Alubiada, ruta y balneario en Gorbeialdea
En la definición de vasco (o vasca) podría figurar la frase: “se dice de la persona humana, natural de la parte vasca del mundo, que ve un chuletón y se lo come, ve una piedra y la levanta, ve un tronco y lo corta y ve una montaña y la sube”.
Somos, los vascos (y vascas), de tirarnos mucho al monte (con perdón). La naturaleza nos puso por lo general en las tierras llanas pero la oportunidad y la querencia nos llevan a la montaña. Allá donde el terreno se eleva verás a vascos (y vascas) en alegre caminata. Somos así, se nos quiere o no.
Si Euskadi fuera el Nepal, más de uno vería cumplidas cada fin de semana sus máximas aspiraciones vitales, pero como las cimas (ejem, ejem) de la CAPV no se elevan por encima de los 1.551 metros sustituimos cantidad por calidad. El máximo exponente de monte reverenciado y asociado al inconsciente colectivo es el Gorbea y sus zonas aledañas, Gorbeialdea. Como demuestran los cachivaches encontrados en cuevas ya hubo vascos (seguramente sin saber que lo eran, qué pena, gixajoak) en el Paleolítico Medio. Se preguntarán: ¿cuándo era eso? Respuesta: hace mucho. Tanto que los habitantes tuvieron que cohabitar y compartir su espacio con bichos extintos como el oso cavernario o el rinoceronte lanudo, que formaron parte de su dieta y, quizás por eso, ya no están. Más tarde llego el Neolítico, la piedra nueva, y allí se comenzó a transformar el paisaje con los primeros pastores que intentaron trascender y comunicarse con el más allá y el más acá con los dólmenes que salpican las verdes praderas de la zona.
Y a partir del siglo IX la humanización toma velocidad de crucero y se empiezan a fundar villas en las zonas bajas. Eso, las ferrerías, la explotación de los bosques para hacer carbón para las mismas y la replantación de árboles con mayor aprovechamiento forestal, han dado como resultado el paisaje actual. Una mezcla integrada y equilibrada entre lo natural y lo humano.
Si a todo eso se suma el amplio sustrato de leyenda que arrastra y adorna la zona, veremos que es normal que la zona del Gorbea sea un territorio digno de visitarse. No olviden que si patean sus senderos, en el momento que desvíen la mirada, en el ángulo muerto que cantó Lapido, podrán intuir, que no ver, a ilustres habitantes como el Basajaun (señor de los bosques), las lamias, los gentiles e incluso, un poco alejada pero dueña y señora de los predios, a Mari, la Dama del Anboto.
El rito iniciático del mendigoizale vasco pasaba por empezar cuando era niño y moldeable e impresionable a subir con los clubes de montaña las cimas (ejem) que rodean a las ciudades, para luego ir escalando en intensidad. Se suele acabar en el K2 o así, pero el verdadero bautismo mendizale es alcanzar la cima del Gorbea, sacarnos una foto con la Cruz (ahibalahostia) y bajar a los lugares de la zona para comer algo suculento o, en versión low-cost, un bocata con bota de vino.
Descartada rotundamente la opción bocadillo, es aquí es donde llega nuestro destino o Destino, depende. En un lugar de la zona, y para ser más concretos en Areatza, el antiguo Villaro para los que ya tenemos edades y memorias. Villa(Ha)ro, la Villa de los señores de Haro de Bizkaia. Areatza es punto de partida de numerosas rutas (como luego veremos con más detalle). Del pueblo sale una pista que nos acerca hasta al área recreativa de Upokomakatza, Larreder y Pagomakurre. Areatza ha sido para los vizcaínos y también para los foráneos la entrada al Gorbea por excelencia. En los tiempos de nuestros padres, los montañeros se acercaban a Areatza mediante un tranvía eléctrico (modernos ya eran, ya) que partía desde Bilbao y desde Villaro a pinrel se dirigían a la Cruz. Un lugar singular, Areatza, antigua Arenaza, que nos sirve de campo base y que también es digno de visitar por si mismo por sus recias construcciones. Un casco antiguo que sigue la tipología de puebla medieval con dos calles, la de arriba y la de abajo, Goikokalea y Bekiokalea, que lo vertebran y que fueron declaradas Conjunto Monumental.
El plan nuestro de este día o de cualquiera está muy cerca. En concreto, en el Hotel Balneario de Aretza. Un establecimiento que añade a los servicios habituales de spa, relax y salud por el agua, el elemento diferenciador que marca la etiqueta de balneario: surtirse de aguas medicinales. En Areatza las aguas son sulfurosas, lo que les permite ofrecer un amplio catálogo de tratamientos personalizados para males tan de nuestros días como el estrés, la ansiedad y otros más clásicos, como los procesos reumáticos (ay).
