La Encina (Palencia). Severa decepción y buena propina
Uno se planta en Palencia, consulta rápidamente dónde puede comer y es fácil ir a parar a La Encina. Resulta que es un fijo en muchas guías, lo recomiendan los recepcionistas de los hoteles y hasta El Viajero (El País) anima a acudir a él, lo señala como “clásico” y asegura que “la gente viene de lejos para saborear la tortilla de patatas de Ciri, varios años ganadora del campeonato de España del asunto, y el pincho de lechazo”. Lo que menos puede esperar uno es salir de allí claramente insatisfecho, pensando que las condiciones de la mesa no fueron las idóneas, que hace tiempo dejaron de ser raros los errores de caja a favor de la casa, que la mayoría de las preparaciones no tenían absolutamente nada de notables y que ya está bien de cobrar a precio de hojaldre o pastel ruso el pan que no se solicita. Veo esto último como una buena medida para quedarse sin propina, y más en casas como La Encina, donde cada pieza no solicitada se cobra a 1,50€. O sea, que comimos un par de mendrugos, por aquello de que estaban allí, y apoquinamos nada menos que 6€ (4 pax).
Vista mi experiencia, el referido aluvión de recomendaciones me hace ratificar la opinión de que mucha gente no es nada exigente, de que falta espíritu crítico y valorar como corresponde el dinero que tanto nos cuesta ganar. Y también que la deriva del periodismo ha llenado los diarios de redactores que escriben de oído, sin probar aquello que recomiendan, por quedar bien y sin someter a los hosteleros a la labor de auditoría continua que se presupone al periodista y se exige en la crítica, pero también en la prescripción.
Dado que no queríamos prolongar más de lo conveniente nuestra estancia en Palencia, puesto que ese día teníamos otro compromiso a cientos de kilómetros de distancia, decidimos optar por exprimir la carta de tapeo, en las mesas de la entrada, junto a la barra. Pues bien, ese día apretaba el calor, no estaba en marcha el aire acondicionado y nuestra mesa se ubicaba junto a una puerta abierta que, en vez de refrescar el local, dejaba entrar aire caliente al mismo. El servicio fue bueno, diligente, así que no cabe achacarle responsabilidad de que la tapa de ensaladilla rusa (4,90€) fuera totalmente anodina, poco consistente, carente de intensidad y, por supuesto, duende. Poca entidad la suya, pese a la presencia de gambas, huevo cocido, pimiento, guisantes, aceituna….
La citada tortilla de patata, elaborada por Cirina González González con patata y cebolla autóctona, y oliva virgen cordobés (Señorío de Vizcantar), estaba, efectivamente, bien buena, pero lo cierto es que pedimos cuatro pinchos (2€/ud), apuntaron “una tortilla como para tres” y terminaron cobrando 11,90€. Un 50% más, apreciarán los más observadores. En cuanto a la ejecución, estaba poco cuajada, como tiene que ser. Y tenía buen gusto, como cabe demandar. Sin tacha.
«Cuando me preguntan mi secreto digo que no existe. Simplemente, se trata de elegir buenas patatas, buen huevo, mejor aceite, una dosis añadida de cebolla y calcular las cantidades a ojo, con la medida que te da la experiencia», explicaba Ciri, ya en noviembre de 2008, nada más proclamarse campeona, por tercera vez, del concurso de tortillas de patata auspiciado por el congreso Lo Mejor de la Gastronomía (ahora San Sebastián Gastronomika). Su objetivo, que esté «muy dorada por fuera y muy jugosa por dentro».
No podían presumir del mismo buen gusto las albóndigas con patatas (6€), pues la salsa presentaba un gusto ácido, avinagrado, ciertamente desagradable. Apercibido el personal de cocina, éste reconoció el ‘desajunte’ y lo justificó con un posible exceso de tomate en la salsa. Explicación nada convincente, igual que las ‘pelotillas’.
