto excepcional.
Hemos estado dos veces seguidas, y en cada ocasión probamos cosas diferentes. Ineludibles el plato de habitas con jamón y huevo (éxtasis), el tarantelo de atún a la plancha (ojos en blanco) y el pulpo a la parrilla (aplausos). El resto de platos fueron también muy buenos pero, dado que son especialidades, que los encuentras en cualquier sitio, no me voy a extender en ellos. Sí que voy diferenciar a La Lobera en esta nueva moda sanluqueña de incluir platos japoneses elaborados con salmón y atún de almadraba que, en casi todos los casos, no alcanzan el nivel que podríamos esperar; se quedan a medio camino entre el bar de tapas alemán y la paella belga. En este caso, pudimos probar algún nigiri y un tataki que no estuvo mal. Aunque soy de la opinión de que las fusiones son complejas y que, a veces, es mejor dedicarse a lo que sabes hacer y dejar esos berenjenales a los que en verdad lo bordan.
En resumen, una gran opción para disfrutar de comida tradicional, pero con un toque diferente, en la cuna del langostino y la manzanilla.
(Jarvisey)
Avenida del Cerro Falón, 32; Sanlúcar de Barrameda (Cádiz)
95 638 91 47
Periodista de carrera, que no tanto de profesión, aunque sí de afición. Con el corazón partido por medio Europa, de manera caótica y descompensada. Defensora de causas perdidas, amante de los animales, soñadora empedernida y gastrónoma frustrada. Mis tardes de lluvia y manta las paso acompañada de buen cine. Obsesiones confesables: Allen, Kubrick, Ophüls, Catalina de Rusia, Bowie, Brel y Escandinavia. Inconfesables; el cine y la música de los 80, Truffaut, Gardel y los documentales de guerra. Absténganse aficionados a encuentros deportivos varios, cine de palomitas y hit parades. Soy esa rara avis que siempre cae mal en las primeras conversaciones. Qué le vamos a hacer.
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