Somos partidarios del disfrute en esos húmedos ámbitos. El Hotel Balneario es una instalación recientemente remodelada y que cuenta con todos los avances y comodidades. No obstante, su historia es larga y, como la mayoría de los balnearios, vivió una Edad Dorada a finales del siglo XIX. Esa época que tan bien narró Stephan Zweig y que ahora parece que va a revisitar mi querido Paolo Sorrentino en Youth, su próximo film (disclaimer, absténgase de pulsar el enlace al que dirige Giovinezza o se encontraran con la desagradable sorpresa de ver, de forma totalmente gratuita, a una señorita estupendisisísima totalmente en bolas, dicho queda). Por dónde iba.. ah, sí. El balneario pasó por vicisitudes que incluyeron una expropiación, una guerra civil y ahora brand new acoge a un público heterogéneo en el que están representadas las parejas que desean pasar fines de semana románticos y saludables o, como es nuestro caso, cuadrillas de montañeros que deciden acabar la jornada con unas buenas viandas y un circuito termal.
Para nosotros, y para todo el que lo desee, el balneario tiene un servicio de restauración unido a su oferta hotelera que consiste en un buffet que no hemos probado pero que, tras verlo dispuesto, se presume amplio, sano, suculento y abundante. Aunque, si lo que se desea es reunir a la cuadrilla y hacerlo como Jaungoikoa manda, está la oferta de la alubiada; eso sí, bajo pedido o encargo.
Allí se ofrece la alubiada clásica con sacramentos tan del país. Y es una experiencia con relación calidad precio sobresaliente.
Comparto la experiencia que disfrutamos recientemente.
Punto uno: el escenario. Para empezar, el lugar en el que se dispuso la comida fue la terraza del hotel, un espacio en el que la luz de otoño entraba por las amplias cristaleras y bañaba la estancia. La mesa, amplia y dispuesta con un detalle y mimo equiparable al que Carson impone en Dowton Abbey; me gusta comer en ese tipo de mesas, te eleva y supone un marco de lujo a lo que comes.
La comanda nos fue introducida en compañía de un finísimo tocino blanco ibérico laminado que reinterpretaba los gordos tochos de tocinos que antiguamente acompañaban a la alubia. Buena idea, porque esa etérea lámina, maridada con aceite de oliva virgen, resaltaba el sabor sin la elevada ingesta calórica asociada a la grasa del txarri #winwin.
El vino descorchado, dos botellas para cuatro (había sed de justicia y de otras cosas). Un crianza que cumplió sobradamente con el objetivo. Poco astringente en boca, con aromas de frutos rojos y avellana y cierto retrogusto de persistencia prolongada. Como decía mi profesor de latín (un saludo, don Aurelio) nihil obstat al caldo.
Y los sólidos nos fueron presentados en orden y con concierto económico (que por si no lo hemos dicho antes, que no, el precio de todo es de 16 euros por cabeza).
Las alubias, recolectadas en formato slow food en la cercana Zeanuri con caldo gordo, gustosas, suaves en el paso por boca. Prueba de lo buenas que me supieron, es que trepetí. El jefe de la WEG, don Igor Cubillo Egaña (respect!), les puso una pega, que para eso está más viajado y es mucho más culto que servidora. Dijo que el pellejo de la alubia conservaba cierta dureza. Vale, como todo opinable, pero yo como tragón inveterado ni me cosqué del asunto.
Los santos sacramentos, tras el primer paso del tocino, impecables. Amplias cantidades, que para eso es alubiada vasca, con costilla desengrasada y con chorizo cocido, todo lo suave y ligero que puede ser un chorizo. Y una morcilla que de sabor trascendía al resto de los acompañantes.
Y la brassica oleracea en su variedad capitata, lo que viene a ser la col. Nuestras amatxos nos obligaron a comerla a regañadientes y ahora hemos aprendido y nos encanta. Nos gusta tanto a todos, que está de moda. Es verdura hipster. En los USA en concreto, en su variedad rizada, es comida moderna y la llaman kale (no borroka, ni gorria, es kale k ases?). Baja en grasas saturadas y en colesterol, contiene más hierro que la carne de vacuno y más calcio que la leche de vaca. Su presentación canónica, al dente crujiente con un punto de sal bajo, para realzar el sabor de la verdura y con un refrito de ajos crocantes que la mejoraban. Para mí el top del evento. De tener un poco de jeta, que no es el caso, hubiera pedido táper para llevarme a casa lo que sobró, que, pese a ser de la familia de Gargantúa (nuestro patrón icónico), fue mucho.