El tan recomendado pincho de lechazo a la brasa de encina no mereció tampoco la pena, y fue a fin de cuentas el gran pesar. Eran diez pequeños trozos nada nobles (cuello…), tirando a secos y servidos sobre patatas fritas. Nada que justificara los 21,90€ que se cobran. Ni el género, ni la ejecución, ni la textura, pues el resultado estaba en la antípoda de la terneza inherente al lactante animal, criado en los valles del Cerrato palentino, que seguro sí aflora en la preparación en horno de adobe. Un desperdicio. Con la sobrevalorada ensalada de gruesa lechuga, cebolla y apenas medio tomate (5,90€), el conjunto asciende a 27,80€. Poca broma.
Sí estaba rica la anunciada tarta de queso (5,90€), con textura próxima al pudin y gusto a flan de huevo, servida en porción generosa. Y no se pusieron pegas al arroz con leche “tostado” (5,90€), que no probé y llegó coronado por azúcar moreno quemado.
Señalar que con el café solo (1,30€) se sirvieron agradecidos petit fours y que la casa invitó a un chupito que yo rechacé, por tener que conducir y ya haber tomado una (venga, dos) copas de Finca Resalso, el vino joven que elabora Bodegas Emilio Moro en Pesquera de Duero (Valladolid). E indicar también que a la hora de cobrar el ticket indicaba “Cerveza especial” (3€), cuando lo consumido con el aperitivo había sido una caña nada especial (1,70€). Advertido del error, el camarero solicitó 1,30€ de la caja que, a fin de cuentas, quedaron en el platillo a modo de escueta propina. A sumar a los 6€ del pan, eso sí. Y a los 3,90€ de la tortilla. Total, 11,20€, casi el 15%.
En suma, demasiados errores y chascos para pensar en un mal día. Una severa decepción. Si me preguntan a mí, les explicaré qué es tanto o más complicado mantenerse que llegar, que tal vez debí pedir mollejas o manillas de lechazo (estuve a un tris), y les hablaré de la deriva del periodismo.
(Igor Cubillo)
Asador La Encina
asadorlaencina.com
Casañé, 2; 34002 Palencia (Castilla y León)
979 71 09 36
Periodista y gastrósofo. Heliogábalo. Economista. Equilibrista (aunque siempre quiso ser domador). Tras firmar durante 15 años en el diario El País, entre 1997 y el ERE de 2012, Igor Cubillo ha logrado reinventarse y en la actualidad dirige la web Lo que Coma Don Manuel y escribe de comida y más cuestiones en las publicaciones Guía Repsol, GastroActitud, Cocineros MX, 7 Caníbales, Gastronosfera y Kmon. Asimismo, vuelve a firmar en El País y es responsable de Comunicación de Ja! Bilbao, Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor. También ha dirigido todas las ediciones del foro BBVA Bilbao Food Capital y fue responsable de la programación gastronómica de Bay of Biscay Festival.
Vagabundo con cartel, se dobla pero no se rompe, hace las cosas innecesariamente bien y ya han transcurrido más de 30 años desde que empezó a teclear, en una Olivetti Studio 54 azul, artículos para Ruta 66, Efe Eme, Ritmo & Blues, Harlem R&R ‘Zine, Bilbao Eskultural, Getxo A Mano (GEYC), DSS2016, Den Dena Magazine, euskadinet, ApuestasFree, eldiario.es, BI-FM y alguna otra trinchera. Además, durante dos años colaboró con un programa de Radio Euskadi.
Como los Gallo Corneja, Igor es de una familia con fundamento que no perdonaría la cena aunque sonaran las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya. Sostiene que la gastronomía es el nuevo rock and roll y, si depende de él, seguiréis teniendo noticias de este hombre al que le gusta ver llover, vestirse con traje oscuro y contar historias de comida, amor y muerte que nadie puede entender. Eso sí, dadle un coche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock and roll, y no le veréis el pelo más por aquí.
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