Y no podemos olvidar las guindillas, bellamente presentadas en vaso de cristal, idea que copiaré en próximos eventos familiares, y que acompañaba a la alubia con un sabor lujoso, poco picantes, y con la acidez justa. Para rematar la jugada y pasarlo todo, una ensalada fresca y sencilla que casa de cine con las alubias.
Tres platos de alubias después, y con muchos agradables tropiezos por el camino, llegó el turno del postre. Para bajar, nada mejor que un arroz con leche cremoso y meloso. Un arroz con leche que mi querencia asturiana hubiera mejorado marcando la superficie con un hierro al rojo vivo, como hacen los Morán en el casa Gerardo. Para la próxima, quizás.
Como bebida digestiva y refrescante, tomamos un agradable gin-tonic mientras la luz otoñal moderaba su brillo y el día caía.
Ese día concreto del que hablamos no acabamos remojados en el balneario, pero su profesional y atento director, don Iker Mintegui (otro saludo y gracias), nos acompañó en un visita guiada por el mismo y nos explicó algunas de las terapias que se ofrecen. Me quedé con las ganas de una concreta que emplea la sal de Epson (también conocida como sulfato de magnesio). Un producto milagroso al que sigo la pista desde hace tiempo y del que me fío mucho. Lo mismo te cura de casi todo utilizado en baños que, atención briconsejo agrícola: aplicado en pequeños puñados al cultivo de tomate, lo mejora en grosor y sabor.
Yo, repetiré, soy muy cabra y me tiro al monte (con perdón) siempre que puedo, pero también me gusta comer en cantidad y en calidad y, por supuesto, me gustan las aguas calientes y que me toquen castamente siempre que sea menester en masajes terapéuticos. Así que este lugar lo reúne todo, está muy cerca de las principales capitales vascas, Bilbao y Vitoria (a escasa media hora) y, ventaja añadida, une calidad y excelentes precios dada su situación alejada de los principales núcleos urbanos.
Y ahora, pistas extras, os dejo con unos simpáticos cuadros que os muestran las tres rutas de pequeño recorrido, sencillas y apropiadas para todos, que parten desde Areatza y os enseñan muchas de las bellezas de la zona. Para hacer hambre, ya se sabe.
Disfrutad y sed felices, corazones.
http://www.hotelbalnearioareatza.com
Askatasuna, 50 bis, Areatza – Bizkaia
94 657 27 05
fax 94 657 53 81
reservas@hotelbalnearioareatza.com
RUTA PR-BI-7 Areatza, Upoko-Sagarra, Upoko-Magatza, Elorribi, Uparan, Areatza
El punto de partida es la iglesia de Areatza, (1) dirigiéndonos junto al frontón y el río hasta llegar al cruce de Txamarrama (2), junto al cementerio (10’; 0,5 km). Por la derecha, y rodeando el cementerio, tomaremos una pista asfaltada que en fuerte pendiente nos llevará hasta Akarate (3), tras dejar Atxabala y Martxondi Goikoa (50’; 2,6 km). Cruzaremos los campos del caserío por un camino y, luego, giraremos a la derecha por un sendero. Cruzando junto a otro caserío -Perretxikozabala- nos llevará hasta la pista que delimita el Parque Natural de Gorbeia, en la zona del monte Upo (1 h. 5’; 3,2 km). Nos dirigimos a la derecha, entrando en el bosque, hasta llegar a Upokosagarra. Allí encontramos el refugio municipal que normalmente está cerrado (1 h. 20’; 4,2 Km).
En Upokosagarra andaremos con cuidado, debido a las numerosas pistas que se han abierto en ese lugar en los últimos años. Por nuestra izquierda, tomaremos una que baja suavemente y en claros zig-zag hasta dejarnos en el área de descanso de Upokomakatza (4) (1 h. 35’; 5,2 km). Aquí tomaremos la pista hacia abajo, adentrándonos en el valle hasta que, tras una gran curva y a nuestra derecha, encontremos una pista de piedras (1 h. 50’; 6 km). Tomando esta pista, y sin perderla, llegaremos hasta Elorribi (5), cruzaremos entre los caseríos y, al final de su campa y a la izquierda, tomaremos un sendero *no olvidemos cerrar las vallas que encontremos* (2 h. 30’; 8 km). Atravesaremos un pinar y, tras bajar por una reciente deforestación y por una pista junto a un río, llegaremos hasta el fondo del valle junto al río Upo. Cruzaremos una barrera canadiense y un puente y llegaremos a los caleros. (2 h. 45’; 9,3 km). Dejando el río a nuestra derecha, subiremos por un sendero que nos lleva hasta el caserío Uparan (6), donde encontramos la pista que conduce a Areatza desde Pagomakurre (2 h. 50’; 9,5 km). Bajando por esa pista, llegaremos a Areatza (3 h. 10’; 10,7 km).
RUTA PR-BI-8 Areatza, Martxondi, Oilagorta, Uparan, Karabialde, Elorribi, Birgun, Larraskitu, Launtzain, Areatza
La salida de la ruta es también desde la iglesia de Areatza (1). Dejando el frontón a nuestra derecha, seguimos junto al río hasta llegar al cruce de Txamarrama (2), junto al cementerio (10’; 0,6 km). Continuamos por un camino asfaltado que asciende hasta el barrio de Martxondi-Bekoa, dejando el cementerio a nuestra espalda (25’; 1,3 km). Antes de llegar al caserío de Martxondi-Bekoa (3), tomaremos un camino que entra en el monte a nuestra izquierda y, tras cruzar una valla, llegaremos hasta un desagüe. (27’; 1,4 km). Junto a la alcantarilla, bajaremos adentrándonos en un pinar por un sendero que nos conducirá a otro más amplio. Por éste, a la derecha, llegaremos hasta el caserío Oilagorta (4) (35’; 1,8 km).
Bajamos por el camino asfaltado, hasta encontrar otro que tomaremos hacia la derecha y dejando un par de caseríos a nuestra izquierda (50’; 2,5 km). En el segundo caserío tomaremos un pequeño sendero que, por la izquierda, desciende hasta el río (55’; 2,7 km). Junto al río encontramos los antiguos lugares de fabricación de cal y, cruzando el punto del Upo, subiremos por una pista. Más tarde, atravesando un pinar, llegaremos hasta la zona de Elorribi (5). (1 h. 20’) (4 Km.). Continuando a nuestra izquierda y sin perder altura, por una pista llegaremos hasta el collado del monte Birgun (1 h. 40’; 5 km). Tomaremos a la izquierda por una pista de piedra y tierra que más tarde se convertirá en una de cemento y, bordeando el monte, nos llevará por Larraskitu (6) hasta Areatza, dejando atrás el barrio de Launtzain. (2 h. 30’; 8 km).
RUTA PR-BI-9 Areatza, Pago-Makurre, Areatza
Otra vez es nuestro punto de partida la iglesia de Areatza (1), tomando un camino asfaltado que comienza con una fuerte subida. Dejamos el pueblo a nuestra espalda, ganamos altura y llegaremos hasta el barrio de Launtzain (2) (20’; 1 km). Continuamos sin abandonar este camino. La pista de cemento da paso a una de tierra y piedra que, bordeando el monte, nos conducirá a un cruce de caminos en el collado del monte Birgun (3) (1 h; 3 km). Dejaremos a nuestra derecha la pista que va a Elorribi y tomaremos una que encontramos de frente. De aquí en adelante, el camino nos llevará junto a la red de conducción de aguas. Sin perder en ningún momento el camino, y en una continua subida, nos situaremos junto al refugio de Kerexakoatxa (4), tras una pequeña trepada de un par de metros (1 h. 35’; 5,3 km). Atravesaremos una pista y seguiremos por el camino que aparece ante nosotros. Sin perderlo, y no haciendo caso de los senderos y pistas que lo cruzan, llegaremos hasta Pagomakurre (5) (2 h. 10’; 6,6 km).
Periodista, con especialización en nuevas tecnologías de la información, redes sociales, relaciones públicas, gabinetes de comunicación, Internet y vídeo.
Licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco. Postgrado en Mecanización de la Información promovido por la Unión Europea. Estudios de Filología Inglesa.
Formación en multimedia, diseño web y gestión de empresas.
Radio Euskadi: redactor de informativos y director del programa especializado en nuevas tecnologías «Frontera Azul», galardonado con el premio MTV.
Radio Nacional de España: director de «A primera hora». Corresponsal de las revistas del grupo editorial Heres.
Euskal Telebista: redactor del magazine cultural «Vasta con Uve». Responsable del departamento de Publicidad de la televisión local Tele Donosti.
Sección de Internet y Multimedia de grupo audiovisual vasco Desarrollo de proyectos: deusto.tv , sitio web de la Fundación Buesa y otros.
Asesor de prensa en cosas. ¿Qué cosas? ¿cosas de gobierno? Sí, Peter, cosas del gobierno.
Orgulloso miembro (con perdón) del club de remo Kaiku (cuando ganaba). Hago karate (Shotokan) y subo montes y montañas y cojo olas. In the mood for love.
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